Un país se construye conectando los tiempos políticos con su agenda de cambio.
El documento firmado con las FARC, que se someterá al pueblo colombiano el próximo 2 de octubre, contiene puntos que me han generado varias reflexiones, algunas de las cuales ya las he tratado en mis dos blogs anteriores. Y más que afirmaciones, son legítimas preocupaciones que me asaltan en estos momentos, pero que no cambian mi posición personal a favor del SI.
Quisiera comenzar por mostrar lo obvio pero que no ha sido tratado por otros analistas y medios de comunicación: la diferencia entre entre los tiempos políticos y los tiempos de cambio. Hoy, estamos a punto de votar a favor o en contra de la terminación de un enfrentamiento entre las FARC y la sociedad colombiana, después de más de seis décadas de violencia y muerte. ¿Qué hizo posible que hoy estemos tan cerca de este punto de no retorno?
Pues bien, desde mi perspectiva personal, uno podría hacer una lista larga de las causas que pueden explicar los resultados finales de esta negociación, que muchos celebran y otros repudian, llena de muchos sobresaltos, y que ha tomado casi cuatro largos años concretar.
Pero dentro de esa larga lista, yo pondría entre las principales razones, la decisión de introducir la reelección que impulsó Uribe en su primer cuatrienio, y que tuvo consecuencias muy serias para algunos de sus colaboradores quienes la movieron en el Congreso. Y sin embargo, para mí es evidente que, sin haber contado con los 14 años que llevamos con los dos mandatos de Uribe y Santos, una negociación tan compleja como la firmada, no hubiera sido posible realizarla en el periodo típico de cuatro años del periodo presidencial.
La lección que nos deja el proceso para llegar a unos acuerdos con las FARC, es que estos toman mucho más tiempo de lo previsto, y necesitarán aún más tiempo para su implementación. Sin embargo, los tiempos políticos de los periodos presidenciales, eliminada la posibilidad de la reelección, no están alineados con esta realidad.
Tal vez, la gente no se da cuenta de lo que implica tener solo cuatro años de un periodo presidencial para lograr los cambios que la sociedad necesita, y que hoy está definido en nuestra constitución. Mientras se asienta la persona en su cargo, entiende lo que le entregaron, y define lo que va lograr, pasan entre seis a doce meses. Y al final de su periodo, en los últimos seis a ocho meses, su capacidad de gestión se ve muy limitada.
La falta de resultados en un tiempo que es muy corto para implementar cambios estructurales es previsible y no nos debe de sorprender: los cuatro años legales, son en la práctica solo dos años y medio para ejecutar un plan de gobierno. Ahora pregunto: ¿es creíble que en ese tiempo, se puedan desarrollar e implementar los cambios de envergadura en una sociedad como la nuestra, como los que nos esperan en el post conflicto?
Por la razón anterior, al cambiar las reglas de juego del tiempo político, Uribe introdujo una variable que no tenían los gobiernos anteriores para enfrentar el problema de las FARC: más tiempo. Y como este grupo tenía una perspectiva de mucho más largo plazo, que los tiempos políticos de nuestra democracia, esta variable siempre jugaba a su favor. Y me explico.
Los tiempos de nuestra democracia generan varios problemas. No hay sostenibilidad de las apuestas hacia adelante. Y esto es más grave aún, cuando no existe una visión compartida por la sociedad y liderada por los dirigentes políticos de turno. Por otro lado, la rotación en cargos críticos de responsabilidad es muy alta. Como consecuencia, existe una gran dificultad para sostener políticas en el largo plazo. Y para rematar y por definición, lo que dejó el antecesor del cargo no sirve .
Como resultado, cada cuatro años nos reiventamos la rueda; las experiencias anteriores y las lecciones aprendidas no se usa para construir sobre ellas; la atención de la gente está condicionada por las agendas de corto plazo. No se entiende que una agenda de cambio importante toma tiempo consolidar.
Las consecuencias de esta dinámica política son funestas, porque están asociadas a tiempos que están desfasados con los que se requieren para desarrollar e implementar políticas de largo aliento. Cuando esta dinámica se rompe, los resultados son muy distintos. Dos ejemplo claros: la seguridad democrática de Uribe, y la negociación de Santos con las FARC.
Ambos casos tomaron más de los cuatro años del periodo presidencial actual. Por lo ya explicado, estoy seguro que ambos procesos hubieran sido imposibles de implementar en un tiempo menor. Y de hecho, los ocho años de Uribe no le permitieron exterminar al grupo guerrillero como hubiera sido su deseo, aunque sembraron las bases para el proceso que vino en seguida a cargo de Santos.
En un campo distinto al de la paz, vemos algo muy similar. A Santos le tomó todo su primer periodo de gobierno, para poner la casa en orden en el área de infraestructura donde el atraso del país ha sido proverbial, y las equivocaciones de su antecesor eran protuberantes. El primer periodo se aprovechó para corregir de fondo el modelo que no permitía el desarrollo de obras de infraestructura, sin que estas terminaran en grandes escándalos y sobre costos. En su segundo periodo, con unas bases muy diferentes y una nueva institucionalidad, Colombia está desarrollando la agenda más ambiciosa de su historia en materia de infraestructura para la movilidad. Se necesitaron más de cuatro años para avanzar significativamente en este tema vital para la competitividad del país..
Pero como estamos tan enfocados en ver lo malo de nuestro entorno, y no reconocemos nuestros logros para aprender de ellos, estas nuevas realidades no se ven ni se aprecian en su justo valor. Y como no la hacemos, no las defendemos, y aceptamos cambios sin medir las consecuencias.
Si el 2 de octubre el pueblo colombiano le da el SI al acuerdo ente el Estado y las FARC, lo que viene es mucho más complejo. Por definición, es una apuesta de largo plazo que va requerir continuidad de políticas, si no queremos frustrar las expectativas y sembrar las semillas de nuevos conflictos.
Pero resulta que ya no hay reelección, volveremos a tener un desfase entre los tiempos políticos y los tiempos de cambio. La eliminación de la reelección, se basó en sus aspectos negativos, pero no se mencionaron los puntos positivos. Entre ellos, los que permiten la implementación de los procesos de cambio de largo aliento que necesitamos hacia adelante. Este es un tema de especial relevancia para el post conflicto dada la debilidad institucional que tenemos. Definitivamente, no es el mejor panorama para lo que se nos viene.
En el próximo blog, me voy a referir a otra de las reflexiones que me surgieron de la lectura del acuerdo con las FARC, y que a la luz de los comentarios de este blog y los anteriores, me genera una gran preocupación. En el escenario de post conflicto van a haber posiblemente muchos cambios. Unos muy positivos y necesarios, pero otros para los cuales no estamos capacitados, y que van a producir muchos conflictos potenciales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Favor colocar aquí sus comentarios