Este domingo son las elecciones para el Congreso cuando se clarifica hacia dónde se está moviendo la opinión pública para la eleccionario del próximo Presidente. La decisión de por quién votar, tendrá como telón de fondo, la preocupación que he venido tratando en los últimos blogs.
El lector que los haya leído, sobre el tema del impacto de la desconfianza en las instituciones, seguramente tendrá muchas preguntas y reflexiones sobre el porqué hemos llegado a esta situación. También, le interesará encontrar la forma de poder cambiar esta dinámica con un mayor sentido de responsabilidad colectiva .
Igualmente, podrá estar sorprendido, porque siendo un problema tan grave, no es uno de los temas principales de las campañas políticas que se desarrollan en la actualidad. Lo cual me lleva a plantear la necesidad de visibilizar otros temas que también son muy críticos, que están en la raíz de estas dinámicas de desconfianza ciudadana, y que afectan muy seriamente el funcionamiento y gobernabilidad de la sociedad.
A lo largo de varios blogs, he sostenido que el más grave impacto de la desconfianza en las instituciones y los dirigentes políticos, es la desorientación de la gente, su descontento creciente, y disposición a recurrir a hechos violentos, ante la incapacidad del Estado para atender a sus necesidades.
Pero hay algo más grave aún: la frustración que siente mucha gente, que los hace muy vulnerable a los agitadores profesionales, como Petro. Con gran habilidad, estos personajes explotan la desorientación colectiva para manipularlos emocionalmente, usando las mentiras para atizar los odios de clases, los miedos, y ofrecer lo que no pueden cumplir . Estos personajes se posicionan como los salvadores, proponiendo soluciones simplistas y sin dolor, para resolver los problemas complejos que tenemos en la sociedad.
Que hayamos llegado a este estado de cosas no es algo gratuito. Ha sido el resultado de un proceso a lo largo de los años, de descomposición del sentido del servicio y de la ética de lo público. Pero especialmente, porque hay un enorme vacío de liderazgo en la sociedad contemporánea, que se evidencia particularmente en la actividad política.
En Colombia, el desprestigio del oficio de la política ha llegado a niveles muy preocupantes. Las peleas entre los dirigentes más visibles, la corrupción descarada de los políticos sin escrúpulos, y la pasividad ciudadana, han alimentado esta situación. Y si no hacemos nada al respecto, no podemos esperar cambiar las dinámicas descritas, así como tampoco podremos sorprendernos de los resultados que hoy tenemos, de una sociedad cada día más ingobernable y descuadernada.
Entonces: ¿qué podemos hacer?
Desde la Fundación Origen Red de Liderazgo, pensamos que tenemos la obligación de hacer del liderazgo colectivo un tema nacional. Esto implica ayudar a identificar, conectar, visibilizar y potenciar, a muchos LÍDERES, que tengan la vocación de servicio a sus comunidades, en el campo político, empresarial y social de nuestro país.
Y digo liderazgo con mayúsculas, porque no podremos cambiar nuestra realidad, si no contamos con personas preparadas colectivamente y a diferentes niveles, para asumir esta responsabilidad.
En abril del 2015, publiqué el artículo titulado: El liderazgo que necesita Colombia, que recomiendo leer para entender mejor este blog. En ese entonces escribía sobre las condiciones que implica el ejercicio del liderazgo en una sociedad como la nuestra. Mencionaba que: “El proceso histórico que hoy se vive en Colombia no está diseñado para que el sistema siga igual. Es la oportunidad de intervenir las causas raizales so pena de estar repitiendo la historia en pocos años“.
Por la misma época, tuve la oportunidad de ser participante del ejercicio Escenarios 2025, para establecer los posibles futuros de Bogotá y su región. En los tres escenarios que resultaron del ejercicio colectivo, salieron dos factores comunes a todos ellos: el liderazgo y la innovación. Su desarrollo es fundamental si queremos crear las condiciones para tener un futuro diferente.
Aquí vale la pena recordar, que el verbo liderar, tiene su raiz indoeuropea en la palabra "lith", que significa atreverse a dar un paso más allá de los límites, dejando atrás lo que impida avanzar. Esto implica desafiar a la gente para que aprendan a manejar los cambios sistémicos, pero a la escala de los desafíos que enfrentamos en la actualidad y tendremos hacia el futuro.
El gran reto que enfrenta este concepto es cultural, especialmente en el entorno latinoamericano, donde el imaginario del líder está relacionado con el caudillo mítico y carismático. Chávez, Uribe y Correa son tres ejemplos que vienen a la mente como representantes de esta realidad. Y agitadores como Petro pueden ser percibidos bajo esta luz porque deslumbran por su oratoria más no por su ejecutoria pública.
El mayor desafío para nuestras sociedades, es el de entender que estamos enfrentando grandes cambios donde no hay respuestas fáciles a problemas complejos. Y que no es posible pedirle a un solo individuo que asuma la responsabilidad de resolverlos. Esto simplemente no es factible. El Llanero Solitario y el Mesías no tienen cabida en la sociedad contemporánea.
