En el blog anterior, comencé a desarrollar el concepto de cultura ciudadana y la importancia de las normas sociales, a partir de unas conversaciones sobre estos temas, que tuve la oportunidad de tener con el Dr Henry Murrain, director de Corpovisionarios, entidad fundada por el ex alcalde Antanas Mockus, quien introdujo estos temas en la política colombiana hace dos décadas. En este blog continuaré desarrollando el tema.
El cambio de la cultura ciudadana se enfrenta con la modificación de mitos que vienen desde la colonia. Desde esa época, tenemos unos conceptos despreciativos de los demás que son la base de una narrativa negativa en contra de la igualdad y la inclusión. Esto explica nuestra obsesión por saber de donde viene una persona, y la representación clasista, que se refleja en la clasificación por estratos sociales. También, se expresa en la famosa frase de un hijo de un político, al ser detenido por la policía, y que fue motivo de gran escándalo hace dos años :”usted no sabe quién soy yo”
De acuerdo a los estudios de Corpovisionarios, en Colombia hay la percepción generalizada de que todos los demás son tramposos, y que si se les da la oportunidad, me pueden tumbar. Esta percepción se ve reflejada en el dicho popular: “no dar papaya”. Pero si usted lo hace, yo también me siento legitimado para hacerlo, y nace otro dicho popular: “papaya servida papaya partida”. Y en el imaginario colectivo, estas expresiones corresponden al onceavo y doceavo mandamiento de la ley de Dios. Esta lógica de relacionamiento se observa en todo el país.
Pero el cambio de cultura ciudadana se enfrenta con otras barreras. En cuanto más se perciba como diferente una persona, se tiene la creencia de que no es de confiar.
El lenguaje popular sintetiza todas estas creencias cuando se habla de “una colombianada” para referirse a lo corrupto, lo burdo o lo mediocre. Alguien que se cuela en una fila o hace una trampa, se le explica con este término. Tomamos de forma jovial el tema y lo aceptamos como una verdad que describe a todos los colombianos, excepto a mi.
El problema es que esta narrativa se fomenta y se refuerza todos los días, desde la familia, en las telenovelas, en los chistes populares, en los sermones los domingos y en otras manifestaciones de la vida cotidiana. Por esta razón, cambiar este tipo de cultura, utilizando métodos como las vallas publicitarias, no hace para nada la diferencia.
Y como es incómodo sentirse parte de una comunidad, que no se reconoce como igual, a pesar de tener el mismo pasaporte, la gente busca como diferenciarse para sentirse mejor y distinta. Una manera de hacerlo, es la valoración de los referentes extranjeros por encima de propios. Murrain comentaba, que esta realidad es la mejor demostración de los complejos que tenemos, y la falta de identidad que nos caracteriza.
Esta dinámica social, también explica nuestra postura clasista imperante. Todo lo que venga de afuera se aprecia, pero si proviene de adentro, se desprecia. No se ve que hay algo propio que nos haga valiosos. Somos mejores en cuanto tengamos algo distinto.
Murrain también introdujo en su charla, otro aspecto que influencia nuestra percepción de la realidad, y que impide el cambio de la cultura ciudadana: los sesgos o prejuicios. El cerebro tiende a elaborarlos rápidamente junto con las normas sociales, sin un proceso deliberado de reflexión. Esto se produce frente a ciertas condiciones externas.
A manera de ejemplo: a una persona se la juzgo por su aspecto, como una persona confiable, y a otra con un aspecto diferente, puedo desconfiarse de ella. Esta dinámica se acentúa en sociedades más racistas o clasistas, que en sociedades más igualitarias. Es una respuesta aprendida que tiene un impacto en la otra persona.
Los sesgos, son elementos de pensamiento rápido, que son fundamentales para simplificar la información masiva que recibe el cerebro. La racionalidad opera mucho menos y solo para algunas cosas. Es un desarrollo biológico que tiene aspectos positivos para la socialización, pero también tiene aspectos negativos como los prejuicios.
Los sesgos o prejuicios, son opiniones preconcebidas, en función de unas expectativas aprendidas y sin ser racionalmente conscientes. Un ejemplo son los sesgos de género o de raza que no se controlan. En cuanto más igualitaria sea una sociedad, hay menos sesgos discriminatorios, y más cuenta el talento y los méritos, y se evita la trampa de los prejuicios.
¿Porqué son tan importantes los sesgos? Lo son porque las expectativas se proyectan de una persona a otra. Lo que yo espero del otro y de lo que el otro opina de mi. Y como ya se dijo, los sesgos no se controlan
En una sociedad como la sueca, nadie se siente por encima de los demás, lo que explica en buena medida su desarrollo. Hay más inclinación hacia la colaboración y una mejor convivencia entre sus miembros.
La cultura genera un repertorio de cosas de lo que se debe esperar, y donde se pueden generar sesgos complejos. Un ejemplo: en una cultura machista, se espera muy poco de las mujeres. En una cultura xenófoba, se desconfía del extranjero. Por esta razón, la importancia de entender el tema de sesgos y su impacto en las normas sociales. Ambos están relacionados con la cultura ciudadana.
En Barrancabermeja, una de las ciudades mas violentas de Colombia por muchos años, Corpovisionarios utilizó mecanismos creativos como en Bogotá, para lograr asesorar a su alcalde, con el fin de apoyar la baja de la tasa de violencia de manera dramática
En este caso, se cambió la narrativa que tenían los ciudadanos de su realidad, utilizando prácticas diarias, que invitaban a desarrollar nuevas normas sociales de lo que se esperaba de todos. Otro ejemplo que recordamos los bogotanos, fue el uso de mimos y las zebras, para invitar a los conductores a respetar al peatón que cruza una calle.
Pero también, se necesita aprovechar un momento de quiebre colectivo, donde se genera una altísima tensión que hay que utilizar para movilizar el cambio cultural. En el caso de Bogotá, fue la percepción y la desesperanza que se tenia en esa época, de una ciudad fallida.
Un reflexión final sobre estos temas. Cada persona está condicionada y tiene una predisposición, por los discursos de la sociedad de donde viene. Para cambiar la cultura, hay que modificar estos discursos, para mostrar que hay más gente parecida a uno. El problema de la discriminación no se logra corregir en un entorno de desigualdad social.
No deja de sorprender, que ante los inmensos retos que enfrentamos como país, y que tienen sus expresiones propias en cada región, el tema del cambio de la cultura ciudadana no tenga la importancia que se merece. Este debería ser un punto fundamental que la gente aprecia mucho, como lo demuestra la elección de Mockus al Senado en las pasadas elecciones.
Desafortunadamente, los políticos tradicionales no entienden la importancia que significa el cambio en la cultura ciudadana. Posiblemente, porque les falta la imaginación y la creatividad para abordarlo. Pero sobre todo, porque se requiere del ejercicio del liderazgo, que hoy brilla por su ausencia en Colombia.
Mientras en Colombia sigamos con la cultura del atajo, y veamos al otro como diferente, la corrupción seguirá rampante y la desigualdad será cada día mayor.
Cambiar la cultura ciudadana es posible, como lo demostró Mockus en su primer mandato como alcalde de Bogotá, y en el corto periodo de tres años. Durante ese lapso, los habitantes de Bogotá, aprendimos a respetar y valorar la importancia de normas sociales para mejorar la calidad de vida y la convivencia social. Se demostró que si se puede y que la gente responde cuando hay el liderazgo que inspire el camino.
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