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domingo, 2 de noviembre de 2025

Pasiones oscuras: cuando las emociones destruyen la democracia Í Parte

 


 En un blog anterior —Liderar entre la razón y la emoción— planteamos que el deterioro de la democracia no se explica únicamente por fallas técnicas, corrupción o debilidad institucional, sino por una desconexión más profunda: la ruptura del vínculo emocional entre los ciudadanos y el proyecto democrático. La democracia no solo necesita razones —leyes, instituciones, procedimientos— sino también emociones —confianza, esperanza, orgullo, sentido de pertenencia— que le den alma y sentido.

Pero así como hay emociones que pueden construir comunidad y fortalecer el tejido democrático, también existen pasiones oscuras que lo desintegran: el resentimiento, la envidia, el odio, el miedo, la humillación, el cinismo. Esas emociones en su sombre no solo afectan al individuo: cuando se agrupan, se institucionalizan y se convierten en narrativa colectiva, son capaces de incendiar el orden político.

La política es diferente hoy. Guillermo A. Galston la define como esta cosa horrible en su nuevo  libro, "Ira, miedo, dominación: pasiones oscuras y el poder del discurso político"

Este blog es una reflexión sobre esas pasiones oscuras que atraviesan la historia política de América Latina —y de Colombia en particular—, y cómo han sido instrumentalizadas por liderazgos populistas, y es también, sobre la urgencia de recuperar una brújula moral y emocional que permita imaginar otro destino.

La política como espejo del alma colectiva

David Brooks en un reciente artículo en el NY Times refiriéndose al libro de Galston escribía :

“Un desafío central en la vida es cómo se motiva a la gente a hacer las cosas: a votar de cierta manera, a tomar cierto tipo de acción. Los buenos líderes motivan a las personas a través de lo que podrías llamar las pasiones brillantes: esperanza, aspiración, una visión inspiradora de una vida mejor. Pero en estos días, y tal vez durante todos los días, los líderes de todo el espectro político han descubierto que las pasiones oscuras son mucho más fáciles de despertar. La evolución nos ha hecho ser extremadamente sensibles a las amenazas, que los psicólogos llaman sesgo de negatividad”.

Dirigentes políticos como Trump, Bolsonaro y Petro, son maestros  del arte de la manipulación de las pasiones obscuras. Hay un inmenso vacío de verdaderos líderes que inspiren y motiven a la gente recurriendo a las “pasiones brillantes” .

Mauricio García Villegas, en el epílogo de El viejo malestar del Nuevo Mundo, advierte que el malestar político en América Latina tiene raíces que van más allá de la economía o la legalidad. Es un malestar anímico. Las emociones políticas no son solo una consecuencia de los hechos; también son un motor de la historia. Cuando predominan emociones destructivas —como el odio o el resentimiento—, las sociedades tienden a rechazar el pluralismo, a buscar chivos expiatorios y a entregarse a líderes que prometen redención total.

En este contexto, la democracia no muere de un golpe, sino que se desangra poco a poco: se vacía de afecto, se intoxica de cinismo, se convierte en espectáculo. Lo que alguna vez fue un ideal inspirador —el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo— termina reducido a una guerra de trincheras emocionales.

David Brooks lo resume con crudeza: “El declive de nuestras democracias no comenzó con el debilitamiento de las instituciones, sino con “el debilitamiento del carácter moral y emocional de sus ciudadanos”. Y lo más preocupante, señala, es que muchos líderes han aprendido a nutrirse de ese deterioro y con su comportamiento personal, refuerzan esta tendencia y son ejemplo de ella . Petro es un ejemplo patético de esto.

Liderazgos que alimentan la herida

El populismo no es simplemente una estrategia electoral; es una pedagogía emocional. Su narrativa suele activar las pasiones más oscuras de las sociedades: el miedo al otro, el resentimiento hacia las élites, el rechazo a las instituciones, el culto al líder que “sí dice la verdad y entiende mejor que nadie los dolores de su pueblo” . No construye comunidad: construye enemigos.

En las últimas siete décadas , ha habido una gran pérdida de conocimiento moral, una ingenuidad e ignorancia del significado e impacto de  las pasiones oscuras. El resultado es un proceso acelerado de desdibujar y banalizar el mal y su impacto.

Pero para combatir este cancer que está minando la sociedad en su base se va a requerir mucha pedagogía. Vale la pena tener una compresión  del significado de las principales pasiones obscuras, porque a medida que la democracia pierde su encanto civil, ciertas emociones destructivas ganan terreno. Estas pasiones oscuras distorsionan el juicio, erosionan la confianza y bloquean toda posibilidad de encuentro. Comprenderlas es el primer paso para desactivarlas:

  • Ira: Nace del daño percibido a lo que valoramos. Puede ser justa si se orienta al cambio, pero hoy se ha convertido en un estado permanente. En lugar de movilizar, paraliza o destruye.
  • Odio: A diferencia de la ira, el odio no se dirige a una acción, sino a la identidad del otro. No busca reparación, sino eliminación. Anula el diálogo y legitima la exclusión total.
  • Resentimiento: Surge de sentirse humillado o ignorado. Se acumula en silencio y se convierte en combustible para discursos de revancha. Es una herida que no cicatriza, pero sí polariza.
  • Miedo: Cuando es difuso y sin rostro, desorienta. Despierta ansiedad colectiva, favorece el autoritarismo y genera chivos expiatorios. El miedo sin cauce destruye la deliberación.
  • Impulso de dominar: Es la pulsión de controlar al otro. Surge de la inseguridad y el vacío emocional. En política, se expresa como autoritarismo solapado: poder sin empatía, control sin servicio. Brooks afirma que : “Las personas con un fuerte impulso de dominar no pueden soportar la condición de duda. Quieren imponer certezas brutales y simplificaciones crudas”. La política tiene que ver con el poder, por lo que atrae a personas con una libido fuerte dominante. Cuando ese impulso se combina con lo que los psicólogos llaman un tipo de personalidad de "tríada oscura" (maquiavelismo, narcisismo y psicopatía), el resultado es  la llegada de algunos personajes bastante brutales al poder. Trump y Petro son un buen ejemplo.

Hay una fuerza por encima de todas las demás que despierta pasiones oscuras, y la poseemos en abundancia: la humillación. Las personas se sienten humilladas cuando no se les concede igualdad de posición y cuando se les ha privado de algo que creen que es su derecho. Y como todos sabemos, el dolor que no se transforma, se transmite. La gente humillada finalmente ataca.


El problema es que las pasiones oscuras, según  Galston, son imperiales. “Una vez que entran en el cuerpo, tienden a propagarse”. Las pasiones oscuras ahuyentan a las buenas y eso lo saben quienes las manipulan para anular los mensajes que las emociones positivas promueven como la esperanza, el respeto, la curiosidad, etc.

Esta tendencia creciente hace que el ejercicio de la política se perciba de manera negativa. Para Brooks la  razón es más clara: 

“los demagogos en la política, en los medios de comunicación y en línea, han explotado los sentimientos comunes de humillación para despertar pasiones oscuras, y esas pasiones oscuras están deshumanizando nuestra cultura y socavando la democracia liberal. Mi intuición es que solo estamos al comienzo de esta espiral, y que solo empeorará”.

En un próximo blog continuaré desarrollando este tema porque es urgente que haya una pedagogía social y política que aborde los aspectos psicológicos y emocionales de los votantes.




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