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domingo, 14 de noviembre de 2021

El poder de la dialéctica en el mundo actual

 


Si conversar es el acto mediante el cual, dos o más personas cambian juntas, entonces:
 

¿Cómo evitar las burbujas coversasionales en las que millones de personas han caído gracias a las redes sociales? ¿Cómo tener conversaciones generativas que nos hagan avanzar y no atrincherarnos en nuestras creencias y juicios que nos paralizan?.¿Cómo evitar que se siga relativizando la verdad? 



Estas preguntas señalan el gran reto de nuestra época. Sin una respuesta clara, esta capacidad de comunicación, que nos hace únicos a los humanos, no nos va a servir para enfrentar colectivamente los inmensos desafíos que tenemos como especie. Un buen ejemplo lo estamos viendo con los temas de sostenibilidad, amenazados aceleradamente con el cambio climático.



En la actualidad, las conversaciones que vemos todos los días entre dos personas, generan una dinámica conocida. Una de ellas, considera que tiene a priori la razón, para buscar convencer a la otra, de que su verdad es la que vale, para lograr que el interlocutor seda y acepte, que sus ideas  están equivocadas. En esta situación, hay una persona que gana, la que impuso su verdad, y otra que pierde, porque entregó su posición sin nada a cambio.


O hay otra posibilidad más compleja aún. Las dos personas no se abren para escuchar las ideas y posiciones distintas que tienen. En este caso, se cierra la posibilidad de mejorar su mutua compresión del mudo. De encontrar nuevas oportunidades para crecer y avanzar hacia un conocimiento más completo de su situación y del entorno que los rodea. Si no se logra, las consecuencias son la mutua descalificación y los conflictos violentos. 



Al encerrarse cada uno en “su verdad” y defender unas afirmaciones cuyas bases no son cuestionadas, se pierde la oportunidad de encontrar puntos en común, que permitan avanzar hacia un propósito superior. Este facilita los acuerdos para lograr soluciones a los problemas cada día más complejos que tenemos como sociedad..


Las dinámicas conversacionales tan destructivas que estamos viendo hoy en día, hacen que sea un imperativo urgente el rescatar el uso de la dialéctica, porque propone algo muy diferente. Etimológicamente la palabra proviene del griego dialectikós, que se traduce en conversación.


¿Pero qué es la dialéctica?. Encontré dos definiciones en Google


Teoría y técnica retórica de dialogar y discutir para descubrir la verdad mediante la exposición y confrontación de razonamientos y argumentaciones contrarios entre sí.


Y desde la filosofía


Método que investiga la verdad mediante el examen crítico de las percepciones y teorías, a través  del intercambio de proposiciones (tesis) y contra-proposiciones (antítesis), resolviendo la contradicción a través de la formulación de una síntesis final (conclusión).



Parte de que una persona propone una premisa, o tesis que la somete al análisis y crítica de otra persona. Esta representa la antítesis, que no significa el rechazo total de la tesis, sino que puede ser un cuestionamiento parcial de la misma. 


La síntesis resulta de el mejoramiento de la tesis, que incorpora elementos de la antítesis, se eleva a la primera a un nivel que le permite resolver el problema planteado. Si se logra. las dos personas ganan en comprensión y entendimiento de una verdad compartida.


Un ejemplo, que escuché en una charla sobre este tema, muestra la dinámica de la dialéctica en acción. Alguien afirma que el agua es un líquido como premisa en una discusión. Otra persona la objeta y propone una antítesis: cuando la temperatura baja de 0º C el agua se convierte en un sólido, o cuando supera los 100ºC se vuelve vapor. Quien propuso la tesis del “el agua  es un líquido”, la acota diciendo que: el agua si es un líquido, pero entre el rango de temperaturas planteado por la otra persona. Esta afirmación se convierte en la síntesis de la discusión. 


El ejemplo anterior representa lo que significa una conversación dialéctica, donde no se parte que una persona tiene la razón y la otra está equivocada. Se genera un intercambio, en el que las dos partes involucradas, ganan en precisión y comprensión del tema tratado, o del problema que se quiere resolver.



Desafortunadamente, este es el tipo de conversaciones están ausentes hoy en día en las redes sociales. Allí se promueven las burbujas conversacionales, formadas por grupos de personas que comparten las mismas creencias, proclives a rechazar violentamente a quienes piensan de manera diferente. 


En estos espacios se promueven unas dinámicas descalificadoras, donde no es posible avanzar, cuando se presentan ideas que pueden ser conflictivas y contrarias a las creencias dominantes del grupo. En estas condiciones, no sirven los argumentos basados en datos y hechos demostrables, y se ignoran o rechazan las conclusiones científicas serias. Un ejemplo patético lo estamos viendo hoy con el movimiento anti vacuna para el covid-19


Al no haber la disposición a la escucha y a la apertura para incorporar elementos valiosos de la posición del otro, el resultado es el estancamiento, la descalificación y un freno a la evolución de las ideas. 


Dadas las dinámicas anteriores, se vuelve urgente recurrir  a la dialéctica, para someter las ideas a las oposiciones o visiones contrarias para enriquecerlas o replantearlas. Esto sucede, porque se reconoce como legítimos algunos puntos de quienes rebaten la tesis o el supuesto con el que comenzó la conversación. 


