A medida que avanzamos en el siglo XXI, es cada vez más evidente la necesidad de actuar colectivamente, porque los niveles de incertidumbre, complejidad, y cambios cada vez más rápidos con resultados sorprendentes, así lo demandan. El problema es que vivimos en una sociedad individualista, con altísimos niveles de desconfianza que nos impiden colaborar.
En otras palabras, hoy se vuelve fundamental tener capital social para que una sociedad pueda navegar las aguas tormentosas del entorno actual. Y el capital social se fundamenta en los niveles de confianza que se tengan. Sin ellos, no es posible encontrar un propósito colectivo superior que alinee expectativas , recursos y acciones , para sortear los inmenso obstáculos que se interponen en el camino de buscar un bienestar general para la sociedad.
Hoy tenemos en Colombia, y en ciudades como Bogotá, niveles de desconfianza históricos que están siendo afectados aún más, por acciones deliberadas que se están tomando desde el Gobierno Nacional. Por esta razón, los nuevos gobernantes locales, especialmente de las regiones y ciudades más importantes del país, que están sufriendo las consecuencias de estos ataques, tienen una mayor responsabilidad para reversar estas tendencias de desconfianza. Y ojalá lo hagan de manera colectiva. mostrando así un liderazgo político que ha estado tan ausente en estos últimos dos años, desde la llegada de Petro al poder.
En este entorno, que se caracteriza por una gran polarización, se vuelve cada vez más importante tener espacios de encuentro, que permitan identificar un propósito superior y una identidad común, en medio de la diversidad de una población como la colombiana.
Se necesitan espacios colectivos, donde se pueda construir relaciones de confianza que nos permita caminar juntos. Necesitamos tener comunidades con sentido de pertenencia y corresponsabilidad, unidas por la búsqueda constructiva de un bien común que nos haga sentir orgullosos de pertenecer a ellas.
En medio de un ambiente de desorientación y escepticismo crecientes, habrá muchas personas que han perdido la esperanza aunque siguen buscando a alguien que les ayude a encontrar el camino. Para estas personas , dada nuestra cultura individualista y egoísta, lograr construir comunidades con sentido de propósito, es una utopía que está fuera de nuestro alcance. Y tienen razón, si nos mantenemos inmovilizados, esperando un milagros externo que nos salve de nuestra incapacidad para despertarnos y trabajar juntos.
La realidad, es que el ser humano tiene una gran capacidad de cambio en momentos de crisis como el actual. Los seres humanos nos somos estáticos y evolucionamos . Pero para ello, tenemos que ejercitar nuestra capacidades de reflexión y de aprendizaje, para ponerlas al servicio de ese cambio que necesitamos hacer hacia adentro de nosotros mismos, si queremos cambiar al sistema en que estamos insertos y somos parte de él .
En otras palabras, si queremos cambiar el sistema, tenemos que cambiar internamente nosotros y sumarnos para lograr las transformaciones que nos beneficien a todos. Y si lo hacemos, esos cambios sistémicos impactan la cultura, lo que se traduce a su vez en más cambios internos y personales. Se crea un círculo virtuoso que garantiza la sostenibilidad de un cambio sistémico general.
El tema del cambio interior , es el mensaje que está emergiendo como un nuevo paradigma, para entender cómo podemos avanzar en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por la ONU en el 2017. En este movimiento, sobre el que ya escribí en un blog anterior, el mensaje es contundente. No hemos avanzado hacia las metas del 2030 de los ODS, porque hay una omisión fundamental: es necesario el desarrollo interior del ser humano, para que se pueda responsabilizar individual y colectivamente , para lograr las metas de desarrollo sostenible propuestas. Esta realidad es reconocida por ONU , como lo hizo recientemente en un evento mundial en Estocolmo
En este contexto, se vuelve fundamental hacerse una pregunta muy profunda. ¿Cuál es el trabajo que cada persona está haciendo en su cambio interior, y que contribuya a que nuestras condiciones colectivas también lo puedan lograr. Porque como ya es cada vez más evidente, esto solo es posible si comenzamos por nosotros mismos.
Pero la misma pregunta se la deben de hacer las organizaciones en general, públicas y privadas. Es necesario entender que en ellas trabaja la gente, y su ejemplo de cambio y coherencia, es fundamental para inspirar a sus colaboradores también a cambiar. Este es un mensaje fundamental para las organizaciones que quieran liderar y ser parte importante de la transformación del sistema donde operan.
No quiero subestimar lo que significa lograr todo lo anterior, cuando el foco siempre ha sido mirar hacia afuera y nunca desde el desarrollo interior de los miembros de una sociedad, cuyos comportamientos personales y colectivos determinan lo que puedan lograr juntos,. Es un paso fundamental que requiere de mucho coraje , porque necesita de un trabajo sostenido en el tiempo .
Pero también es importante anotar, porque se requiere que el trabajo a realizar, nos enfrenta con nuestras creencias, prejuicios, supuestos y contradicciones propias que norman nuestros comportamientos personales y colectivos. Esto pone el foco en un tema fundamental: el papel de la cultura .
Y cuando hablamos de generar cambios de esta naturaleza, hay que reconocer que las fuerzas que se oponen son enormes, porque hoy enfrentamos ideologías que buscan fracturar y no unir a la sociedad para quedarse en el poder. En este entorno , se vuelve fundamental la necesidad de entender la importancia del papel del ejercicio de liderazgo individual y colectivo. .
El liderazgo, que hoy tanto reclama la sociedad y cuyo vacío es muy evidente, está asociado a los cambios que necesitamos a diferentes niveles de la sociedad. Pero repito, no puede ser un ejercicio en solitario. Es cada vez más importante de desarrollar capacidades para un liderazgo colectivo, porque el esfuerzo es inmenso y desborda la capacidad de un solo individuo. Y porque se necesita despertar una cultura de corresponsabilidad, sin la cual, la tarea es misión imposible y no es sostenible en el tiempo para lograr el cambio real que necesita Colombia.
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