Después de leer un artículo reciente sobre los países escandinavos, de David Brooks en el NY Times , baje el libro “The Nordic Secrets” sobre cuáles han sido las razones por las cuales países como Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca, hoy se destacan a nivel mundial por su desarrollo social, político y económico. Y el porqué, en diferentes mediciones, muestran altos niveles de confianza entre la sociedad y hacia sus instituciones, así como de satisfacción y felicidad individual.
En este libro se explican algunas de las decisiones que se fueron tomando en estos países, a lo largo de muchos años, que les permitió sentar las bases para construir un proceso de desarrollo que es admirado en todo el mundo. Y en esta obra, también se encuentran elementos muy importantes para entender, cómo lograr una cultura de colaboración, que es cada vez más esencial para enfrentar los complejos retos que tenemos como sociedad. (Ver mi blog anterior sobre el tema)
Estos países eran muy pobres a mediados del siglo XIX. Durante los siguientes cien años, fueron países cerrados a la emigración, política que cambio a principios del siglo XXI. Por esta razon, algunas personas han explicado el éxito de estas naciones a la homogeneidad de su población. Otros analistas se lo atribuyen a las políticas de bienestar que fueron desarrolladas a partir del siglo XX. Sin embargo, la verdad es diferente como lo muestra el libro al que hago referencia.
Hacia finales del siglo XIX, las élites se dieron cuenta que la prosperidad de sus naciones iba a depender de tener una política que promoviera un sistema educativo al alcance de todos, sin distinción de su estatus económico o social. Era fundamental, facilitarle a toda la población, la posibilidad de poder aprender, si se quería que cada persona aportara a construir el tejido de una sociedad más armónica y productiva.
La aproximación a la educacion que se escogió, fue muy distinta a la desarrollada en otras partes del mundo, donde se privilegió la adquisición del conocimiento y el fortalecimiento de la parte intelectual del individuo. En Scandinavia la visión fue más holística. Era también necesario conseguir la transformación de la persona en sus dimensiones emocionales, éticas, y cívicas. Se comprendió que su capacidad de contribución, a la sociedad, que estaba emergiendo a finales del siglo XIX, requería del fortalecimiento “de una vida interior más compleja” en cada uno de sus miembros.
En este proceso de formación mucho más integral, se logra cambiar la forma en que la persona ve y se ve en un mundo, que se caracteriza por su complejidad, impredecibilidad y velocidad de cambio. Se entiende mejor el entorno, y el papel de las relaciones entre el individuo, la sociedad y las transformaciones que se están dando en él. Pero también, se comprende la importancia de construir un entorno cívico, a partir de tejer relaciones con otros, a nivel de la familia y las comunidades donde se vive.
Con el nombre de” Bildung” que es una palabra que no tiene una traducción, los autores del libros mencionado, explican que es la forma para lograr la maduración de los individuos para que asuman mayores responsabilidades hacia los suyos, hacia sus amigos, y hacia la sociedad nacional y global, pero sin dejar de disfrutar de una “libertad cada vez mayor a nivel personal, moral y existencial”
Cuando se logra lo anterior, el individuo construye las bases para desarrollar un sentido mucho más profundo de identidad y de sentido nacional, saliéndose de una perspectiva puramente local y sin ninguna conexión con el mudo exterior. Así nace el orgullo por las características que definen sus raíces y su cultura. También, se amplían sus círculos de pertenencia y la disposición para asumir una responsabilidad más holística sobre el entorno.
Pero lo interesante, es que este proceso formativo, también aborda la dimensión interior del individuo en el campo de las emociones y de los deseos. Le ayudan a entender mejor las dinámicas internas que generan, los miedos y las posibilidades, y su conexión con la capacidad de relacionamiento con el exterior. Esta dinámica se da en los diferentes estadios de desarrollo por los que pasa cada individuo, a medida que aumenta la complejidad de su contacto con el entorno, y van moldeando su percepción de la realidad y su autoestima.
En el proceso de crecimiento, en un entorno educativo como el nórdico, la persona va transitando cada etapa, construyendo las competencias que le permiten salir del control de la familia, para formar sus propias opiniones, valores y percepciones. Con estos recursos puede prepararse mucho mejor para interactuar con el exterior, colaborar con otros, y tener una comprensión sistémica más estructurada y compleja.
Cuando conversaba con alguien en estos días, sobre el papel de la cultura en la capacidad de cambio de una sociedad, comunidad y organización, me hacia la pregunta sobre la dificultad que esto significa en la práctica. Al leer el libro y a Brooks en su artículo sobre el tema, vi con mucho más claridad, que lo que no se siembra temprano no se cosecha más tarde en la vida, o por lo menos, es mucho más difícil lograrlo. Y esto significa en la práctica, un rediseño del sistema educativo. (Ver mi blog de hace dos semanas sobre el tema)
Bueno, y ¿cuáles son las evidencias de esta política en Escandinavia, que hoy es tan admirada en el mundo?. La respuesta se ve fundamentalmente en su cultura de responsabilidad colectiva, y su relación con la libertad individual. También, porque son los países con los más bajos niveles de corrupción en el mundo y la más alta transparencia en el manejo de lo público. Como consecuencia, una altísima confianza, respeto y apoyo a las instituciones que funcionan muy bien. En un entorno así, no es de extrañar que sean países con muy altos niveles económicos, sociales y de productividad general.
Y aquí viene una reflexión profunda y fundamental. Sin una sociedad que confíe en su sistema político e institucional; sin individuos que tengan una clara identidad nacional, que los haga asumir su cuota de responsabilidad compartida, para proteger el bien comun; y sin personas que cuiden sus relaciones con los demás, es muy difícil avanzar y superar los inmensos retos que confrontamos como sociedad.
Y como lo escribe Brooks al final de su brillante análisis del libro:
“Si se tiene un sistema educativo muy débil, que no ayuda a los estudiantes a ver la importancia de contar con un tejido muy sólido de conexiones en la vida, que no les ayuda a verse a sí mismos hacia adentro y en relación al mundo exterior, el resultado es una sociedad incapaz de ver a través de los ojos de los demás.
No solo se trata de entrenar a la gente con las habilidades para trabajar. No tenemos el modelo de desarrollo de toda la vida, que instale la conciencia en cada individuo, como condición necesaria, para prosperar en una sociedad, que es cada vez más compleja y pluralista ”.
Y yo añadiría, empatando con mi blog anterior: al no tener un buen sistema educativo, se forman personas incapaces de ver el valor de la inclusión, la colaboración, y la necesidad de tener una visión compartida, para progresar. Pero también, para enfrentar los tremendos retos que tenemos y su inmenso impacto colectivo, como el calentamiento global. Y lo más grave, no estamos formando los líderes que van ayudar a orientar a una sociedad que hoy muestra señales evidentes de estar perdida.
Nos llegó la hora de entender que nuestro sistema educativo no está sembrando en las nuevas generaciones lo que van a necesitar. Mientras tanto, los países escandinavos nos llevan ciento cincuenta años de ventaja y hoy disfrutan de haber tenido la inteligencia de tomar la mejor decisión. Y nosotros, desgastándonos sin progresar.
Interesante que pudiéramos pasar nuevamente, (lo hicimos hace más de 20 años y no fuimos escuchados) una propuesta concreta para incluir en el sistema educativo un cambio en el currículo con las metodologías pertinentes para la transformación. Lo podríamos hacer ahora en el marco de la Alianza Colombia Ética.
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