La posición de buscar la verdad mediante la dialéctica, le da legitimidad a quien tiene una opinión o idea distinta o opuesta, permitiendo enriquecer el debate y mejorar las ideas. También le da un verdadero sentido generativo a la acción de dialogar. Para no hablar, que le quita protagonismo a la emocionalidad exacerbada, disparada por  una opinión contraria que se interpreta equivocadamente como un ataque personal.


Por todo lo anterior, la dialéctica le da valor a la inclusión y a la diversidad. En lugar de buscar la confirmación de las creencias individuales, con personas que piensen igual, el exponerse conscientemente a las opiniones contrarias, enriquece y vuelve un activo la diversidad en una sociedad. 



Las personas que se niegan a abrirse a las ideas contrarias de los demás, están impidiendo que surjan propuestas enriquecidas, innovadoras y creativas. La descalificación, sin la apertura a escuchar, impide el avance que se puede lograr desde la dialéctica en la evolución de las ideas. Para no mencionar, que este es el camino que permite ir cambiando o modificando los modelos mentales que tenemos los seres humanos para interpretar la realidad.


El punto anterior es fundamental en épocas de grandes cambios como los actuales. Me explico. 


Los modelos mentales están fundamentados en las creencias, valores  y supuestos que una persona ha adoptado consiente o inconscientemente a lo largo de su existencia. El problema aparece, cuando las condiciones del contexto cambian, y obligan a su revisión. Los modelos mentales que no se cuestionan, a pesar de estos cambios, generan una visión distorsionada de la realidad, que impide que la persona crezca y se adapte más fácilmente a su entorno. 


En resumen: la dialéctica es cada vez más importante para para eliminar las barreras comunicacionales que hoy nos impiden encontrar soluciones a problemas comunes,  tener un propósito colectivo, que nos permita avanzar como sociedad. Es la forma de conversar e interactuar, que debemos de utilizar con personas que cuestionan las bases que sustentan nuestros supuestos, creencias y valores. 


El uso de la dialéctica, nos brinda la oportunidad para repensar la validez y pertinencia de nuestros modelos mentales, para abrir la puerta a nuevas oportunidades. También, para  crecen colectivamente como resultado del intercambio hecho desde la escucha y la curiosidad. Si no lo logramos, lo que está en juego es nuestra misma supervivencia como especie y el aumento incontrolado de los conflictos sin resolver.

domingo, 7 de noviembre de 2021

El vacío de liderazgo colectivo de los partidos políticos

 



En mi último blog mencionaba qué hay  dos tendencias muy preocupantes . La primera, que el sistema democrático en general está siendo cuestionado y atacado desde muchos frentes en el mundo. La segunda afirmación, qué hay un profundo vacío de liderazgo político.


Estas dinámicas están teniendo varias consecuencias muy negativas.  La narrativa imperante es cada vez más pesimista. La desconfianza hacia las instituciones, que sustentan la democracia,  ha llegado a niveles históricos. La desorientación, polarización  y el escepticismo de la población son la marca de esta época. 



Pero lo más preocupante: la democracia se está quedando sin defensores que recuerden que, a pesar de sus debilidades, durante el siglo XX, el sistema democrático creo las condiciones para que el mundo experimentara la dinámica de crecimiento y avances más importante de la historia de la humanidad. Y como lo afirmaba Churchill, este sistema es el menos malo cuando se le comparaba con las alternativas del  comunismo y el totalitarismo.


A pesar de los logros obtenidos,  ya entrada la segunda década del siglo XXI, estamos viendo desarrollar una película muy preocupante en el mundo. La democracia está siendo atacada desde adentro y desde afuera sin que haya una reacción fuerte en su defensa. Y lo más preocupante, es que en America Latina, se ha convertido el vehículo para llegar al poder y quedarse con él, desmantelando las estructuras que sustentan la misma democracia. Los casos de Nicaragua con Ortega, El Salvador con Bukele, Venezuela con Chaves y Maduro, Ecuador con Correa, Bolivia con Evo Morales  y ahora el Perú con Castillo, así lo demuestran 


Cuando las encuestan premian con altos niveles de aceptación a dirigentes políticos, como López Obrador en Mèxico y  Bukele el El Salvador, a pesar de que estén vulnerando profundamente piezas claves que sustentan la democracia, y lo hacen sin consideración a las consecuencias, no sorprende que las encuestas realizadas en muchos países de América Latina, muestran un rechazo creciente hacia la democracia.



Este rechazo tiene  un común denominador muy preocupante: el colapso de una estructura partidista sólida , que por muchos años y a pesar de sus limitaciones, había servido de cadena transmisora para hacer funcionar las democracias.  


Pero hay que recordar, que una de las características principales que predominaron en la expansión de la democracia durante el siglo XX, fue la consolidación de unos partidos políticos representativos y fuertes. 


En los países que ha sido referentes, como los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania después de la II Guerra, Francia, Canadá, Australia entre otros, una de las funciones principales del sistema partidista, ha sido el de servir de puente entre las necesidades y expectativas de la gente con las instituciones del Estado y sus dirigentes. Pero también, han sido los espacios para la formación y selección de quienes podían aspirar a liderar los destinos de un país.


