Los resultados contundente de las elecciones en Chile muestran que Boric, un joven de 35 años, derrotó a Kast su contrincante de manera contundente y en contra todas las expectativas. Esta elección y la Asamblea Constituyente que hoy está deliberando, son el resultado de un procesos de desmantelamiento del sistema imperante en Chile desde 1991.
En un país tan conservador como se pensaba que era Chile, la victoria de Kast, es la del Partido Comunista que muy seguramente va a tener un papel muy protagónico en el devenir de ese país en los próximos años. Es la victoria de la extrema izquierda desde donde viene el nuevo presidente de los chilenos.
Y es la victoria del movimiento de jóvenes que se manifestaron contra el sistema en el 2011, donde Boric era un dirigente estudiantil, y que en el 2019 lideraron las marchas que destruyeron una buena parte del Metro de Santiago, como protesta por un incremento mínimo en el costo del pasaje. Este último evento, sirvió de telón de fondo para los movimientos sociales muy complejos que afectaron a otros países de la región incluyendo el nuestro, con unas consecuencias muy graves en el orden público y la economia.
El impacto de las elecciones de Chile, se va a sentir muy fuertemente en toda America Latina. Y en mi opinión, va a ser la antesala de lo que veremos en Colombia en marzo y mayo, cuando se conocerán los resultados de las votaciones para el Congreso y la Presidencia de Colombia. Por lo tanto, estos resultados merecen unas reflexiones más profundas porque marcan una tendencia muy clara hacia los regímenes de izquierda cuyo impacto no va a ser menor.
Para comenzar, voy a compartir con mis lectores, un mensaje que me escribió un empresario chileno amigo mío al día siguiente de conocerse los resultados de la victoria de Boric.
Al discurso al que hace referencia mi amigo, es el que publiqué en el blog de la semana pasada. Y como se puede leer en su respuesta, la reacción del resultado de las elecciones que el comenta tiene dos puntos que vale la pena resaltar.
El primero, es que no se lo esperaban y es evidente el impacto de los resultados. Y es comprensible, porque un presidente de extrema izquierda y una nueva Constitución que va a estar ampliamente influenciada por los resultados electorales del pasado domingo, apuntarían a unos cambios muy significativos en Chile.
El segundo punto que quiero mencionar, lo relaciono a la a última parte del mensaje de mi amigo. Buscar responder con unas iniciativas tarde “que se debieron hacer hace un año y medio” o mucho más diría yo. Y su frase final es para enmarcar: “una indiferencia de los empresarios a la crisis de la pandemia, que da rabia”, y yo añadiría mucha indignación.
Me sospecho que este mensaje está reflejando el estado de ánimo de muchos chilenos de la derecha del espectro político de ese país. Deberán estar meditando, desde el observador que representan, sobre cómo fue posible llegar a esta situación que los tomó con los pantalones abajo.
Una posible respuesta nos la brinda mi amigo en su chat: es la indiferencia, que se suma a la complacencia, reflejadas en el discurso del presidente saliente Piñera, una semana antes de que le estallaran en la cara las protestas en el 2019, cuando manifestó que Chile era un oasis en AL. La sumatoria de estas dos actitudes fueron una combinación letal.
Los resultados de la indiferencia y la complacencia productos de la ceguera colectiva de la élite política y empresarial, demuestran una característica que hoy son un común denominador de los gobiernos de la región y sin distinción de su color político.
El caso emblemático de Venezuela es el primero que salta a la vista, y donde sería una payasada que Maduro se atreviera a ponerla como un oasis y referente para los demás países.
La extrema izquierda representada por este dictador y su soporte cubano, es un ejemplo de la indiferencia que produce la soberbia del poder despótico y absoluto, y también que genera complacencia porque se siente intocable. No se por cuánto tiempo más va a durar esta situación tan aberrante, que ha producido la migración masiva más grande de la historia en AL, pero como dice el refrán popular: no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
Pero volviendo al caso chileno, gracias a los consensos que se generaron en 1991 entre los partidos de centro e izquierda, que se conoció como la Concertación, se sentaron las bases del desarrollo notable que tuvo Chile durante dos décadas y que convirtió a ese país un ejemplo de madurez política y estabilidad para el resto de la región.
En esa época, los partidos ganadores, tomaron la decisión política de no desmantelar algunas de las principales decisiones de política económica, como las privatizaciones y la apertura del país a los mercados globales. Haciendo un balance, vieron que habían tenido un impacto positivo para el país, que había que complementar, acelerando otras transformaciones más orientadas a las necesidades sociales de la población.
Los indicadores de Chile durante esos años, mostraron avances notables del impacto positivo que tuvo el pragmatismo político de los políticos de centro e izquierda, en ese momento histórico de la transición. Se apuntaló la democracia, dejando atrás las consecuencias de la historia de 16 años de la dictadura de Pinochet, sabiendo que había cosas pendientes, pero que era lo mejor posible dado el entorno del momento, especialmente con los militares.
Pero la complacencia que se generó, después de 20 años de la Concertación en el poder, sentaron las bases para las protestas de los estudiantes en el 2011, donde el hoy presidente electo, hizo sus primeros pinitos en la arena política como dirigente estudiantil. Esto condujo a que en los siguientes años hubieran cambios reflejados en dos gobiernos de derecha y otro de izquierda.
Lo interesante de este periodo de tres décadas de la historia de Chile, es que se mantuvieron los pilares centrales que se habían planteado en 1991: una economía de mercado, la privatización de muchos servicios, pero sin una red de protección social, que reconociera las necesidades y expectativas cambiantes y crecientes de una masa de la población, que se sintieron excluidos de los avances de su país.
