Hace unas semanas escribí un blog: “ Que es la realidad”, donde me referí al poder de las creencias como filtros de interpretación de la realidad. En esta ocasión voy a ampliar algunas reflexiones sobre el tema, porque lo considero de tremenda actualidad.
A pesar de su importancia, las creencias no habían sido motivo de muchas reflexiones por parte de los analistas, los formadores de opinión, y en general los medios de comunicación. Desde el resultado del Brexit en la Gran Bretaña y la elección de Trump en los Estados Unidos, el tema se ha convertido en motivo creciente de reflexión.
Hay diferentes maneras de entender esta tendencia. A medida que avanzamos en el siglo XXI, su relevancia aumenta debido al impacto y la complejidad de los cambios que estamos experimentando los seres humanos. Hay una nueva realidad que no entendemos, nos sentimos amenazados, y por lo tanto, nos refugiamos en lo que creemos entender para defendernos de ella.
En un artículo reciente del Economist de junio 7, esta prestigiosa publicación, reconoce que el errar es humano, y también lo debe ser, el aprender de nuestros errores. Y de hecho, hace una lista de las equivocaciones que han cometido en la interpretación de diferentes momentos de la historia contemporánea, y que han sido cubiertos por este medio tan reconocido a nivel internacional, por la calidad y profundidad de sus análisis.
Este artículo plantea un problema que tiene cada vez más actualidad: lo doloroso que es reconocer que nos hemos equivocado. Pero hasta la mejor pitonisa se puede equivocar, al tratar de proyectarse hacia el futuro, dada la complejidad creciente y sistémica del mundo en que vivimos. Esto nos impone un reto cada vez más grande: superar la reacción primaria de no aceptar la equivocación y aprender de ella. Y para ello debemos tener conciencia de nuestras creencias.
Pero la realidad que hoy observamos es muy diferente. Al analizar la forma en que respondemos a nuestros errores todos los días, cada vez tenemos más dificultad en aceptar que somos falibles, y que nos cuesta trabajo reflexionar y aprender de ellos. Quedamos atrapados en una dinámica donde buscamos darles prioridad a nuestros deseos de que las cosas fueran diferentes, y nos negamos a aceptar la evidencia contraria que los contradice. Actuamos de una manera irracional, condicionada por nuestras creencias, que nos afecta muy negativamente porque nos impide modificarlas para aprender de nuestras equivocaciones.
El impacto de este comportamiento ha sido ampliamente estudiado en el campo de las ciencias económicas. En muchas decisiones fundamentales, especialmente en un ambiente de alta incertidumbre, los seres humanos no actuamos racionalmente. Nuestra reacción emocional, ante situaciones que no entendemos, nos predispone a ignorar la información que contradice las creencias que estamos utilizando para tratar de interpretar la nueva realidad. Como resultado, tomamos malas decisiones y pagamos unos costos muy altos por nuestras equivocaciones.
En unos estudios del 2016 en el area de Economía, realizados en la Universidad de Princeton y la de Toulouse, mostraban el porque las creencias son muy valoradas y defendidas por los seres humanos. “Invertimos mucho tiempo y recursos construyéndolas y terminan siendo parte de nuestra identidad”. Este esfuerzo nos hace sentir bien y buscamos conservarlas a toda costa. Cualquiera cosa que las desafíe no es bien recibida. No estamos dispuestos ni abiertos a modificarlas. Tampoco estamos conscientes del altísimo costo que esto produce.
Lo importante es entender el impacto de las creencias: son poderosos filtros para interpretar la realidad, y que influyen significativamente en nuestros comportamientos. Algunas de ellas nos habilitan y otras nos pueden frenar. Un buen ejemplo es el “efecto Pigmalion” que tiene un poder impresionante en los resultados exitosos o desastrosos de los niños y los adultos. Este efecto se logra, cuando una persona tiene la creencia de que pueden o no lograr un resultado, o está condicionada por las expectativas de otros.
De acuerdo al estudio del señor Bénabou de Toulouse, hay tres posibles categorías de respuestas mediante las cuales las personan buscan justificar sus creencias. “La ignorancia estratégica” para evitar la información que presente evidencia contraria a la creencia. “La negación de la realidad” para racionalizar evidencia que contradice la creencia, mediante la construcción de teorías reforzadas que la justifican. Y la “creación de herramientas propias” para interpretar los hechos y acomodarlos a la creencia personal.