Hay algo más muy importante: los partidos políticos se desarrollaron para interactuar entre sí  , en el Congreso y en otros espacios de discusión y debate, donde se deben logran acuerdos, a pesar de las divergencias, sobre temas fundamentales que le permitan avanzar a la sociedad. Y en las democracias fuertes, estas dinámicas se logran dentro de un marco de reglas respetado por quienes participaban en las contiendas electorales y en las discusiones públicas.


En el contexto anterior, sirve para analizar el confuso y cada vez más preocupante  panorama político colombiano de la actualidad.



En Colombia, se hacen cada vez más evidentes las consecuencias del desmantelamiento de la estructura partidista que sostuvo el sistema democrático, que se consolidó desde la independencia en 1819. Durante más de 160 años, los partidos Liberal y Conservador, fueron los protagonistas principales del devenir de la política en nuestro país. Y a pesar de sus múltiples debilidades, eran organizaciones reconocidas, respetadas y acatadas, con procesos más o menos transparentes  para formación y selección de sus líderes. 


Hoy vemos con asombro, que quienes aspiran a llegar a la Presidencia de Colombia, no buscan contar con el apoyo de los partidos tradicionales, porque comulgan con una visión y unas ideas. De hecho, se considera que su apoyo es un lastre que puede hundir las aspiraciones de quien se atreva a aceptarlo. Un caso emblemático actual es el de Alejandro Gaviria con el Partido Liberal. Además, de que son cascarones sin contenido ideológico que aporten al debate nacional, y cuyo único interés es electoral para poder ordeñar al Estado.


Por lo anterior, no es menos preocupante la formación de partidos de papel, que sólo sirven para dar avales para la inscripción de los candidatos en las campañas políticas. Pero cuando esta posibilidad no existe, la vía de escape para muchos aspirantes a cargos por elección, es la búsqueda de firmas, para distanciarse del sistema variopinto partidista electorero, que hoy muestra la institucionalidad política colombiana. Esta realidad es la mayor manifestación, del desprestigio y desconfianza, al que han llegado los políticos y sus estructuras a los ojos de millones de colombianos.


El resultado es patético: más de 60 personajes como el ex alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández , quien supera en las últimas encuestas, a personas con trayectoria seria como Juan Carlos Echeverri o Juan Manuel Galán. Y más patético aún,  es ver los niveles de favorabilidad menores del 4% en los que se mueven la mayoría. De razón, en ese panorama tan fragmentado, Petro con el 17%, se sienta como el rey entre los pigmeos, como lo presentó la revista Semana hace poco.


¿Qué muestra esta situación? Un profundo vacío de liderazgo político en Colombia, que como el Covid -19 ha infectado a toda AL. Sin un liderazgo colectivo que sustente los partidos, y un sistema que está siendo atacado porque no responde a las expectativas de la gente, no es de extrañar el desencanto, el escepticismo, la indiferencia, la desconfianza, la rabia, que hoy acompañan los procesos electorales en toda la región. 



El problema de esta situación es paradójico. Si creíamos estar mal, el remedio populista y autoritario que es la solución que se vende desde los extremos del espectro político, termina volviendo el remedio peor que la enfermedad. Y el problema más grave es que el lobo disfrazado de oveja, usando las elecciones llega al poder, una vez adentro, se entroniza y acaba con las instituciones que le sirvieron para llegar a él. 


Este es un libreto ya muy conocido que lleva más de dos décadas en desarrollo promovido por el Consenso de San Paulo, y que personajes como Petro, quiere utilizar para llegar a la Presidencia de Colombia. Ha entendido que  la debilidad de sus contrincantes actuales, es una ventana de oportunidad única y la piensa explotar al máximo. Pero además,  lo ha dicho públicamente para que no nos sorprendamos después. 


El resultado es trágico en términos de destrucción de capital humano, institucional y económico, como lo muestra el caso de nuestro vecino Venezuelan. Casi 6 millones de venezolanos fuera del país, un narco estado enraizado y una oposición sin posibilidad de cambiar la situación hasta la fecha. Reconstruir  ese país, suponiendo que caiga el régimen algún día, tomará muchas décadas, con daños muchos de ellos irreparables. 


A pesar de las señales de alarma se han disparado, de cara a las elecciones en Colombia el próximo Mayo, este vacío de liderazgo de la dirigencia política, se ha vuelto demasiado evidente. Los “enanos” caricaturizados por Semana, han sido incapaces de hacer una demostración de liderazgo colectivo ante el país. 


Hoy vemos expresidentes que se detestan, aspirantes políticos que dividen, o que se sienten superiores a los demás. Todos sin excepción, de espaldas a una realidad que demanda orientación y ejemplo, pero que están ofreciendo todo lo contrario. Todos ellos están demostrando un nivel de irresponsabilidad histórica con el país. 


Lamentablemente, el resultado lo podemos ver por anticipado en el Perú, donde llega al poder un desconocido qué pasó a la segunda vuelta con un % de votación muy bajita. Hoy, este señor, en alianza con ex militantes de Sendero Luminoso y otras fuerzas marxista de extrema izquierda, quieren seguir la partitura de Venezuela, seguramente refinándola para garantizar el desmantelamiento de la democracia en ese hermano país. 


