Por las altas temperaturas en el verano, cuando se aumenta el uso de los aires acondicionados, el sistema de energía estaba diseñado para absorber grandes consumos.Pero no se esperaba que hubiera una disparada de la demanda en invierno, aunque se preveía que pudieran haber picos por el uso de calentadores eléctricos. Pero la combinación de hielo y nieve con bajísimas temperaturas, colapsaron el sistema.
La situación ha disparado las alarmas porque ha desnudado una profunda debilidad del sistema de generación y distribución, cuando se ve expuesto a condiciones no vistas antes, debido a los cambios climáticos cada vez más evidentes que se están produciendo en todo el mundo. Esta situación está afectando particularmente a millones de personas en países como los Estados Unidos, que se quedaron sin los servicios básicos, en medio de temperaturas árticas, para las cuales no estaban preparados.
Lo sucedido, irónicamente, se puede literalmente atribuir a la “tormenta perfecta”, cuando varios factores se sumaron y se reforzaron entre sí, para llevar al colapso del sistema, enfrentándolo a un escenario más grave que el peor contemplado en su diseño.
A medida que las temperaturas fueron bajando a niveles de congelamiento extremo, las personas tuvieron que aumentar el uso de los calentadores eléctricos, lo cual disparó la demanda de energía a niveles no esperados. Mientras tanto, las plantas de generación de energía, salieron de operación por el congelamiento producido y por la imposibilidad de abastecerlas de gas debido al aumento de la demanda. Y para agravar aún más la situación, las turbinas de viento se congelaron y dejaron de producir energía y uno de los dos reactores nucleares también dejó de funcionar.
A medida que los efectos del cambio climático se van acelerando, los escenarios más negativos contemplados en el diseño de los sistema de energía se van a quedar cortos para responder a situaciones como las que sucedieron esta semana en Texas y en otros estados de los Estados Unidos. Las series de datos estadísticos históricos, utilizados tradicionalmente para proyectar los diseños, no van a servir para prever hacia adelante las peores condiciones posibles.
Las caídas de temperatura en estados como Texas, paradójicamente pueden ser el resultado del calentamiento global. Esto se debe a que el aumento de temperatura en el Artico está debilitando las corrientes de aire que circulan en esas latitudes nórdicas (jet stream) y que frenan la expansión del aire frígido del vórtice polar. El resultado es que el aire helado se mueve hacia el sur con los efectos que se vieron en Texas.
El calentamiento global, y sus consecuencias en los cambios de las condiciones climáticas, está generando un aumento significativo de los riesgos que comprometen la confiabilidad de los sistemas de energía. Con un problema más serio aún: poder predecir cuál debería ser el peor escenario, cuando los cambios climáticos son cada vez más impredecibles y violentos, para poder diseñar y planear nuevas alternativas de respuesta.
Como se evidencia en el caso de Texas, el efecto múltiple y en cadena, puede comprometer a todas las piezas que integran el sistema. Ya no es una garantía, ni tampoco es un seguro, el contar con más componentes de respaldo. Además de que pueden ser muy costosos, en condiciones de alta impredecibilidad y volatilidad, parecería que no son la mejor solución. Claro que, algunas personas podrían argumentar, el costo aún mayor de la interrupción de los servicios, por los múltiples efectos que se generan.
En países de estaciones, como Estados Unidos, es posible dotar a las turbinas eólicas de calentadores para evitar la parálisis del servicio por congelación, como de hecho lo hacen en algunos estados del norte y en Europa. Conectar la red de distribución a otros estados también sirve para balancear las cargas. El problema de Texas es que se han negado a hacerlo. Dotar las plantas térmicas de tanques con petróleo en caso de fallas en el gas es otra posibilidad. Pero todo cuesta dinero y no es fácil trasladar estos costos al consumidor.
Lo sucedido esta semana en los Estados Unidos, más los desastres ecológicos producidos por las altas temperaturas, que han generado grandes incendios en diferentes partes del mundo, inundaciones y sequías, nos dejan unas grandes pregunta sobre la mesa:
¿Cómo prepararnos mejor para enfrentar lo inesperado, en un mundo donde el cambio climático ha aumentado la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad que éste produce?
¿Cómo construir más capacidad de resilencia en los sistemas energéticos?
¿Cómo manejar una dependencia cada vez mayor del fluido eléctrico debido a la necesidad de bajar el consumo de otros recursos contaminantes como el petróleo y el carbón?
Eliminar las fuentes de energía contaminante es una necesidad imperiosa para controlar el calentamiento global, pero al mismo tiempo, también lo es buscar mecanismos costo efectivos para adaptar a los sistemas de suministro de energía, a las condiciones cambiantes que se seguirán produciendo.
Las preguntas y las consideraciones anteriores, derivadas del desastre de Texas, nos debería despertar a una cruda realidad: el cambio climático acelerado nos estará sometiendo hacia adelante a unas situaciones impredecibles mientras no sea abordado con seriedad a nivel mundial.
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