Hoy es cada vez más común escuchar la importancia que juegan las historias o narrativas que nos contamos los seres humanos, para interpretar la compleja realidad, que es la característica principal de nuestra época. Es la manera que utilizamos para darle sentido a nuestro pasado, tener bases para vivir el presente y proyectarnos hacia a el futuro.
Desde épocas pretéritas, han servido para transmitir la cultura a las generaciones que vienen, de manera oral y escrita. El hilo conductor de las historias o narrativas que nos contamos y transmitimos, condiciona muchas veces de manera inconsciente, nuestro devenir individual y colectivo. Se podría afirmar que es la forma en que se transmite el ADN social.
Pero al igual que sucede con su contrapartes biológica, de vez en cuando sufre una alteración aleatoria influenciada por factores externos. En biología este ha sido el camino de la evolución de las especies propuesta por Darwin. En la sociedad, han habido eventos inesperados, que también han cambiado el curso de la historia, y que han producido unas nuevas narrativas, para darle sentido a lo qué pasó.
Hoy se puede afirmar que las historias y narrativas que nos creemos, sirven para entender la cultura de dónde venimos que nos hace ser lo que somos. Pero hay algo más importante aún: nos permiten pronosticar las posibles trayectorias, que vamos a seguir a nivel individual y colectivo. Las historias y narrativas que utilizamos, para explicar lo que somos, definen el imaginario que nos limita o abre nuevas posibilidades.
Pero el poder de las historias y narrativas reside principalmente en su impacto emocional más que en lo racional. Siendo la primera, una dimensión tan fundamental del ser humano, curiosamente no es un tema que se trate explícitamente en los análisis que se hacen de nuestra realidad.
Una historia o narrativa puede inspirar emociones positivas para hacer lo que no se veía posible realizar, y generar esperanza e ilusión de un futuro mejor. También produce emociones negativas que cierran posibilidades. Por ejemplo, el miedo invita a huir y no afrontar una situación. La rabia genera oposición y agresividad que conduce a la violencia. La tristeza que produce resignación y el aceptar que no se es capaz de cambiar la realidad.
El poder que tienen las historias y narrativas para generar una emocionalidad, nos condiciona la interpretación , el entendimiento y la valoración de nuestro pasado, sobre el cual podemos transitar al presente y proyectarnos hacia el futuro. Utilizadas positivamente, pueden inspirar un cambio hacia un propósito superior, generar esperanza que une para la construcción diferente de un mejor futuro.
Desde esta perspectiva, son cada vez más importantes para facilitar los procesos de cambio a nivel personal, organizacional, y de manera más amplia, para una comunidad. Motivan a tener una mentalidad individual y colectiva abierta para apropiarse del cambio. Son esenciales en el ejercicio del liderazgo
Pero las historias y narrativas, también pueden servir para manipular imaginarios que demonizan y dividen. generando miedo, rabia o resignación. Cuando las historias y narrativas se utilizan como armas de destrucción masiva, aprovechando las redes sociales y el poder de las tecnologías de información, se generan movimientos violentos , como el del 6 de enero con la toma del Capitolio en Washinton DC porque Trump difundió la historia de que le habían robado las elecciones. O la narrativa de que la Policía es enemiga del pueblo, difundida durante las marchas sociales en Colombia, amplificando los abusos que si se cometieron, pero que no comprometen a toda la institución.
En el coaching ontológico, para cambiar una historia personal, es necesario visualizar la que quisiéramos tener. Luego hay que entender cuáles son las cosas qué hay que cambiar hoy para lograrlo. Finalmente hay que reconocer los juicios y las emociones que soportaron las historias que traemos de atrás.
El camino para generar una nueva historia genera conflictos y emociones muy fuertes que hacen perder el compromiso y evadir, o miedo que paraliza y hace huir, o rabia que genera oposición, o tristeza que invita a la resignación.
Hoy en Colombia nos hemos dejado tentar por narrativas conflictivas que han capturado la agenda de nuestro país por muchas décadas. El proceso de paz de Santos buscó cambiar la trayectoria de estas historias contradictorias y conflictivas. Por errores de fondo en el ejercicio de liderazgo del expresidente y su equipo, no solo no se logró el cambio, sino que se mutó el conflicto y se agudizó la polarización.
En el proceso de entrar de lleno en una campaña política en los próximos meses, que puede cambiar la narrativa para un grupo dirigente que ha dominado el poder por décadas, es evidente ninguna de las propuestas que están planteando, quienes están aspirando a llegar a la Presidencia de Colombia, está ofreciendo algo inspirador y diferente que nos una y no nos siga dividiendo más.
Se hace necesario que surjan personas, que desde la gran diversidad que caracteriza nuestro país, se unan en unas comunidades de liderazgo colectivo, para que desde lo local, configuren nodos conectados entre sí, desde donde emerja una nueva narrativa incluyente de lo que quisiéramos lograr, la historia que nos quisiéramos creer. Yo estoy personalmente comprometido con un proyecto así: Motores de Esperanza porque me niego a seguir envuelto en la nube de narrativas negativas que están impulsando a Colombia al abismo.
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