¿Qué hacer ante esta debacle de la dirigencia política que no ha estado a la altura de los múltiples retos que enfrentamos como sociedad? Como lo señalé en el blog anterior, vamos a tener que arremangarnos otros actores de la sociedad, para cambiar esta narrativa tan negativa que nos conduce al abismo. 


Sobre este tema iré escribiendo sobre las diferentes iniciativas en las que estoy participando buscando aportar luces al final del túnel. Lo que no es admisible, es permanecer espectador y mudo mientras nos están empujando a precipicio del cual va a ser muy costoso recuperarse de la caída. 







domingo, 31 de octubre de 2021

El poder transformador de las historias

 



Hoy es cada vez más común escuchar la importancia que juegan las historias o narrativas que nos contamos los seres humanos, para interpretar la compleja realidad, que es la característica principal de nuestra época. Es la manera que utilizamos para darle sentido a nuestro pasado, tener bases para vivir el presente y proyectarnos hacia a el futuro. 


Desde épocas pretéritas, han servido para transmitir la cultura a las generaciones que vienen,  de manera oral y escrita. El hilo conductor  de las historias o narrativas que nos contamos y transmitimos,  condiciona muchas veces de manera inconsciente, nuestro devenir individual y colectivo. Se podría afirmar que es la forma en que se transmite el ADN social. 


Pero al igual que sucede con su contrapartes biológica, de vez en cuando sufre una alteración aleatoria influenciada por factores externos. En biología este ha sido el camino de la evolución de las especies propuesta por Darwin. En la sociedad, han habido eventos inesperados, que también han cambiado el curso de la historia, y que han producido unas nuevas narrativas, para darle sentido a lo qué pasó.




Hoy se puede afirmar que las historias y narrativas que nos creemos, sirven para entender la cultura de dónde venimos que nos hace ser lo que somos. Pero hay algo más importante aún: nos permiten  pronosticar las posibles trayectorias, que vamos a seguir a nivel individual y colectivo. Las historias y narrativas que utilizamos, para explicar lo que somos, definen el imaginario que nos limita o abre nuevas posibilidades. 


Pero el poder de las historias y narrativas reside principalmente en su impacto emocional más que  en lo  racional. Siendo la primera, una dimensión tan fundamental del ser humano, curiosamente no es un tema que se trate explícitamente en los análisis que se hacen de nuestra realidad. 




Una historia o narrativa puede inspirar emociones positivas para hacer lo que no se veía posible realizar, y generar esperanza e ilusión de un futuro mejor. También produce emociones negativas que cierran posibilidades. Por ejemplo, el miedo invita a huir y no afrontar una situación. La rabia genera oposición y agresividad que conduce a la violencia. La tristeza que produce resignación y el aceptar que no se es capaz de cambiar la realidad. 


El poder que tienen las historias y narrativas para generar una emocionalidad, nos condiciona la interpretación , el entendimiento y la valoración de nuestro pasado, sobre el cual podemos transitar al presente y proyectarnos hacia el futuro. Utilizadas positivamente, pueden inspirar un cambio hacia un propósito superior, generar esperanza que une para la construcción diferente de un mejor futuro.  


Desde esta perspectiva, son  cada vez más importantes para facilitar los procesos de cambio a nivel personal, organizacional, y de manera más amplia, para una comunidad. Motivan a tener una mentalidad individual y colectiva abierta para apropiarse del cambio. Son esenciales en el ejercicio del liderazgo 




Pero  las historias y narrativas, también pueden servir para manipular imaginarios que demonizan y dividen.  generando miedo, rabia o resignación. Cuando las historias y narrativas se utilizan como armas de destrucción masiva, aprovechando las redes sociales y el poder de las tecnologías de información, se generan movimientos violentos , como el del 6 de enero con la toma del Capitolio en Washinton DC porque Trump difundió la historia de que le habían robado las elecciones. O la narrativa de que la Policía es enemiga del pueblo, difundida durante las marchas sociales en Colombia, amplificando los abusos que si se cometieron, pero que no comprometen a toda la institución.


En el coaching ontológico, para cambiar una historia personal, es necesario visualizar la que quisiéramos tener. Luego hay que  entender cuáles son las cosas qué hay que cambiar hoy para lograrlo. Finalmente hay que reconocer  los juicios y las emociones que soportaron las historias que traemos de atrás. 




El camino para generar una nueva historia genera conflictos y emociones muy fuertes que hacen perder el compromiso y evadir, o miedo que paraliza y hace huir, o rabia que genera oposición, o tristeza que invita a la resignación. 


Hoy en Colombia nos hemos dejado tentar por narrativas conflictivas que han capturado la agenda de nuestro país por muchas décadas. El proceso de paz de Santos buscó cambiar la trayectoria de estas historias contradictorias y conflictivas. Por errores de fondo en el ejercicio de liderazgo del expresidente y su equipo, no solo no se logró el cambio, sino que se mutó el conflicto y se agudizó la polarización. 


En el proceso de entrar de lleno en una campaña política en los próximos meses, que puede cambiar la narrativa para un grupo dirigente que ha dominado el poder por décadas, es evidente ninguna de las propuestas que están planteando, quienes están aspirando a llegar a la Presidencia de Colombia, está ofreciendo algo inspirador y diferente que nos una y no nos siga dividiendo más. 


