Tuve la fortuna de leer la presentación que hizo Bret Stephens, columnistas y periodista del New York Times, en la Universidad de Michigan en el pasado mes de febrero. En su exposición, presenta de manera brillante, los grandes desafíos que enfrenta su profesión y los medios de comunicación. En este evento hizo un agudo análisis de los fenómenos sociales y políticos que generan el contexto de la crisis del periodismo formal.
En su presentación, propone unas reflexiones muy pertinentes, que bien las podríamos utilizar para analizar la realidad expuesta descarnadamente, la semana pasada, por la revista Semana bajo el título “Sube la Temperatura”. Este artículo es un ejemplo de lo que debe de hacer el verdadero periodismo, para señalar el tema de la polarización, que incomoda, porque demuestra que nuestros dirigentes políticos, perdieron la capacidad de disentir sin insultar o descalificar.
A continuación, los principales apartes de la exposición del periodista norteamericano, que más me llamaron la atención.
El periodismo es una institución que está bajo varios cercos.
El cerco económico, particularmente el colapso de las fuentes tradicionales de ingresos, lo cual mina la habilidad de muchos organizaciones de medios de permanecer viables financieramente e invertir en investigaciones a profundidad que hoy se necesitan con urgencia.
El cerco cultural, cuando hay un creciente número de personas que consideran, que una noticia reportada en un medio tradicional, de hecho no es verdad.
Está el sesgo tecnológico, que no solamente ha cambiado la manera en que trabajamos, se distribuye lo que hacemos, sino que también ha creado un nuevo ecosistema en donde es cada vez más difícil distinguir los hechos de las opiniones, las noticias falsas y las verdaderas.
Está el cerco que viene de personas en posición de poder, como es el caso de Trump, que han resuelto atacar a la prensa de manera demagoga, difundiendo hechos alternativos y desensibilizando a millones de personas.
Pero está el cerco más complejo de todos: el de los lectores enfurecidos que son la audiencia de los medios tradicionales.
El periodismo, por naturaleza, necesariamente debe de responder a la audiencia, estar sintonizado con sus intereses y gustos, y alerta con su evolución . Si se falla en estos temas, es muy difícil sobrevivir como organización periodística.
También hay un hecho importante, el periodista puede ser tan bueno como lo sea su audiencia. El cubrimiento inteligente de las noticias requiere de lectores inteligentes, de televidentes y de personas que escuchen.
No es posible invertir en el largo plazo, en un periodismo a profundidad, para los lectores que solamente están interesados en los titulares. Es imposible tener el servicio de buenos periodistas y expertos editores, si las personas son indiferentes a la calidad de lo que leen.
También, no es posible mantener periodistas y reporteros en el extranjero, si la audiencia no está interesada en saber noticias más allá de sus fronteras. Tampoco podemos esperar tener columnistas que escriban de manera provocadora, si los lectores cancelan una suscripción, porque la opinión que están leyendo no les gusta.
En resumen, no se puede esperar que los periodistas sean los guardianes de lo que podríamos llamar la civilización liberal, si los lectores muestran instintos antiliberales, no tienen una mente curiosa, tienen un corto espacio de atención y son intolerantes a las opiniones que son contrarias a las suyas
El papel de un periódico, y de un periodista, no está diseñado para ofrecer información confortable para el lector, tampoco para formar una red de soporte, ni está para apoyar una fé particular. El papel del periodismo debe ser el de un cuestionamiento permanente y duro. Su autoridad se deriva de la voluntad de desafiar al poder de aquellos que lo tienen, si no también, de retar los supuestos y la sabiduría popular.
Por su naturaleza, el periodista debe de mantener a sus lectores fuera de su zona de confort, o de lo contrario, no se está haciendo el trabajo bien hecho. La noticia significa algo nuevo en información, y desafíos en ideas, que deben de desestabilizar al lector. No hay mejor motivación que el estar desestabilizado o incómodo. Es la mejor forma de despertar la conciencia, motivar el pensar diferente, salir de la complacencia y generar la acción.
El hacer sentir a los lectores incómodos con lo que están leyendo, no significa que se les está insultando gratuitamente. Pero el papel del periodista no es el de reforzarles sus sesgos, o su narrativa política, como tampoco propiciar la basura para enlodar a aquellas personas que nos gusta odiar. Tampoco es el evitar ciertos tópicos por temor a la furia del lector, que puede reaccionar cancelado su suscripción, cuando ésta es una fuente cada día mayor de los ingresos de los medios de comunicación.
Lo anterior, significa hacer que los lectores se sientan incómodos, al ofrecer el tipo de noticias, que buscan llegar de manera profunda a sus convicciones y sus dogmas. Esto implica también, el confrontar sus creencias con los hechos científicamente comprobados que las contradicen.