Para esta masa, que votó con el 55% a favor del cambio extremos que representa Boric, Chile estaba lejos de ser el oasis que veía Piñera cuando hizo esa afirmación. El estallido social del 2019, tuvo el efecto de correr el velo que mostró la cara oculta de otra realidad.
La indiferencia y la complacencia de los dirigentes chilenos, les había impedido ver y reaccionar con más rapidez y oportunidad. Se había perdido el pragmatismo que les había servido tanto para tomar las decisiones que impulsaron el crecimiento de Chile durante dos décadas.
Pero lo interesante del caso chileno, es que desde las dos orillas del espectro político, se hubieran creído el cuento de que Chile ya era un país del primer mundo, y que los avances logrados eran unánimemente apreciados por toda la población. Esto generó la complacencia que manifestó Piñera hasta que estallaron las protestas sociales en septiembre del 2019. En ese momento ese bonito sueño les estalló en la cara a la dirigencia política y empresarial chilena.
Un nuevo paradigma del desarrollo había nacido en medio de la destrucción, la violencia y el miedo del 2019, y que han sido las parteras de la Historia. La indiferencia y la complacencia, habían sembrado las semillas de un movimiento liderado por jóvenes y partidos como el Comunista, que había estado agazapado, a la espera de una nueva oportunidad para reivindicar la vigencia de sus propuestas hechas en la época de Allende.
Independiente de las consideraciones anteriores , y que el 55% de la población hubiera votado por un cambio profundo que puede tener consecuencias impredecibles, hay una realidad que los chilenos no pueden ignorar. Chile representó por más de cuatro décadas, el ejemplo de un país exitoso que supo sortear una dictadura y tuvo un manejo pragmático desde el centro y una izquierda moderada. Durante las dos décadas de la Concertación, se logró desarrollar una cultura política de acuerdos, que le brindó estabilidad y prosperidad al país.
El problema del éxito, es creer que es eterno, y no darse cuenta que el cambio es la constante de la historia. Pero más grave aún, no tener la capacidad de leer los cambios que hoy generan situaciones de alta volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad, y que requieren de una gran flexibilidad para sortear los grandes retos que enfrentan las sociedades contemporáneas.
Esta es una inmensa dificultad que tienen los dirigentes políticos, sin distinción de su color político, y las instituciones que soportan al Estado en sus diferentes niveles. Parecería que los hechos los sorprenden y atropellan cada vez con mayor facilidad.
El punto anterior, explica el porqué, los avances logrados con mucho esfuerzo, se comenzaron a desmoronar desde el 2011. La complacencia, como ya lo he mencionado, fue en buena medida responsable de lo que sucedió. En los siguientes diez años, la indiferencia y la ceguera de la clase dirigente, terminó por minar las bases que sustentaron los logros del país.
¿Que escenarios se podrían esperar?.
¿Será posible que se repita de nuevo el milagro del pragmatismo del 91? ¿Ganará la sensatez de los chilenos, del nuevo gobierno y de los partidos de oposición, que les permita tomar las mejores decisiones y no demoler los logros para construir sobre ellos y que fueron conseguidos gracias a décadas de esfuerzo?. Si lo lograran, esta postura tendría que aceptar los cambios y ajustes que seguramente se tendrán que realizar para incluir a la población que se siente hoy excluida.
Si lo lograran, le permitiría a Chile avanzar y volver a ser un ejemplo de madurez política para los demás países latinoamericanos. Estarían demostrando que el desarrollo económico no riñe con el desarrollo social. De hecho, el cambio más grande que se ha dado desde el 91 en el mundo, es que las brechas de desigualdad, son un inmenso freno para lograr una prosperidad incluyente que beneficie a la población. Y sin ella, no es posible el desarrollo sostenible, como un gran propósito colectivo, porque no contaría con el apoyo de la población. Esa es la principal lección de los resultados electorales en Chile.
¿Pero como podrían volver a conseguir el milagro de una nueva concertación?. Evidentemente reconociendo la necesidad de balancear el desarrollo económico con el social, para corregir los desajustes y cerrar las brechas existentes, que la complacencia e indiferencia generaron.
¿Que modelo podrían tomar como referencia? Para desarrollar un paradigma más equilibrado entre lo económico y lo social, el nuevo gobierno podría inspirarse en el ejemplo de países como Dinámica, Suecia o Noruega, donde el capitalismo consiente, es el motor económico, pero el Estado es el encargado de brindar una red de protección social.
Esta arquitectura implica liderar un un acuerdo entre las dos partes , para tener como norte un propósito superior que responda por un desarrollo más equitativo para todos. Sería la base de una prosperidad sostenible e incluyente porque contaría con un amplio respaldo popular.
Un segundo escenario posible tendría un sello típicamente latinoamericano. El gobierno de Boric, deslumbrado por la victoria obtenida, y asesorado por el Partido Comunista, resuelve ignorar los avances obtenidos tras varias décadas. De manera ciega o posiblemente muy consciente, porque era lo que buscaban, desconocen una vez más las condiciones que hoy tiene el entorno, y toman como referente el ejemplo de Venezuela, Peru, Argentina, Nicaragua, y Salvador. Deciden desmantelan la institucionalidad, espantar la inversión extranjera, y promover una fuga de capitales y de talento que drena al país.
¿Qué camino escogerá el nuevo presidente y cuáles serán los resultados? Solo el tiempo y la historia nos los dirá.
Y mientras tanto en Colombia, espero que este blog nos sirva de espejo para hacer nuestras propias reflexiones…¿En qué escenario nos moveremos nosotros y con quién será en los próximos meses?
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