Pero también, hay que estar consciente que el ejercicio del liderazgo, en un entorno con mucha incertidumbre y grandes cambios, significa intervenir sistemas complejos como los que se encuentran en la sociedad. En estos casos, la interconexión de sus partes y sus dinámicas no visibles, hacen que un cambio pequeño en un componente, tenga unos efectos amplificados y no deseados, en otros componentes del sistema.
En el campo de lo público, enfrentamos un gran problema, especialmente con las nuevas generaciones que hoy quisieran servir a causas con un propósito mayor. Pudiéndolo hacer desde el ejercicio sano de la política, y del servicio público, no lo hacen porque esta actividad está totalmente desprestigiada.
Hace unos días, un exalumno de Origen, que tomó la decisión de saltar a la arena política a nivel local, porque quería hacer la diferencia, me comentaba: “ estoy muy confundido porque me avergüenzo de decir que soy político. Cuando asisto a reuniones con la comunidad, mucha gente me ve con despreció y con mucha agresividad”.
Otro exalumno nos escribía: “los pocos que deciden optar por entrar al servicio público se quejan de la frustración que les produce un sistema inmovilizado por la corrupción, el exceso de burocracia o la falta de competencia y capacidades de los funcionarios públicos. En general, la queja recurrente es la dificultad para mejorar las prácticas del servicio público, por la falta de colegas con el objetivo de servir a la comunidad, en lugar de perseguir intereses individuales y de partidos políticos que los apoyen en esta tarea”.
Y si más adelante alguien con verdadera vocación de servicio público, sale elegido, “ se encuentra con una titánica pared de obstáculos. Además de recuperar su inversión, tiene la necesidad de aliarse con el denominado “establecimiento político” que lo apoyó” .
“Ya elegido le invade un sentimiento de impotencia mayúsculo, toda vez que las transformaciones o proyectos que quiere emprender, se ven frustradas por los intereses del “establecimiento político” que lo respaldó, o por la mediocridad burocrática en la que está sumergida la administración pública, y en general el sistema institucional”.
Si está es la imagen que se tiene de una actividad vital en una sociedad, el reto más grande debería ser el de devolverle la dignidad al ejercicio limpio y transparente de la política. Pero esto implica ayudar a formar y capacitar a muchas personas, que seguramente podrían ser excelentes representantes de sus comunidades.
Pero muchos no se atreven, por pena o asco, al ver el lamentable ejemplo que nos dan todos los días muchos los dirigentes políticos que tenemos. No se quieren exponer a sacrificar sus principios en un entorno dañado, donde lo primordial, es sacar la mayor tajada posible de los recursos públicos.
Desde Origen, queremos proponer un movimiento para formar una Red Nacional de Liderazgo, que ayude a quienes han demostrado capacidad de ejercerlo en su comunidades, y que se sientan apoyados para continuar y amplificar su labor. Ojalá muchos de ellos, tomen la decisión de hacerlo desde el campo de la política, pero con una visión limpia y transparente de servicio público
Estamos seguros, porque lo hemos constatado a través de nuestro proceso de formación y apoyo para el ejercicio del liderazgo, por el cual han pasado más de 800 personas muy diversas, que hay mucha gente extraordinaria que podría hacerle un gran servicio a sus comunidades y al país.
Hemos encontrado que la mayoría de estas personas son invisibles, están solas y desconectadas. Son unas joyas ocultas que tiene nuestra sociedad que no están activadas a su máximo potencial.
Creemos que bajo el paraguas de una red de soporte, donde se forme una comunidad de líderes diversos, con una visión compartida, mecanismos de apoyo y una tarea local, estaríamos formando las capacidades de liderazgo que Colombia urgentemente necesita para acelerar su transformación.
Con las intervenciones de este tipo de personas, todo es posible, sin ellas solo nos salvaría un milagro. Por eso proponemos poner nuestro grano de arena, para que sea una prioridad identificar y potencializar a los lideres que Colombia necesita a todo nivel.
Y también, para que el tema se entienda y se reconozca, como el más importante de la agenda nacional de desarrollo de largo plazo. Así como la infraestructura física del país se volvió finalmente una prioridad, necesitamos también contar con la infraestructura de liderazgo para apuntalar los cambios urgentes que requiere nuestro país.
Por último, al identificar a un grupo cada vez más numeroso de personas que puedan ejercer un liderazgo ético desde lo público, pero también desde otros sectores de la sociedad, estaríamos generando la base de los nuevos héroes que deben de ser los modelos de rol para todos. Estaríamos haciendo un cambio de la cultura de los ídolos mafiosos, para reemplazarlos por quienes son unos verdaderos ejemplos que nos permitan recuperar la confianza en nosotros mismos y la credibilidad institucional.
Espero que estas reflexiones, le sirvan al lector el próximo domingo, el momento de depositar su voto para el Senado y la Cámara. Es una excelente oportunidad para apoyar a personas jóvenes que aspiran a llegar a estas corporaciones por primera vez y que los inspira el deseo de servir y no de servirse del cargo para lucrarse personalmente
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