Se hace necesario que surjan personas, que desde la gran diversidad que caracteriza nuestro país, se unan en unas comunidades de liderazgo colectivo, para que desde lo local, configuren nodos conectados entre sí, desde donde emerja una nueva narrativa incluyente de lo que quisiéramos lograr, la historia que nos quisiéramos creer. Yo estoy personalmente comprometido con un proyecto así: Motores de Esperanza porque me niego a seguir envuelto en la nube de narrativas negativas que están impulsando a Colombia al abismo. 





domingo, 24 de octubre de 2021

Diálogo entre improbables

 


En días pasados estuve en una reunión promovida por la Fundación Origen con un espacio muy interesante: “Préstame tus gafas, yo te presto las mías”, con la participación de los principales periodistas de medios, ex alumnos del proceso de liderazgo de la fundación y empresarios. El objetivo era generar un espacio de diálogo entre las tres partes, en grupos pequeños enfocados a contestar cómo se veía el país desde sus diferentes perspectivas.

En momentos tan complejos como los actuales, se hace urgente y necesario crear espacios de diálogo entre personas que probablemente nunca se conocerían, para que despojados de las etiquetas y máscaras que los acompañan en la vida, se puedan ver como seres humanos para compartir sus visiones distintas de la realidad y sorprenderse que no eran tan distintos ni distantes. 

En este blog voy a comoartir algunos de las notas de los comentarios  que más me llamaron la atención de las conversaciones en los grupos en que participé. 



Una opinión  de un representante de los medios

Estamos cambiando a un nuevo escenario: reclamos sociales, brechas sin atender, ni entender la forma de tramitar las expectativas crecientes y no cumplidas de la gente, en especial los jóvenes. Después  de la explosión social, vivimos una “calma chicha” sin soluciones de fondo a esos reclamos y estamos congelados, esperando que se “disuelvan”,  o que “alguien” los resuelva. 


Las soluciones se aplazan y se acumulan mientras no se escuchan propuestas desde las instituciones, los partidos y el Congreso. Este represamiento está encontrando en la violencia, el cause preferido y la válvula de escape para manifestarse. Se genera un clima que impide cualquier acuerdo o aprendizaje. 


Las manifestaciones violentas de los jóvenes, durante las marchas, fueron el medio para canalizar la energía que no ha encontrado otros espacios fuera de la calle, para  hacer sentir su marginamiento y manifestarse. El no ver un futuro despejado y tener una gran incertidumbre, han sido los factores comunes que han unido a miles de estos jóvenes en diferentes partes del país. 


En la historia reciente de Colombia, hay que remontarse tres décadas para ver una participación de tanto impacto de los jóvenes en nuestra realidad. La  iniciativa de “la quinta papeleta” promovida por estudiantes universitarios, culminó en la nueva Constitución del 91 sin violencia ni daños graves a la infraestructura urbana y a la economía. Esta propuesta encontró en las universidades un apoyo institucional para actuar y canalizar  las crecientes insatisfacciones de esa época. 


En el caso de hoy, los jóvenes no han contado con un vehículo similar. Pero el movimiento social en el que participaron, de mayo a agosto de este año, generó mucha violencia, pérdidas muy grandes en vidas, en infraestructura de transporte y la quiebra de muchos micro empresarios, en medio del pico más alto de la pandemia lo que agudizó el problema de salud. El apoyo inicial con el que contaron, se fue convirtiendo en un rechazo y una estigmatización para los jóvenes que sirvieron de carne de cañón de los grupos violentos interesados en generar el caos.


Una segunda segunda opinión de otro representante de los medios


Pérdida total de confianza, no se ve futuro y las actividades del narcotráfico se han disparado durante la pandemia. La sociedad hoy está mal informada y se le da credibilidad sin cuestionar su validez. En esta dinámica las redes sociales han jugado un papel fundamental. 


Los problemas que se evidenciaron con la pandemia y los estallidos sociales de este año, vienen de tiempo atrás. Están generando rabia, ira, indignación e intolerancia. En medio de la histeria que la situación ha generado, se ha demostrado mucha resiliencia y despertado muchos liderazgos en el pais. En este entorno los medios tradicionales han venido perdiendo su capacidad de orientación e influencia. 


El impacto de la situación ha afectado la autoestima de muchos jóvenes qué hay que entender y ayudarlos a canalizar su rabia y energía. 


En relación con los empresarios, la situación actual es un llamada  a repensar su rol. Ya no es suficiente el generar riqueza en la sociedad, produciendo bienes y servicios, hay un nuevo rol que deben de desempeñar en este entorno complejo: vincularse mucho más estrechamente con las comunidades donde operan. Pero ese mismo llamado se les está haciendo a los periodistas quienes deben de aportar a visibilizar “referentes positivos” y “asumir causas y valores” que ayuden a construir narrativas más positivas para la sociedad. 



Una opinión de un representante de la juventud

Al escuchar las voces de los jóvenes hay un tema común que emerge: la búsqueda de mejor bienestar que permita cubrir las necesidades básicas que hoy no tienen millones de colombianos. También piden “más dignidad”. Metafóricamente se ven del lado de la brecha donde “ya no va más”. 


