Hace algunas semanas, tuve la oportunidad de volver a escuchar al Peofesor Ronald Heifetz quien dirige la cátedra de Liderazgo en la Universidad de Harvard. Como siempre, en una brillante intervención, aportó una serie de reflexiones y unas preguntas agudas para los colombianos, que me vinieron como anillo al dedo para complementar la serie de los dos blogs escritos en agosto, sobre el espejo que debería ser El Salvador a la luz de la polarización que tenemos en Colombia.
El momento actual en nuestro país, es la oportunidad para lograr una transformación histórica. Para conseguir este objetivo, se necesita que los dirigentes políticos, con sus diferentes posiciones ideológicas, sean capaces de construir desde lugares distintos. Cambios transformadores y aceptación de las diferencias, son los dos conceptos que nos aporta Heifetz para entender mejor los desafíos que enfrentamos hacia adelante.
Toda transformación tiene un elemento muy conservador que la hace sostenible. Esto significa que debe de contar con las bases históricas de la cultura que se quiere cambiar. Cuando se importan los cambios de otras culturas, es de esperarse que haya una respuesta del sistema inmune que los va a rechazar. Esto puede tomar mucho tiempo, pero al final va a pasar.
Heifetz recuerda algo muy importante: “un riesgo del cambio transformacional es el estar muy convencidos de la importancia de la propia visión, en lugar de hacerla crecer desde la cultura, con la sabiduría, tradición, identidad, estructuras y capacidades, que todavía funcionan. No es conveniente enfocase únicamente en lo que hay que cambiar”.
La pregunta que me queda de estas reflexiones, es si sirven para explicar lo que ha sucedido con el proceso de paz que ha divido a nuestro país. Mi percepción es que si lo tienen. A pesar de ser un cambio transformacional de primera magnitud, no se le explicó así a la sociedad cuando se inició el proceso, ni tampoco sus implicaciones. La visión de futuro de Santos no la supo articular, no involucró a la gente desde el comienzo, ni se tuvieron en cuenta los elementos de nuestra historia para avanzar.
Y hay otra reflexión de Heifetz : “es una ilusión pensar, que de la nada, se puede brincar hacia el futuro. Este se construye a partir de mucho trabajo duro, con el que uno esperaría lograr los cambios transformadores. Con estos, se deben crear nuevas capacidades, para traer hacia el futuro, lo mejor de la historia de la organización, la comunidad o el pais”.
En nuestro caso, hay mucha gente que está esperando cambios instantáneos. Pero la verdad, es que se necesitan desarrollar nuevas capacidades institucionales que no existen, así como a nivel colectivo, las capacidades para manejar nuestras diferencias sin matarnos. Este es un tema que ha estado totalmente ausente en el proceso de paz en Colombia.
Pero hay otra lección que no ha calado en nuestra cultura. La innovación es crítica para el cambio transformador, y en la naturaleza, el gene de la innovación, está en juntar las diferencias. El aprendizaje se logra al confrontarlas con otros. Platón decía que, cuando no hay impresiones contradictorias, no hay nada que despierte a la reflexión. Estas son fundamentales como motor de la innovación.
Pero en nuestra polarización, la víctima ha sido la reflexión. Dado este gran vacío, las contradicciones que ha generado el proceso de paz, no se han podido elaborar adecuadamente, más bien, han sido atizadas con los insultos y las mentiras que ahondan aún más la división. Y en mi caso, cuando quise proponer incorporar la innovación al servicio de la Paz en este entorno malsano, durante cuatro largos años tuve una gran frustración: por parte del Gobierno de Santos ni por fuera de el, se tubo la curiosidad ni la apertura para escuchar.
Dentro de este marco de reflexión, Heifetz aporta unos puntos muy interesantes que nos ayudan a entender mejor la polarización en la Colombia contemporánea.
La dinámica del conflicto que lleva a la polarización tiene un proceso. En una discusión surgen varios puntos de vista. Esto genera desacuerdos que pueden ser muy apasionados. Se producen diferencias que se tornan polarizantes. Las partes comprometidas pierden rápidamente la capacidad de escuchar, de indagar, de ver con curiosidad que hay detrás de las posiciones opuestas. Esta es una situación muy peligrosa porque se dispara la emocionalidad y desaparece la racionalidad. En estas circunstancias no hay capacidad de dialogar y aparece el deseo poderoso de destruir al adversario. ( ver blogs sobre el caso del Salvador).
Cuando se generan estas dinámicas, la comunidad está en peligro como lo advierte Heifetz . Se siembra la semilla de la autodestrucción. Esta dinámica se ha repetido en la historia de las civilizaciones que han desaparecido. Son sociedades que se debilitaron porque perdieron su cohesión y coherencia para enfrentar los cambios que tuvieron en su momento. Esta debilidad fue aprovechada por otros para acelerar su desaparición.
Heifetz hace una observación muy pertinente en nuestra situación actual. Esta debilidad que muestra una sociedad, siempre comienza cuando se pierde la capacidad de mantener las uniones entre sus miembros, que les faciliten las conversaciones difíciles y conflictivas, y que necesariamente se producen en momentos de grandes cambios.
