El columnista David Brooks del NY Times, en una reciente columna, propone que el futuro del ejercicio político, debe basarse en la capacidad de colaborar, porque la diversidad y la complejidad, son unas características cada vez más críticas de nuestra sociedad. Y también, propone darle un contexto diferente para combatir una verdad a medias que nos está haciendo mucho daño : los seres humanos solo tienen una motivación personal.
Las implicaciones de esta postura son fundamentales por varias razones. La primera de ellas, porque se refuerza una cultura individualista, que impide la construcción de comunidad, capaz de encontrar buenas soluciones a los problemas comunes que los afecta a todos.
La tercera razón, es porque en un ambiente individualista, se exacerban los conflictos culturales, religiosos e ideológicos, que agravan las luchas de clases y dividen aún más a la sociedad. Es la cultura de opresor vrs el oprimido, los “buenos vrs los malos”, donde siempre son “ellos” los culpables de lo que me pasa “a mi”.
Lo anterior, permite entender mejor el panorama político actual. Hoy, estamos viendo cómo están llegando a posiciones de poder vía el sistema de elección popular, a personajes como Trump en los Estados Unidos, que promueven esa cultura tribal e individualista, y para quien le es imposible conjugar la palabra colaborar. Su comportamiento ha fracturado el sistema político norteamericano.
La razón por la cual es posible que existan los Trump de este mundo, se debe a que hay dos corrientes políticas que son extremas, y se basan en una interpretación equivocada de la naturaleza humana. Brooks propone que la primera es la inequidad, el aislamiento, y el sentimiento de ser invisible. En el otro extremo, esta la mala intención , el miedo y la confrontación permanente. Desde estas dos visiones, se desdibuja totalmente lo que somos o podemos ser.
En la primera visión, que se puede llamar la del liberalismo sin restricción, el individuo busca su propio camino, mientras que la segunda, que se puede identificar con el populismo, está definido por una mentalidad de guerra y conflicto tribal.
Pero como bien lo señala Brooks, la realidad es diferente. La evolución humana no se construyó sobre el individualismo y la autonomía del individuo, como tampoco, sobre la primacía de la violencia y la crueldad , a pesar de que nuestra especie se ha comportado así en muchos momentos de la historia.
La realidad es más compleja: la cooperacion ha sido fundamental para lograr los avances de nuestra especie. Esto permitió al ser humano tener más posibilidad de generar relaciones cercanas, disfrutar el compartir, enseñar, construir sobre los avances de otros, y colaborar hacia un propósito común.
Sin ir más lejos, la solución a la epidemia que hoy tiene paralizada a la China y comenzando a afectar la economía del mundo, será posible gracias al trabajo de miles de científicos y cuerpos de investigación, que están trabajando colaboratívamente en alianzas para evitar una pandemia a escala global. Este es un buen ejemplo de los frutos de la colaboración sin distinción de raza, lugar geográfico o ideología política, al servicio de un bien comun y de evitar un mal mayor.
Estas reflexiones son pertinentes traerlas a colación, dado el clima de confrontación en que vivimos en la actualidad. Y son especialmente relevantes, cuando se analiza el mundo de la política y hacia donde debería orientarse, si se pretende cambiar esta dinámica que impide lograr los acuerdos que son fundamentales, para superar los problemas que afectan a la sociedad.
Hoy, el gran desafío es lograr que las instituciones puedan tejer redes estrechas de colaboración, que permitan ir en contra de la tendencia creciente al tribalismo y el individualismo a ultranza. Esto significa cambiar las dinámicas políticas que promueven sólo el interés individual por encima del colectivo.
Pero hay que reconocer que la cooperación no es una valor que hoy se conjugue fácilmente al interior de las instituciones y las organizaciones. Tampoco, es el valor que promueven los dirigentes políticos, que incitan a la confrontación y a la división. Y posiblemente, esto sucede por la ausencia de otros valores que también son esenciales, para que exista la disposición a colaborar con otros, cuando enfrentamos un entorno de cambios muy rápidos y de gran complejidad. Veamos algunos de ellos.
Acoger la diversidad: para poder comprender mejor lo que sucede en este mundo, se vuelve fundamental poder escuchar y tener en cuenta las ideas que vienen de diferentes disciplinas, perspectivas y experiencias, así como interpretaciones distintas de la realidad. Esto implica confiar en lo que se puede lograr con otros, aceptando la diferencia como un valor muy importante para poder colaborar en la búsqueda de soluciones que beneficien a todos.
En un mundo cada vez más interconectado y diverso, hay que valorar la construcción de relaciones con otros. Esto permite tener conexiones colaborativas, que son esenciales para que una sociedad, pueda afrontar los retos comunes que son cada vez más complejos, como es el calentamiento global. Implica el desarrollo de un liderazgo colectivo, que facilite la movilización hacia una causa común, y que como se ve en este ejemplo, compromete seriamente nuestra misma existencia.
La apertura y la capacidad de ajustarse, son otros valores muy importantes para facilitar la colaboración en un entorno complejo. Para lograrlo, se necesita contar con mecanismos de retroalimentación que faciliten reaccionar a tiempo, no quedar inmovilizados por el miedo, y poder aprovechar las oportunidades que vienen siempre con los cambios.
¿Qué hacer, en un ambiente que promueve la fractura y la confrontación, cuando la complejidad de los retos pide a gritos colaboración ? Esta es la gran pregunta que surge de la reflexión de Brooks, y que implica unos cambios profundos en la cultura de la sociedad en general, y de las organizaciones e instituciones en particular.
Como bien lo menciona el columnista del NY Times, hoy vemos que estas instituciones ya no son espacios donde se aprende a servir y construir comunidad, sino plataformas para promover agendas individuales y destructivas. Pero también, no están sirviendo para tejer redes de relaciones que propicien la colaboración y el cierre de las brechas que hoy existen en la sociedad.
Pero lo más grave, es que está debilidad institucional les impide atender a los retos que son cada vez más complejos. Esta realidad está contribuyendo a un clima de desconfianza creciente y falta de credibilidad sobre su capacidad de actuar. Esto explica el sentimiento tan negativo, la rabia y el creciente malestar de mucha gente, que se sienten desamparadas y maltratadas por las instituciones que representan “al sistema” y que fueron creadas para dar una protección a la sociedad.
Para cambiar esta realidad, hay que comenzar por entender que no es posible la dominación y exclusión sostenible de un grupo sobre otro, cuando todos enfrentan problemas comunes que requieren de una capacidad creciente de colaboración. Cuando esto no se entiende, las ganancias del grupo que lo intenta son de muy corto aliento, mientras que el resentimiento aumenta por parte de quienes se siente excluidos. Y al final todos pierden, porque los problemas terminan por desbordarlos a todos, con un costo impagable para la sociedad como un todo.
En un próximo blog, voy a abordar el papel del sistema educativo para cambiar esta situación. Es ahí donde se deben de sentar las bases de una cultura colaborativa más acorde con la complejidad creciente de un mundo cada vez más interconectado y cambiante. Como lo menciona Brooks, es necesario reconocer que, a pesar de que el ser humano es egoísta y suele privilegiar una agenda individualista, también es un ser social y colaborativo. Estos son los aspectos donde hay que trabajar muchísimo más.
Muchas gracias, muy buenas refelxiones.
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