Esta explosión social estalla como el volcán en la Isla de Las Palmas en España. Y la verdad, a pesar de las advertencias y los temblores de finales del 2019, ha cogido a la sociedad colombiana muy vulnerable, con un entorno exacerbado y propenso a la violencia. La pandemia desnuda problemas sociales y genera problemas físicos y mentales, y donde a la luz de los jóvenes, se están atropellando los derechos fundamentales con impunidad.


Antes estas realidades y para enfrentar muchos de los cambios que hoy afectan a la sociedad, se ha despertado entre un grupo creciente de jóvenes, la necesidad de unirse para reclamar sus derechos. Unos lo hacen pacíficamente, otros se prestan de carne de cañón, para desmadrarse y usar la violencia como un lenguaje que piensan les dar mas voz y réditos 


 Muchos de estos jóvenes son  activistas que sienten que hacen un trabajo a favor de los demás, pero que sus iniciativas no son reconocidas ni remuneradas. Estos les genera mucho dolor e inestabilidad. Y además, son excluidos de los escenarios donde se toman decisiones que los afectan y donde su voz no se escucha hasta que recurren a las vías de hecho. 


¿Qué quisieran estos jóvenes hoy?  Que el  trabajo de muchos de ellos, que aporta y ayuda a los demás diariamente y de manera pacífica , se visibilizara y valorara.


¿Qué les genera esperanza? Ver a otros trabajar positivamente.


¿Qué piden? Que se aplique el concepto de “líderes sociales” a TODAS aquellas personas que desde diferentes roles: empresarios, profesores, dirigentes gremiales, buscan generar cambios en nuestra sociedad. Si solo se aplica esta “etiqueta” a quienes actúan en la base de la pirámide, los exponen a perder sus vidas. “O todos en la cama o todos en el suelo” como dice el refrán popular. 


¿Cuál es hoy su visión de los empresarios? Ha cambiado al entrar en contacto con varios de ellos. Han visto solidaridad, generosidad e interés por contribuir a cerrar las brechas que hoy se ha ensanchado. 


¿Cuál es la visión de los medios tradicionales? Sin titubear: RAJADOS. Consideran que no se movieron de su zona de confort y sirvieron de caja de resonancia a la confusión de esta época tan compleja. Siente que los medios han invisibilizado y caricaturizado a estas nuevas generaciones, ampliando la brecha con las que los presidieron.   


Su desprecio por los medios, explica que estén buscando en las redes sociales otras fuentes de información y orientación, aunque reconocen el peligro de los silos que estas fomentan con solo personas que piensan lo mismo. Las noticias en la TV no están ayudando a generar “bienestar”. Y reconocen que las telenovelas violentas han contribuido a reforzar y banalisar, pero también a reflejar la cultura de la violencia y el machismo que hoy afecta nuestra sociedad. 


En resumen: “no más” parecería ser la expresión de esta época. No más verse parado de un lado de la brecha donde la falta de oportunidades, desigualdades y violencia, los condene a no poder tener una mejor calidad de vida. Pero también, entienden que se requiere tiempo para sanar después de los desmanes que tuvieron a muchos jóvenes como protagonistas y carne de cañón. Hay necesidad de construir desde lo micro a lo macro para que haya sentido de apropiación de los cambios que la sociedad necesita. 


Otra opinión de otro invitado  joven


En sus conversaciones con mucho jóvenes de su generación, se percibe mucha rabia, indignación, “sin un relato que inspire para salir del hueco”. Esta situación se ha agravado porque los dirigentes políticos han estimulado las tendencias negativas y no están orientando a la población. Las ideologías de los extremos obscurecen todavía más el panorama que retroalimenta el círculo de desesperanza y desconfianza que hoy es la marca de la sociedad. 


 Y los medios se han convertido en caja de resonancia y difusores de lo banal, donde lo que tiene eco es lo negativo y poquísimo despliegue de los esfuerzos de muchos que van en sentido contrario. 


La crítica a los empresarios de esta voz es muy aguda. Solo se preocupan por lo que han hecho y no por lo que podían ser y hacer. No hay nadie trabajando en un nuevo relato de esperanza que nos devuelva la credibilidad en las instituciones y en el sistema democrático que representan


En este espacio de la Fundacion Origen, que promueve el liderazgo colectivo desde la inclusión y la diversidad, impactando al que impacta, se hace evidente la necesidad de generar este tipo de diálogos francos, donde los participantes aprendemos o  a mirar a los demás a través de sus gafas y no las propias. Vemos la necesidad de removernos  las máscaras y las etiquetas, para dejarnos ver como simples personas que compartimos una realidad muy compleja. desde diferentes ángulos. Estas dinámicas son fundamentales, si queremos encontrar la forma de compartir un propósito superior como sociedad, para alinear los esfuerzos de mucha gente muy buena que hoy trabaja silenciosamente por Colombia. 




sábado, 16 de octubre de 2021

La democracia en peligro en AL, una llamada a la acción



Desde 1995 The Economist, prestigiosa revista inglesa ha publicado el Latinobarometro y reunido datos en 18 países sobre las actitudes de los latinoamericanos en relación a la democracia y las instituciones que la soportan. En su última edición hecha en campo entre octubre y diciembre del 2020 y complementada con entrevistas telefónicas en Mayo de este año, muestra un panorama bastante sombrío de la región.
 