Lo grave de esta situación, es que muchos de los cambios requeridos, se necesitan implementarlos rápidamente. Sin embargo, la gente no tiene la capacidad de asimilarlos a la misma velocidad y se bloquean. Se genera una resistencia que puede ser hábilmente aprovechada por dirigentes con posiciones contrarias.
Reflexionado sobre el ejemplo de la polarización de su país, Heifetz muestra que el proceso comenzó hace casi 25 años, cuando los republicanos utilizaron tácticas que redujeron notoriamente la capacidad civilizada de manejar las diferencias en el Congreso en la época de Clinton. “Dejaron de tener conexión como personas, perdieron la habilidad de tener diferencias profundas sin volverlas personales. Perdieron la capacidad de conversar entre ellos lo que había sido esencial en la dinámica política en ese país”.
En ese caldo de cultivo, se fortaleció la voz de los extremos. Se aprendió una lección perversa: para ser elegido, el irse a los extremos redituaba políticamente. Más adelante con Trump, el uso de la mentira de manera descarada, y la descalificación sin tapujos, aumentó la polarización. Como consecuencia, los gringos están metidos entre los palos: hoy no se sabe cómo cruzar esta brecha creciente, lo que va a comprometer la economía del país y su influencia en el mundo.
A la luz de esta experiencia y la historia colombiana, se corre un gran riesgo de perder la civilidad porque no se supieron valorar y manejar las diferencias entre los dirigentes políticos. ¿Que hacer?. Como lo demuestra el caso del Salvador, al no fortalecer las posiciones de centro desde el sector empresarial, se perdió la capacidad de generar acuerdos. Heifetz se refiere en este sentido, “al centro institucional y de autoridad, que debe mantener unida la cultura de la sociedad. Cuando el centro no se puede mantener, es muy fácil caer en el Fascismo”.
Pero hay mas reflexiones. Las sociedades que progresan permiten experimentos innovadores y nuevas formas de pensar. Ellas han aprendido a enriquecer las discusiones con los puntos de vista desde los extremos de derecha e izquierda, para generar la fertilización cruzada, y un nuevo ADN social. Conversar es cambiar juntos. Por esta razón, cuando se pierde esta capacidad fundamental de los seres humanos, y hacerlo especialmente desde la diferencias, es imposible modificar la realidad. No se tienden puentes para construir comunidad.
Para Heifetz la polarización en la política actual es una distracción. Los políticos que la promuevan, logran resultados a corto plazo pero no son sostenibles. La gente quiere poder confiar en las instituciones y las personas que tienen la autoridad en el país. “Pero cuando los dirigentes se están agrediendo mutuamente, esto les muestra a la gente que no son confiables”.
Cuando se comienza a reducir la confianza en la sociedad en las figuras de autoridad, se está reduciendo la capacidad de construir relaciones, se fragmenta y se divide la sociedad. La confianza es el centro de las relaciones de autoridad. Y esta solo existe en relaciones donde una parte le da el poder a otro en cambio de un servicio. Es como un contrato de servicios que va evolucionando con el tiempo.
Es muy peligroso cuando se pierde la civilidad en la expresión de las diferencias, así como también, cuando se pierde la confianza y el respeto en la figura de autoridad en la sociedad.
Hay otras observaciones importantes. Las diferencias son generativas, independientemente del espectro político de donde vengan. Lo fundamental es mantener y reforzar la confianza de la comunidad en sus figuras de autoridad. En este contexto, la autoridad es un bloque central de la vida social “que tiene mucha plasticidad con el se se puede construir una tribu, ciudades y hasta naciones”.
Las civilizaciones complejas están basadas en el bloque de la confianza que permite dar poder a otros, con la expectativa de que sean confiables para dar un servicio; que el político va a cumplir con lo prometido; que quien firma un contrato de trabajo lo va a hacer. Todos estos ejemplos, son autorizaciones para darle el poder a alguien, a cambio de demostrar competencia e integridad.
El sistema económico esta basado en la confianza, pero también el sistema democrático, el sistema judicial y en general el funcionamiento de una sociedad. Por esta razón, la recuperación de la confianza, cuando esta se ha perdido en una comunidad, es un reto monumental. El lograrlo está en la esencia de la construcción de la paz y el conseguir el progreso para Colombia. La pregunta que formula Heifetz es muy relevante: ¿cómo se pude lograr que la gente vuelva a confiar en ellos mismos? ¿cómo se puede reparar la confianza dañada que existía en esas relaciones?
A la luz de las consideraciones anteriores que hace Heifetz, se pueden analizar las pésimas encuestas publicadas recientemente, sobre la percepción tan negativa que tiene la gente de Santos, los políticos, el Congreso y la Corte de Justicia. Esto demuestran que la gente ha perdido la confianza en todo el aparato que sustenta nuestra democracia, lo cual es muy grave para la sociedad colombiana.
Aquí cabe otras preguntas: ¿Cuál es el liderazgo que se requiere en Colombia? ¿Tendrán nuestros dirigentes políticos la grandeza para dar un ejemplo de reconciliación? ¿Se dejaran reconciliar como pidió el Papa en Villavicencio?.
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