Un paradoja es una idea extraña opuesta a lo que se considera verdadero a la opinión general. También se considera paradoja a una proposición en apariencia falsa o que infringe el sentido común, pero no conlleva una contradicción lógica (Wikipedia)
La pandemia de coronavirus está afectando a todos los seres humanos por igual, sin distinción de género, raza, ubicación geográficas, idioma, ideología, tendencia religiosa y condición social. A medida que pasan los días de confinamiento, y la pandemia del coronavirus se ha extendido a más de 170 países, las paradojas y las lecciones comienzan a emerger.
La primera paradoja, es que en muy poco tiempo y en medio del desconcierto y el miedo, cuando el mundo se estaba distanciando, se ha impuesto una partitura común y global para todos, y se han abierto las mismas conversaciones en diferentes idiomas, que eran impensables hasta hace muy pocas semanas. Solo para citar un ejemplo, el mensaje común de los presentadores de noticias a nivel latinoamericano, recomendando la responsabilidad compartida para frenar la pandemia en el continente.
Y dentro de esta paradoja hay otra muy evidente. A pesar del cierre de las fronteras, la suspensión de los vuelos internacionales y las cuarentenas que tienen a millones de personas en sus casas aislados, hoy la tecnología nos permite estar más conectados que nunca, atentos a lo que sucede más allá de nuestras fronteras, esperando la solución de una vacuna que puede emerger en cualquier parte del mundo.
La lección: ineludiblemente somos una aldea global.
Segunda paradoja. Corolario del punto anterior, no hace mucho, estábamos presenciando unas dinámicas crecientes contra la globalización y la cooperación internacional. Gracias al Covid-19, hoy nos tocó aceleradamente tener que ver el mundo a través de unas gafas comunes, viviendo unas experiencias similares, compartiendo unos mismos miedos y angustias, y experimentando las mismas fallas sistémicas en países ricos y en países pobres. El virus no ha respetado las distinciones que nos separaban y ha sido un gran ecualizador.
La confrontación está siendo remplazada por la cooperación. Los chinos han enviado material médico a los gringos en medio de una guerra comercial. Más de 500.000 científicos de todo el mundo están generando consorcios para encontrar una vacuna contra el enemigo común. Las medidas que se toman en un país, son rápidamente compartidas con otros así como las lecciones aprendidas de los errores comunes. Se está generando un cuerpo de conocimiento que afortunadamente se está moviendo a velocidad exponencial como la pandemia.
La lección: en un mundo cambiante se necesita la cooperación para enfrentar los retos comunes que tenemos como aldea global
Tercera paradoja. Hace pocos meses se pensaba que el desarrollo protegía y separaba a los países. Y se tenia el paradigma de que las grandes epidemias sólo sucedían en las naciones pobres más llamados subdesarrolladas. Hoy la pandemia ha desnudado otra realidad: la riqueza de los países desarrollados no los ha protegido contra la enfermedad. Al contrario, la riqueza los expuso mucho más.
Y detrás de esta paradoja, posiblemente haya otra más relacionada con la riqueza. China ha experimentado el surgimiento más grande de la clase media con creciente capacidad de compra. Millones de chinos hoy viajan como nunca a otros países. Es posible que esta haya sido una de las razones por la cual el virus viajará en primera clase y se expandiera fuera de ese país tan rápidamente.
La lección: la acumulación de riqueza no es un escudo cuando se enfrenta con fenómenos globales que nos afectan a todos por igual.
Cuarta paradoja. A pesar de la negativa de muchos a aceptarlo, la pandemia nos ha demostrado que todos somos seres humanos, igualmente vulnerables, expuestos a experimentar el verdadero significado de la incertidumbre y de la interdependencia. Estas palabras nos conectan indistintamente de si estamos en Colombia, o en cualquiera de los 170 países donde ha aparecido el Covid-19. La amenaza de la enfermedad nos afecta a todos por igual.
En este mundo interdependiente, la incertidumbre y la vulnerabilidad nos han atropellado como nunca. Estamos aprendiendo que no hay respuestas sencillas y rápidas a problemas complejos, como es el caso del desconocido Covid-19, a pesar de ser de la familia conocida del coronavirus
Y sin embargo, la gente está pegada a su dispositivo móvil o a la TV, siguiendo minuto a minuto la evolución local e internacional de la pandemia. Ni los mundiales de fútbol habían logrado concentrar la atención de tanta gente y en un periodo tan corto. En esta ocasión, no se busca el entretenimiento, sino una respuesta, cualquier respuesta, que les devuelva la certidumbre y la tranquilidad.
Estas dinámicas nos están enviando un mensaje muy poderoso. Nos está obligando a entender, que en un mundo que puede cambiar rápidamente, necesitamos adaptarnos a la misma velocidad.