En su último informe nos recuerda que AL fue golpeada mucho más fuerte por el covid-19 que el resto del mundo. Con solo el 8% de la población del planeta tuvo el 14% de los muertos por encima de los datos registrados oficialmente. 



Un numero muy preocupante en la encuesta, muestra que el 88% de los entrevistados no confían en otras personas, siendo la confianza el factor fundamental del capital social de una comunidad. Este resultado puede explicar el rezago cada vez mayor que muestra la región, cuando se la compara con los países más desarrollados. El dato refleja la percepción que la gente tiene de su sistema democrático y de sus instituciones.


Dados estos bajísimos niveles de confianza personal, no fue una sorpresa que la pandemia acelerara otras tendencias, que ya se venían incubado desde tiempo atrás. Una de ellas es el nivel desconfianza que inspiran las instituciones a nivel regional. Los partidos políticos ocuparon el nivel más bajo en la encuesta con el 88%, le siguió el Congreso con el 80%, el Sistema Judicial con el 75% y los Gobiernos con el 72%. La institución menos desprestigiada fue la Iglesia con el 40%



Teniendo en cuenta la desconfianza creciente en las instituciones y en las personas, tampoco es sorprendente que las encuestas presenten una actitud de apoyo decreciente de la gente al sistema democrático. En el 2020, el 70% de las personas entrevistadas en la región, mostraban una insatisfacción importante con el funcionamiento de la democracia. Esta cifra no varió mucho con relación a las obtenidas dos años atrás. En el caso de Colombia la cifra del 80% es aún más preocupante.


Lo que más debe de alertar de estos resultados, es la indiferencia hacia la democracia que   tienen el 25% de los entrevistados, cifra que se duplicó en una década.  La encuesta demostró que la indiferencia, es más pronunciada en la gente joven de las clases más pudientes, que representan la elites en su respectivos países.


Otra señal preocupante fue la elección de Nayib Bukele en el 2019 como Presidente del Salvador.  Este señor, representante de una nueva generación de políticos, desde su posición ha adoptado una actitud antidemocrática y populista. En el primer año, amenazó al Congreso, la Corte Suprema y la Prensa de su país.  Y sin embargo, dos años después de llegar al poder, el 66% de los entrevistados piensan que El Salvador va por buen camino vrs el 19% de los encuestados sobre el mismo tema  en los otros  países de la región . 


En el Uruguay, la percepción de la gente en un periodo de tres años, ha mejorado 15 puntos (60% a 75%) en relación a su preferencia de la democracia sobre otras formas de gobierno. Costa Rica muestra una tendencia similar  en el mismo periodo (60% a 68%). En el caso de Colombia hay una leve mejora pero partiendo de niveles mucho más bajos (38% a 42%). Brazil y Mexico, los dos países más grandes de la región, muestran también niveles muy bajos de aceptación de la democracia cercanos al 40%



Las causas de la insatisfacción son variadas y se manifestaron muy claramente durante las protestas sociales en el 2019 y en Colombia nuevamente en el 2021. Más del 50% de los entrevistados estaban en favor de esta manera de expresión de la insatisfacción con el sistema democrático, a pesar de la violencia y destrozos que ocasionaron en Chile y en nuestro país. 


Las causas más citadas fueron varias. Los  gobiernos sólo representan una minoría y no les importa los demás. El acceso a la salud es un motivo de insatisfacción en países como Chile. La desigualdad en la distribución de la riqueza y las oportunidades son motivo de mucho malestar en todos los países. 


Churchill decía que la democracia era el menos malo de todos los sistemas de gobierno, la evidencia de varios casos en la región le dan la razón. En la Venezuela de Maduro, la democracia dejó de existir hace años, situación que ha obligado a más de 6 millones de sus habitantes a abandonar su país, tema que particularmente nos ha afectado en Colombia. 


Otro ejemplo patético es Nicaragua, donde los Ortega montaron una dictadura familiar. La libertad de expresión y las garantías ciudadanas, en estos países no existen sino en la imaginación de los déspotas que hoy detentan el poder. 


En Perú, via las elecciones, llegó finalmente a la presidencia el Sendero Luminoso después  de causar con actos terroristas más de 300.000 muertos. Y lo hizo, por interpuesta persona de Castillo, un sindicalista desconocido que irrumpió en la escena pública al dirigir una huelga de maestros en el 2017. Hoy tiene en marcha un proceso de desmantelamiento de la democracia peruana, que fue el vehículo utilizado para llegar al poder.  El propósito:  implantar un régimen de corte marxista leninista a pesar de los resultados desastrosos que muestra la historia de esta forma de gobierno. El mejor ejemplo es Cuba en la región. 


No se puede desconocer que, los resultados presentados por The Economist, muestran una crisis de la democracia, que podríamos llamar sistémica, caracterizada por la desconfianza y la indiferencia en la región, con la excepción de Uruguay y Costa Rica. Pero lo más preocupante, es que las alternativas populistas y dictatoriales de izquierda, que han dejado en bancarrota a países como Venezuela y Cuba, se vean como más atractivas y lleven al poder a personajes ineptos como Castillo en el Perú.


