Es interesante ver cómo, a medida que van pasando las semanas, y ya se comienzan a abrir las puertas hacia la “ nueva normalidad” en varios países, el foco se está concentrando sobre los efectos, que ésta crisis de salud está teniendo hoy en la economía, pero también, los impactos que se verán hacia el futuro en otros frentes. Es un ejercicio donde hay que acudir a los oráculos y a la bola de cristal, para predecir que va a cambiar y que va a permanecer.
Dado el inmenso impacto que la pandemia ha producido en el mundo, hay mucha especulación sobre lo anterior. Como lo resaltaban algunos comentaristas, después de la Gripa Española del 1918, que mató a más de 50 millones de personas, la siguiente década de los años 20, fue un periodo de gran extravagancia y consumismo. No se vieron cambios significativos hasta que estalló la caída la bolsa del 29. Por eso vale la pena hacerse la pregunta: ¿se podrá esperar algo similar en la realidad actual?
En este blog veremos cuáles son los posibles cambios que se esperan en la globalización y las relaciones internacionales.
Cambios en la globalización y la geopolítica
El diario francés ‘Le Monde’ comentaba hace unos días: “Asistimos a una transformación radical en el medioambiente geopolítico: ¿aceleración de las tendencias preexistentes o un cambio de paradigma? ¿El mundo será mejor o peor que el de antes?”.
Una manera de aproximarse a estos interrogantes, es entender que estos choques si pueden producir cambios, pero también, acelerar tendencias que ya estaban en marcha. Por ejemplo, en este caso del coronavirus, ya había señales de un gran cuestionamiento a la globalización como reacción a la crisis del 2008. Ya se estaban cerrando fronteras, subiendo las restricciones para la migración y el comercio.
La crisis actual va a acelerar y magnificar estas tendencias. Se calcula que en este año, habrá una caída del comercio mundial tres veces más grande que la disminución de la economía, lo que se agravará por las políticas restrictivas que ya se estaban tomando en materia comercial, como venía sucediendo entre China y Estados Unidos. El tema económico y la opacidad de los chinos en el manejo del coronavirus, está generando un incremento de las críticas de Trump contra este país asiático y creado un ambiente muy negativo en las relaciones internacionales
La globalización había traído una creciente interdependencia de bienes y servicios. Pero también, en el flujo de alimentos. Muchos países, con posibilidades agrícolas pero con sistemas de abastecimiento muy ineficientes, hoy dependen de la importación de alimentos básicos y procesados para sus necesidades internas, como es el caso de COLOMBIA en la actualidad. Pues bien, esta crisis, ha puesto el foco en la vulnerabilidad estratégica que significa esta dependencia, y ha despertado el nacionalismo alimenticio, por ponerle un nombre a este cambio que se está comenzando a dar.
Por ejemplo, Rusia que es el productor más grande del mundo de trigo, ha impuesto cuotas a la exportación de este producto. En la Comunidad Europea se ha aumentado aún más la presión de los agricultores para una mayor protección. Vietnam, uno de los más importantes productores de arroz, suspendió recientemente sus exportaciones.
La vulnerabilidad estratégica que se deriva de la dependencia de otros como resultado de la globalización, se ha hecho evidente en muchas otras áreas críticas como en la salud, o la manufactura de artículos electrónicos, entre otros. En el primer caso, es muy preocupante ver cómo esta dependencia ha afectado la adquisición de equipos sofisticados, como los respiradores mecánicos, o temas más mundanos como las máscaras y otros elementos de protección sanitaria. Y la paradoja es, que por una cuestión de costos, muchos países obtenían estos productos de la China, que priorizó su mercado interno en medio de la crisis, disparando los precios y dificultado muchísimo su adquisición.
El cambio hacia la “desglobalización” ha evidenciado la necesidad de reducir la dependencia estratégica en áreas como las ya mencionadas. Esto va a tener un especial impacto, en las complejas cadenas de suministro global, que se han creado por muchas años, y que han permitido la especialización y la velocidad para responder a las necesidades del “justo a tiempo”. El coronavirus ha desnudado la vulnerabilidad de la humanidad, a las consecuencias geopolíticas globales, y evidenciado el inmenso riesgo de depender de un proveedor como la China
Pero hay una área donde la aceleración de la desglobalización puede ser aún mayor: la reducción en el flujo de capitales hacia los países emergentes, que han dependido de la llegada de los inversionistas internacionales para soportar sus economías. Este es el caso de Colombia, que logró en el pasado manejar la reducción de los precios del petróleo con estos recursos. Hoy, el precio de este producto está en el suelo, y con una tendencia muy negativa hacia adelante. El pronóstico también es negativo para el flujo de capitales. En solo tres meses de este año, salieron de los mercados emergentes más de US $ 90.000 millones !!!
La falta de confianza, y la gran incertidumbre producida por la crisis del coronavirus, va a tener otro efecto, para los países que tengan una calificación de riesgo negativo. Van a tener mayor dificultad para aumentar su endeudamiento, y tendrán que pagar un mayor costo por esos recursos. Esta situación, se hace mas compleja en la actualidad, por los niveles tan altos de deuda en los sectores público y privado, y cuando se está cuestionando la capacidad de honrar sus compromisos.