Ejemplos de lo las tres tendencias abundan hoy en día. Los votantes del Brexit ignoraron la información que mostraba el inmenso daño que se iba a infringir en la economía inglesa. Muchos de ellos lo racionalizaron inventándose teorías conspiratorias en contra de los ingleses por parte de la burocracia de la CE, lo que abrió la oportunidad a las noticias falsas. Para reforzar sus creencias, se vincularon a grupos en las redes sociales, donde solo estaban personas con visiones similares.
Según estos estudios, lo anterior da oriegen “al razonamiento motivado”. El tema puede ser muy peligroso cuando es compartido por un grupo grande de personas que se niegan a aceptar la evidencia de los hechos que contradicen sus creencias.
En Show Time, hay extraordinario ejemplo en una serie sobre el cambio climático, donde se documenta el efecto de las creencias religiosas en una comunidad en Texas, para negar los efectos cada día más dramáticos de este fenómeno mundial. Esto sucede, a pesar de la evidencia creciente del problema, y que ha llevado a 189 países a firmar el pacto de París. Este pacto ha sido rechazado por Trump, impulsado por la visión negacionista de los republicanos
En Colombia se evidencia un efecto similar alrededor del “castrochavismo”, termino inventado por Uribe para atacar los acuerdos con las FARC. Según esta creencia, el resultado del proceso nos va a llevar a una situación similar a Venezuela, a pesar de que las circunstancias históricas, y de recursos, son muy distintas entre los dos paises. Sin embargo, esta creencia, hábilmente manipulada por Uribe, está en el corazón de la profunda división que ha impedido que se vea este proceso como una oportunidad única por parte de más de cinco millones de colombianos.
Como lo señala el artículo del Economist, estos efectos de pensamiento grupal, se agudizan cuando sus miembros comparten un destino común, que expone al miembro a las consecuencias de los errores colectivos, aún si quisiera salirse del grupo. Por lo tanto, hay poco beneficio de salirse por el costo de aceptar que se estaba equivocado. Se genera una dinámica perversa que impide reconocerlo. Los errores no se capitalizan, y el aprendizaje es nulo.
Cuando hay una comunidad de expertos, que comparten un paradigma determinado, es muy inusual que estas personas acepten que estaban equivocadas. Cambiar de opinión tiene muchas veces un costo reputacional que se percibe como muy alto. Un ejemplo se vivió después de la crisis financiera del 2008, cuando los expertos economistas no aceptaron que se habían equivocado al leer las señales que estaban frente a ellos. Había la creencia de que el boom, de los años anteriores, era sostenible. Quedaron ciegos ante el problema que estalló en ese año, con unos costos astronómicos en los Estados Unidos y Europa.
En estas dinámicas, tiene un efecto muy reducido la información que venga de fuentes independientes, para cambiar las creencias colectivas hasta que estalla la crisis. Esto explica el porque se ahogan las voces de los expertos, como en Inglaterra, y que nos ha llevado a la “era de la post verdad”. En este nuevo mundo la evidencia empírica, soportada por hechos y datos, está siendo remplazada por opiniones ligeras basadas en creencias sin fundamento.
Y lo que es peor, cuando esto sucede, hay una incapacidad de reconocer el error, y existe una tendencia de buscar un culpable externo: los refugiados, los gringos, las conspiraciones de los enemigos ocultos, etc. Estos son los villanos utilizados por los populistas irresponsables para sembrar el miedo, y justificar las creencias y sus comportamientos asociados. El ejemplo actual de Maduro en Venezuela es muy iluminante.
En una Colombia polarizada como la de hoy, es casi un imposible metafísico, pensar que personas como Uribe o Santos, sean capaces de reconocer públicamente sus errores. Un gesto de este tipo, sería filtrado por sus respectivas creencias, y visto como un riesgo con pocos beneficios, que sería utilizado en su contra por los enemigos políticos. Esta dinámica retroalimenta el círculo destructivo de odios y miedos que hoy se vive en la política colombiana.
Y para terminar, este tipo de dinámicas basadas en creencias no soportadas por los hechos, que se defienden irracionalmente, han permitido que hoy nos movamos en un entorno donde la descalificación prima sobre el aprendizaje y la reflexión. Por esa razón, no hay debates con altura alrededor de las ideas. En ese entorno, lo que hay son ataques personales, que hace muy difícil hacer visibles las creencias que nos siguen inmovilizando como sociedad, y nos hace presas de populistas que las aprovechan para impulsar sus intereses personales.
Ante el proceso para las elecciones del 2018 que ya se inició, ¿habrá un tema más importante que el hacer visibles las creencias que hoy nos frenan para lograr nuestro verdadero potencial como sociedad?
Muy buen aporte. Gracias.
ResponderEliminarExcelente análisis y reflexión, oportuna y pertinente.
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