Si vemos nuestro caso en Colombia, no se puede tapar el sol con las manos: fallas de nuestra democracia son muchas, pero también los avances que hemos tenido como nación. El problema es que, en es este entorno polarizado y de desconfianza que nos envuelve como una nube negra, mucha gente magnifica las falencias y se niega a reconocer los logros. Y si todo se ve negro, la desesperanza se vuelve la peor consejera para elegir a los dirigentes políticos y por esta razón nos equivocamos. Esa es la realidad que enfrentamos para las elecciones del 2022. 



Mientras en Venezuela, Cuba y Nicaragua, las protestas se suprimen a la fuerza, se persigue a la oposición, la libertad de expresión no existe y se violan sistemáticamente los derechos humanos, en países como Colombia la situación es bastante diferente. 


La gente tiene la libertad de  expresarse, e inclusive de abusar de esa libertad. La evidencia:  los excesos  que vimos durante las marchas sociales que se salieron de madre. Ejemplos como la  toma de Cali, la tercera ciudad más importante y el cierre del principal puerto del país, así lo demuestran. Y si, es evidente que hubieron excesos por parte de la Policía, cuyo desprestigio ha alcanzado niveles históricos, pero estos fueron denunciados y hay procesos condenatorios en marcha. La prensa los publica, y la oposición se puede expresar libremente condenándolos. 


A pesar de que en esta crisis de desconfianza, en que hoy nos movemos como sociedad, hayamos perdido la capacidad de reconocer y valorar los avances que hemos tenido, la solución inteligente no parece llevar al abismo y botar por la borda nuestra democracia, ni los muchos logros  que hemos tenido como sociedad. Nos quejamos de lo que tenemos hasta que lo perdemos y entonces lo lamentamos pero ya es tarde.  ¿Entonces que debemos hacer?


La respuesta contundente: defender nuestra democracia y no abandonar como ratas el barco como sucedió en Venezuela, actitud que la hundió como nación. Despertar la fuerza  del liderazgo colectivo que existe en muchos niveles de nuestra sociedad, para propiciar los cambios que se necesitan, promoviendo una nueva generación de líderes políticos, sociales y empresariales que los orienten y dinamicen el sistema democrático corrigiendo sus fallas.


También, hay  que reconocer el problema. La indignación y el resentimiento se han venido acumulando a lo largo de los años, donde las estructuras que sostienen el sistema democrático, se han  quedando cada vez más atrás del incremento exponencial de las expectativas de la gente. Y cuando hay el vacío de liderazgo que hoy tenemos, el resultado es una sociedad desorientada que es muy vulnerable a los cantos de sirena populista que hoy llegan desde los extremos de los dos espectros políticos. 


La buena noticia es que, ante la alternativa de una dictadura de izquierda o de derecha, y como respuesta a la crisis que hemos tenido después de la pandemia y que ha afectado tan profundamente  a la sociedad, se están comenzando a despertar una serie de iniciativas en todo el país que apuntan en esa dirección. 


Este es el caso en el Valle del Cauca, donde micro, medianos y grandes empresarios, han estructurado un programa de respuesta a la situación social de la región y reunido un fondo inicial de $ 50.000 millones para atender varios frentes prioritarios. Se ha vuelto a despertar el espíritu cívico que caracterizó al sector privado en los años 70 y 80 y que volvió a Cali un referente nacional e internacional. 


En Bogotá, han nacido iniciativas como Colombia cuida Colombia y Motores de Esperanza con el fin de promover nuevos liderazgos y la unión de esfuerzos para generar un mayor impacto colectivo. Con el concurso de importantes empresas, universidades y fundaciones, este último caso busca identificar, visibilizar, conectar y apoyar a muchos líderes que hoy hay en nuestro país para que colectivamente aporten a su transformación. 



El informe del Economist, muestra una realidad que no se puede ignorar por más tiempo. Es una llamada a la acción para que desde diferentes sectores de la sociedad, se pellizquen y movilicen para corregir el rumbo. Hay que atender los temas urgentes que ha destapado la pandemia, pero también hay que enfrentar un tema más urgente aún: contar en el mediano plazo, con unas comunidades de liderazgo colectivo, que desde lo local, se unan en una gran red para sembrar las verdaderas bases de un desarrollo sostenible y de gran impacto, que dinamicé nuestra democracia y beneficie de manera incluyentes a la sociedad.


Sobre este tema seguiré escribiendo, ya que formó parte de un grupo de empresarios, rectores y otras personas, que hemos tomado la decisión de aportar con creatividad a la solución de formar estas comunidades de liderazgo. No queremos ser parte del coro, de quienes se quejan, o están pensando abandonar al país a su suerte. 


Nos merecemos un futuro mejor que Venezuela, Nicaragua, Cuba o Brazil, pero para lograrlo, hay que unirnos y ponernos a trabajar. Los enemigos de la democracia, desde los dos extremos del espectro político, ya lo están haciendo para llevarnos por el camino de la polarización y el odio, que perpetúa una historia de violencia que el famoso acuerdo de paz de Santos, no logró superar.


Si no queremos que tengan existo,  necesitamos ofrecerle a la sociedad, una contra narrativa basada en el ejemplo del liderazgo colectivo,  que promueve la esperanza y la confianza, para  enfrentar la otra  narrativa que nos quieren imponer para nuestro país.