La tendencia de la desglobalización de las finanzas, se va a aumentar significativamente con la declaración de algunos países, como Argentina, de suspender los pagos de su deuda a los prestamistas internacionales, porque no tienen como hacerlo. Y la frenada de la economía mundial, va a llevar a muchas empresas a declarase en bancarrota, porque también no van a poder cumplir con el pago de sus deudas.
Estas dinámicas, que ya están en marcha, van a producir otro cambio: la prevención a endeudarse y conservar la liquidez, con un impacto muy negativo en los niveles de inversión. El ciclo de expansión del endeudamiento, que ya llevaba cuarenta años, podría estar llegando a su fin.
Los beneficios de la globalización, que en temas como la manufactura, han permitido la coordinación eficiente de múltiples actores en diferentes economías, no sirvieron para lograr una respuesta global igualmente efectiva durante esta crisis. Y esto ha sucedido, porque nos cogió con una dirigencia política sin el liderazgo a la altura del problema. Patanes como Trump, han negado primero la pandemia, y después han sido erráticos en el manejo de la situación. Para no mencionar, que han estado activamente promoviendo el debilitamiento del orden mundial, en el peor momento y cuando más se necesitaba.
A nivel geopolítico, es muy posible que se produzcan cambios en la arquitectura de las instituciones multilaterales que fueron construidas desde 1945. La Organización Mundial de la Salud ha mostrado una gran debilidad e ineficacia en esta pandemia. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, se van a ver desbordados para hacer frente a la crisis económica que se avecina. El Consejo de Seguridad está paralizado, sin haber adoptado ninguna resolución hace más de un mes.
La crisis ha puesto en evidencia la necesidad de una revisión a fondo de la institucionalidad internacional vigente, lo que no es una tarea fácil cuando los Estados Unidos han decidido aislarse, y no hay quien los remplace. Esta realidad es un inmenso obstáculo en el contexto de los cambios que se van a dar, y el complejo panorama internacional que esta emergiendo después de esta crisis mundial.
Esta erosión de la gobernanza global podría conducir, como señalan algunos comentaristas, a reforzar los nacionalismos -solo podremos protegernos desde nuestro propio Estado- o lo que es peor, acelerar las tendencias hacia el autoritarismo antidemocrático. Esta tentación es muy atractiva, para enfrentar el vértigo que invade a muchas sociedades y en distintas latitudes, y cuando la gente está desesperada buscando quien los proteja.
En estos días, Australia se lanzó a la arena global, al proponer una investigación sobre el origen y el manejo del coronavirus, tema que toca de frente a la China, su principal cliente comercial. Lo interesante es que esta decisión, puede generar un cambio geopolítico importante, al propiciar la alianza de países más pequeños para defender la institucionalidad mundial. Esta arquitectura está seriamente amenazada por una China autocrática y nada confiable, y unos Estados Unidos que dejaron de liderar, por estar manejados por un mentiroso compulsivo, y un sistema político disfuncional,
Cambios en las relaciones internacionales
Y los puntos anteriores, traen a colación otras realidad que amerita un cambio. Como lo he mencionado en este blog, lo que no se ha visto en esta crisis, es el liderazgo político y colectivo, ni la capacidad institucional, para coordinar la movilización de esfuerzos y recursos a escala global.
Las consecuencias de esta situación son aún más graves, cuando los Estados Unidos claudicaron su posición de liderazgo, que la habían ejercido desde la post guerra. Gracias a Trump, no solo se han replegado, sino que como ya lo mencioné, este señor está tratando de desmantelar la arquitectura institucional impulsada por Truman en 1945, y consolidada por sus sucesores a lo largo de más de siete décadas..
Las consecuencias económicas del coronavirus, van a generar otro cambio en el campo internacional: el evitar la dependencia de una persona o país en temas estratégicos, pero a su vez, reforzar la realidad de la interdependencia que tenemos, cuando hay que enfrentar la consecuencias de un desastre sistémico como el actual, o uno potencialmente más grave, como puede ser el calentamiento global.
En estas circunstancias, es cuando más se requiere el fortalecimiento del liderazgo colectivo tan ausente hoy, así como contar con dirigentes políticos y arreglos institucionales a la altura de las circunstancias. La cruda realidad es que estas debilidades nos muestran lo vulnerables y expuestos que estamos ante situaciones que nos afectan a todos.
Hacia adelante, lo que sería deseable es corregir esta realidad, lo cual implica un cambio global de mentalidad. Y salvo que haya una crisis aún mayor, no se ve en el panorama actual, el liderazgo político para remplazar el que ejercieron los norteamericanos en el pasado. Y claramente no va ser China, porque su modelo político es incompatible con los valores democráticos, y su uso del poder, no inspira admiración sino miedo.
En resumen, las consecuencias del coronavirus, han demostrado un panorama internacional muy frágil y peligroso, en el que Colombia se tendrá que mover en los próximos años, con unos efectos muy preocupantes para nuestra economía, institucionalidad política y nuestra realidad social. Se requerirá mucha inteligencia por parte de la dirigencia política y empresarial, para saber navegar en medio de este temporal que no sabemos cuánto podrá durar. El tema será crítico cuando nos enfrentemos a unas nuevas elecciones en el 2022
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