A pesar de los avances en la vacunación de la población, la amenaza del covid-19 se sigue presente en el mundo entero. La realidad es que hoy hay un porcentaje mayoritario de países que no han podido acceder, con la velocidad y profundidad necesaria, a esta solución. La puerta sigue abierta, para que la mutación de nuevas variedades de virus, sigan generando otros ciclos de contagios. Y mientras tanto, su impacto continúa produciendo grandes disrupciones en varias áreas, como es el caso del sitio del trabajo, y la forma en que la gente interactúa en su vida laboral.
No es de extrañar que, ante esta realidad que va cambiando todos los días, estén surgiendo varias preocupaciones sobre la sostenibilidad en el largo plazo del trabajo virtual. Esta ha sido una de las características distintivas de esta época tan compleja. Esta posibilidad se aceleró cuando la gente tubo que confinarse en sus hogares para seguir su vida laboral, si es que no habían perdido su trabajo.
Durante más de 19 meses, las personas se han visto obligadas a no tener una interacción física en su vida laboral, y ver cómo se desdibujaba la línea divisoria entre el trabajo y la familia. El impacto ha afectado las relaciones, y también la salud mental de los trabajadores y de sus miembros cercanos. Para no hablar de un aumento muy importante de horas de trabajo, sin que esto haya significado un incremento en los resultados. Sobre este punto hay posiciones encontradas.
Lo que nadie discute es que ha habido una profunda disrupción en temas como la vida urbana de las ciudades y posiblemente en la productividad de las organizaciones, entre otros factores que hoy se comienzan a evaluar y cuestionar en todo el mundo. Hoy se ven muchos espacios de oficinas vacíos que están para vender o arrendar. Y los negocios que surtían las necesidades de estas oficinas con servicios varios, han sufrido un gran impacto.
En este blog quiero abordar las consecuencias para los espacios de trabajo. Entrevistando a una mujer en estos días, me mencionaba la sensación tan extraña que sentía, al no poder conocer en persona a los miembros del equipo en su nuevo trabajo. Y el tema la impactó más, cuando le pidieron que fuera el primer día en su nuevo cargo, a las oficinas de la empresa donde la esperaba otra sorpresa.
Esta compañía había tomado la decisión de devolver una parte importante del área que tenía arrendada antes de que la golpeara la pandemia. Después de 18 meses, la gerencia tomó la decisión de abrir de nuevo las oficinas, para que los empleados comenzaran a volver al trabajo de manera semi presencial y en un espacio más reducido.
Como millones de personas que están regresando al trabajo presencial, mi entrevistada me comentaba como estaba enfrentando la “nueva normalidad” en su nueva vida laboral. Iba a tener un trabajo híbrido presencial y digital que no esperaba. El confinamiento la había afectado mental y físicamente y añoraba volver a estar todos los días con sus compañeros de trabajo.
Extrañaba mucho el contacto humano que la virtualidad le había robado. Me comentaba que ella había sufrido las consecuencias durante el tiempo de pandemia, del trabajo virtual en un apartamento, donde vio como su vida laboral y familiar se desfiguró completamente. No le había sido nada fácil trabajar en un espacio muy apretado de 50 m2, compartiendo el internet con su esposo y los hijos, además de tener que responder por las labores de su hogar.
Pero también, me mencionó que había encontrado más sorpresas en su nuevo trabajo. Dada la nueva modalidad, no le iban asignar un puesto de trabajo fijo. Esto significaba que no podía tener cosas personales, como fotos, reconocimientos, etc. que le daban un sentido de pertenecía. Además, si quería ir más días a la oficina, de los que la compañía le había asignado, tenía que separar un nuevo escritorio, usando una aplicación especial. Esta flexibilidad en la distribución física de los puestos de trabajo ya se venía desarrollando antes de la pandemia.
Esta aceleró la tendencia pero las consecuencias, como me lo explicaba mi entrevistaba, comienzan a hacerse más evidentes. Especialmente, sale afectado el sentido de pertenecía y el de tener un lugar propio con un impacto que puede ser importante en los resultados de cada empleado. En una encuesta hecha por la firma Workthere dedicada a espacios de “co-working”, mostró que el 56% de los entrevistados sentían que eran menos productivos al no tener puestos de trabajo fijos.
Para resolver esta situación, algunas empresas han comenzado a experimentar con la asignación de espacios de trabajo a equipos y no a los individuos. La idea es que todos los miembros del equipo se reúnan, por lo menos dos veces por semana, para compartir, coordinar actividades y socializar.
Es interesante que el día más atractivo para estar en la oficina sea el jueves y el menos popular el viernes, según lo evidenció otra encuesta realizada a 10.000 oficinas en todo el mundo hecha por la plataforma laboral Robin. En otra encuesta hecha por CBRE Research a 77 firmas en diferentes países, el 56% anticipaban que el uso flexible de las oficinas iba a ser “el nuevo normal”. Esto significa que va a haber cientos de miles de m2 de oficinas que van a tener que ser reconvertidas a la fuerza.
Estas nuevas realidades de asignación de puestos de trabajo, han motivado el desarrollo de software especializado, para el planeamiento de la asignación y monitoreo de los puestos de trabajo en espacios más reducidos de oficinas. La empresa consultora Bain en Austin, ha desarrollado sistemas de apps para que los empleados separen días de trabajo presencial con una semana de anticipación. Estas dinámicas implican ajustes importantes para quienes son incapacitados o simplemente no les gusta su nueva situación.
Esta tendencia al uso flexible del espacio de oficinas está obligando a las firmas a planear con más cuidado las áreas para socializar. Pero también, monitorear muy de cerca las señales de desbalance mental y emocional, que hoy son una secuela del covid-19, y una epidemia oculta con un tremendo impacto en el largo plazo en el trabajo.
A pesar de qué hay personas, como mi entrevistada, para quien el trabajo virtual ha tenido una alto impacto, hay otras que aprecian como una bendición, la mayor flexibilidad que les permite esta modalidad laboral.
Ya son 19 meses de disrupción en muchos aspectos de la vida de las personas producida por el covid-19. En los meses y años venideros esteremos presenciando las consecuencias y los cambios que esta pandemia produjo, no solo en la salud, sino en dimensiones tan significativas como el trabajo.
Es difícil predecir cómo se va a ir dibujando “el nuevo normal”. Lo que sí es seguro, es que tendencias que se venían desarrollando, han aumentado significativamente su velocidad e impacto. Mirando hacia adelante, el futuro de los puestos de trabajo como los conocimos, seguramente va a ser muy distinto.
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