Quinta paradoja. La pandemia logró borrar las protestas en las calles en Colombia y está en proceso un cambio que ya comienza a llamar la atención. Ante un peligro común, ha nacido un propósito también común. Esto está borrando las confrontaciones entre los extremos y la desobediencia está siendo remplazada por la obediencia colectiva en función de un bien comun. Increíble.
La lección: posiblemente hay un camino más poderoso al de la confrontación, como es el de tener un propósito común y poderoso que nos una como sociedad
Sexta paradoja. La tecnología nos ha conectado cada día más. Estamos a un click de distancia de lo que hoy está sucediendo en el mundo con el coronavirus. Y sin embargo, para protegernos de esta enfermedad, nos tenemos que desconectar del otro. Un gesto de cercanía como un abrazo o un beso, puede ser fatal sin quererlo. En cuanto más conectados estamos más lejos nos encontramos. O puesto de otra manera: nos han separado para estar más juntos que nunca.
La lección: la tecnología bien manejada, puede servir para movilizar una respuesta masiva y orquestada, para enfrentar un reto común.
Séptima paradoja. Hemos pasado de un mundo frenético donde nunca había tiempo para pausar y reflexionar, a uno donde nos han forzado a parar y tener todo el tiempo para pensar y re evaluar. La portada de la revista The Economist de la semana pasada es muy disiente.
La lección: las pausas, así sean obligadas, son una oportunidad para meditar sobre lo que realmente es importante cuando enfrentamos retos existenciales como el actual.
Octava paradoja. La pandemia nos ha obligados a clarificar los conceptos a los que antes no le dábamos mucho sentido. La importancia de las conexiones sociales, donde la empatía es la clave, en estos momentos está siendo remplazada por la solidaridad social que implica el compromiso con el bien común y con las obligaciones mutuas. Esto es lo que la humanidad requiere en estos momentos.
La lección: sin solidaridad no hay solución común
Novena paradoja. La desconfianza hacia las instituciones, que se evidenciaban en las encuestas de hace pocas semanas, va a tener que ser remplazada por un voto de confianza hacia ellas, porque simplemente no tenemos otra opción. Sin su concurso, no es posible enfrentar colectivamente el reto más grande que hemos tenido como sociedad en los últimos setenta años.
La lección: En una reciente entrevista de la BBC en Londres a la presidenta de Corea, indagando sobre las razones del éxito de sus país en parar el coronavirus, su respuesta fue contundente: la confianza de la gente en sus instituciones y el alto nivel de exigencia de los ciudadanos sobre las mismas.
Y esta paradoja tiene implícita otra muy importante. No hay duda que los pronunciamientos del presidente Duque y la alcaldesa López tienen las mejores intenciones de acertar. Sin embargo, sus promesas de responder rápida y efectivamente con la celeridad que se requiere, va a hacer evidente un problema mayor. La capacidad institucional de responder se va a poner a prueba y de ello dependerá que esta crisis sirva para devolverle a la gente la confianza en sus instituciones
La lección: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. La suerte le favorece más al que se ha preparado que al que piensa que lo malo nunca le va a pasar.
Décima paradoja: la pandemia ha desnudado a los políticos populistas de extrema derecha e izquierda, que habían venido despreciando la contribución de la ciencia y la tecnologia, para enfrentar temas tan complejos como el calentamiento global y ahora el coronavirus. Pero que también se mofaban de los datos y las estadísticas, como base de los análisis que requieren los problemas complejos de la sociedad. Hoy necesitan de las dos para parar la pandemia.
Hoy las noticias se inician con los gráficos y el análisis de los datos, para poder entender los hechos y lo que está sucediendo, y tomar las decisiones necesarias para frenar la pandemia que se está extendiendo exponencialmente a nivel global.
La lección: en la era de las noticias falsas ( fake news) cuando se enfrentan retos como el Covid-19, el concurso de la ciencia y la capacidad de analizar información basada en datos, hace la diferencia entre la vida y la muerte. Tipos como Trump parece que el reto les quedo grande y no han sabido asimilar esta lección, a un costo altísimo de vidas humanas.
Undécima paradoja. Los rasgos individualistas que han sido la marca nuestra cultura contemporánea , hoy se convierten en nuestro principal enemigo. En estos momentos no vale el “cada uno por su lado y sálvese quien pueda” porque la única manera de enfrentar esta pandemia es colaborando todos por el bien comun.
La lección: la monumental importancia del papel de la cultura para enfrentarse a lo desconocido. Ver mi próximo blog sobre el tema
Y como lo sintetiza magistralmente el columnista David Brooks en un artículo reciente hablando de estos temas donde se preguntaba; “¿porqué toleramos tanta división social? ¿Porqué no cultivamos unos vínculos sociales más fuertes cuando tuvimos la oportunidad?
estaré pendiente del papel de la cultura para enfrentar lo desconocido. gracias
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