Cerrado en principio el eterno tema de las FARC, que ha mantenido secuestrada la agenda nacional por tanto tiempo, el escándalo de Odebreacht finalmente está sirviendo como catalizador para que la sociedad colombiana se mire a sí misma. Y como la Bruja, en el cuento de Blanca Nieves, busque una respuesta: " espejito, espejito, dime la verdad". Las FARC y otros grupos similares, por décadas, habían servido convenientemente para evitar confrontar otros muchos retos urgentes que tenemos como sociedad, entre ellos el de la corrupción.
Es evidente que la gente está hastiada del daño que este fenómeno produce en nuestro país. Sin embargo, hay algo más que sucedió, y que puede explicar el efecto viral que produjo mi blog sobre Odebreacht. Posiblemente, porque sirvió para que se tuviera una visión distinta de los costos ocultos de la corrupción, ya que busqué iluminar aspectos sobre los cuales nadie quiere hablar. Y el problema es el impacto inmenso que estamos pagando todos como sociedad, y que va mucho más allá de las escalofriantes sumas de dinero que están comprometidas.
Por ejemplo, como lo mencionaba la semana pasada, un costo muy alto es el de la sospecha que se cierne como una nube negra sobre las personas y las instituciones en Colombia. El resultado es la inmensa desconfianza que invisibiliza los avances positivos que hemos tenido como sociedad. Pero también, este fenómeno social tan negativo, mancha la reputación de muchas personas que han tenido trayectorias limpias en su vida profesional.
Otro ejemplo. Los proyecto Ruta del Sol II y la ampliación para navegar el Río Magdalena, van a tener una demora, por lo menos de dos años más, en la terminación de estas obras.
Dada la gravedad del escándalo es necesario hacerse las preguntas difíciles como por ejemplo: ¿ cuál sería el peor escenario? Si desafortunadamente la cosa se agrava más, los socios de los brasileños en los proyectos comprometidos, quedarían impedidos para contratar con el Estado
En este escenario las firmas contratistas colombianas comprometidas, tendrían que paralizar otros contratos por 11 billones de pesos en obras de 4G !!!. Esto significaría la estocada para el mayor esfuerzo de infraestructura en la historia de nuestro país. Y si esto ocurriera, se comprometería al sistema financiero nacional que corre con el 50% de los recursos comprometidos. Para no hablar que está sería la estocada final para Santos, quien pasa por su peor momento de credibilidad de su mandato. Mejor dicho, la debacle.
A hora bien, ¿si el espejito consultado por la bruja, pudiera orientar a los colombianos de cómo proceder ante nuestra realidad, que nos diría?. Seguramente, nos invitaría a que reconocer la realidad: el corazón del problema está en nosotros mismos, y es una realidad que no hemos querido enfrentar.
Esta realidad se puede sintetizarse en algunas palabras que buscaremos no querer escuchar: indiferencia, decidía, apatía, laxitud moral y permisividad. Las mismas enmarcan los comportamientos que reflejan la cultura, que hemos construido por acción u omisión, a lo largo de nuestra historia como nación. Y esto se ha traducido en una sociedad que no tiene un compás moral cuando más lo necesita.
Hoy en día, las manifestaciones más visibles de esa realidad, son la corrupción, la búsqueda del atajo, el uso de la violencia. Pero todas ellas están enmarcadas por un problema aún mayor: tenemos dirigentes políticos, religiosos, sociales y empresariales, que no han estado a la altura de las circunstancias. Y esta afirmación si que tiene mayor validez hoy en día.
Pero el espejito nos diría otras cosas. Por ejemplo, que en estos momentos históricos por los que estamos pasando en Colombia como sociedad, acusamos un profundo vacío de liderazgo, y una ausencia de modelos de rol positivos, necesarios para mostrarle el camino hacia adelante a la gente, y que hoy se siente confundida, indignada y engañada, por lo que están viendo todo los días.
Pero nuestro espejito también nos haría caer en cuenta de otra realidad muy preocupante: hay mucha gente que está esperando que alguien les haga el milagro de cambiar las cosas. Son personas que no se sienten responsables de la situación general que tenemos en Colombia, ni tampoco se arriesgan a tomar el control de su propio destino. En estas condiciones, son presas muy fáciles para ser engatusadas por populistas sin escrúpulos, como lo vemos hoy en los Estados Unidos.
Dado este estado de ánimo, nuestro espejito también nos advertiría de los riesgos. Las personas desorientadas y pasivas, no tienen una perspectiva para analizar su realidad, así como tampoco las oportunidades y peligros que se les abren. Más grave aún, son personas que no tienen la capacidad crítica para ver y apreciar los aspectos muy positivos que también hemos construido como sociedad, y que son los pilares para seguir nuestro camino hacia adelante. Y como son personas que no se valoran, tampoco se cuidan y se defienden de los riesgos de ser engañados por políticos sin escrúpulos, que saben aprovechar sus debilidades.
Esta dinámica social es muy grave. Sirve para explicar la auto imagen negativa que tenemos de nosotros mismos, y la desesperanza que se escucha en muchas conversaciones en Colombia. Con esta actitud no podemos ver ni valorar muchas avances que hemos tenido como sociedad en las últimas décadas. Lo irónico es que estos logros si son vistos más objetivamente por los extranjeros que nos visitan, razón por la que han venido invirtiendo en nuestro país en los últimos años.
Nuestro espejito seguiría mostrándonos otro riesgo del resultado de estas tendencias, y que es un pasatiempo nacional muy negativo: el auto flagelamiento permanente que nos hace imprudentes y panditos en los juicios que hacemos de nosotros mismos. Las consecuencias son funestas: no aprendemos de los aspectos valiosos de nuestra historia cuyos activos no valorizamos ni apreciamos para seguir hacia adelante.
Pero los peligros son aún mayores. En este entorno tan ácido, florece la desconfianza generalizada hacia los demás, y hacia las instituciones que tenemos. No nos damos cuenta de su importancia, y por lo tanto, no las protegemos. No entendemos que la confianza es el pegante fundamental que permite que una sociedad funcione bien.
Pero tampoco entendemos que las instituciones son fundamentales porque le permiten a una sociedad tener mecanismos para construir colectivamente, a partir de normas que regulan el comportamiento de sus miembros, en medio de un entorno que cambia cada día más rápidamente. En lugar de atacarlas y desprestigiarlas, lo que hay que hacer es exigirles cada día más para que estén a la altura de los retos colectivos que tenemos como sociedad.
Con este escrito no pretendo desconocer que en Colombia tenemos muchos retos y problemas que debemos de enfrentar. Pero el argumento que quiero defender, busca mostrar que tenemos una combinación muy peligrosa: el auto flagelamiento, el desconocimiento de nuestros logros que son activos de la sociedad, sumadas a la crítica mal informada y la indignación, combinada con la indiferencia y el fatalismo. Con este bagaje tan negativo, es muy difícil recorrer el camino para enfrentarnos como adultos a nuestros problemas y cambiar nuestra realidad .
Y nuestro espejito finalmente nos advertiría de algo muy importante: el costo que estamos pagando por esta vía y las frustraciones consiguientes son muy altos. Pero lo que es peor, le dejamos el camino abierto a los "Trump de este mundo", para que en las próximas elecciones en el 2018, nos conduzcan al despeñadero. Lo impensable ya pasó en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña, ya lo vimos con el Plebiscito en Colombia, luego todo está servido para que tengamos una segunda dosis en menos de dos años. Y si esto pasa nos merecemos nuestra suerte por estúpidos y no haberle hecho caso a tiempo a nuestro espejito de la bruja !!!.
Excelente reflexión. Gracias
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