Se puede decir que la verdad ayuda a liberar el espíritu, así moleste el escucharla. Esta es la razón por la cual, la libertad de expresión, requiere de protección constitucional en las sociedades democráticas, porque es el vehículo más esencial para lograr que la verdad sea reconocida. Sin embargo, como lo muestra la historia, la verdad claramente no es un tema popular.
Por ejemplo no hace más de cinco décadas que había una serie de verdades que no eran populares, como los derechos de los homosexuales, el sufragio de la mujer, la teoría de la evolución. Éstas verdades hicieron su debut público y lograron una aceptación bajo la protección de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos.
En varios países, no solamente ha ayudado la protección jurídica de la libre expresión, sino también la cultura que permite que haya personas que expresen abiertamente opiniones contrarias a las establecidas.
El presentar opiniones distintas, tiene la ventaja de hacernos pensar más, y de poder aceptar un desacuerdo inteligente, a partir del entendimiento profundo de las diferencias. En este tipo de cultura se tiene la creencia, de que el progreso, depende de que ocasionalmente pueden haber ideas que parecen ridículas pero que no lo son. Hay una creencia profunda de la necesidad de mover al lector fuera de su zona de confort política y moral, aún si el costo es el de molestarlo, porque se piensa que es bueno para la mente y para el alma.
Pero lo más importante: en estas culturas se acepta esta libertad de expresión, porque es la forma de preservar el espíritu de las instituciones liberales, y porque representa la disposición de aceptar que pueden haber otras opiniones distintas. Esto implica que hay que tener la voluntad de escuchar a quienes piensan diferente.
Dese 1896, el NY Times ha fomentado la política de invitar a tener discusiones inteligentes provenientes de diferentes matices de opinión.
Con motivo de las elecciones del 2016, se ha generado un punto de inflexión en el campo político de los Estados Unidos, cuando las libertades que se daban por hecho, están siendo atacadas y probablemente comprometidas, por un presidente que ha demostrado un desprecio por la libertad de expresión y la prensa libre, tema sin precedentes en la historia de este país.
Se necesita contar con una organización de medios que entienda, que la verdad no es relativa, como tampoco es una ilusión. La verdad no está en función de las estructuras prevalentes de poder, y tiene varios lados. Y ninguno de ellos, tiene la capacidad de decir que tiene la verdad absoluta. Hay que aceptar, que el mejor camino, es a través de la comunicación paciente de los hechos, y la competencia vigorosa y justa de las ideas que son distintas.
Es importante que los lectores entiendan que el trabajo de un periódico no está en el negocio de hacer relaciones públicas, si no en el de presentar bien las noticias.
Hay que tener la política basada en las virtudes de la apertura, la razón, la tolerancia, el disentimiento, el debate robusto pero respetuoso, la conciencia individual y la dignidad, el sentido decencia, el sentido del humor. Una política que no es cómoda para mucha gente, porque requiere que cada lado, reconozca los derechos y la legitimidad, así como el valor que puede haber en el punto de vista contrario.
Es justo decir que muchos norteamericanos de diferentes ideologías, sienten que hay unas brechas profundas en la vida política y social de la nación en los últimos años. Pero lo más importante, es que se está perdiendo la habilidad de poder conversar con personas que piensan diferente.
No ayuda para nada tener un presidente que es el modelo de un estilo patán en los debates. Este ejemplo ha envalentonado a muchos imitadores, que en los diferentes espectros ideológicos políticos, están dispuestos a atropellar y avergonzar a los oponentes para que se callen, porque no tienen ideas que coincidan con las suyas y porque los consideran inferiores. Cada lado se refugia en su respectivas cámaras de eco y en los silos de las redes sociales. Se ha perdido el propósito de la libre expresión.
El reto no es solamente el permitir escuchar nuestras propias voces, y las de aquellos que están de acuerdo con nosotros. Es la posibilidad de escuchar y oír a otras personas que tienen puntos de vista diferente, que probablemente son anatemas a nuestras opiniones, pero que le dan sentido al propósito de la libre expresión.
El escuchar este tipo de opiniones puede ser incómodo, pero la incomodidad no significa que haya un herido. La provocación intelectual no es un asalto físico. Es un estímulo. Con el tiempo, puede ayudarnos a mejorar nuestros propios argumentos, Y en algunos casos aún cambiar nuestras formas de pensar. Es difícil imaginarse que esto no puede generar un beneficio si lo aceptamos. Si lo hacemos enriquecemos la democracia
Estoy convencido que en Colombia nos hace mucha falta, el tipo de reflexiones como las expuestas por Bret Stephens, en un momento donde también se perdió la capacidad de escuchar a quienes tienen una opinión diferente y se ha polarizado tanto el pais.
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