No tenía previsto escribir otro blog sobre la desmoralización de las FFAA, hasta que me encontré con un buen amigo que había leído mi blog de la semana pasada sobre el tema. Al rededor de un café, me comentó mi escrito y me invitó a escucharlo porque es una persona que ha tenido una gran cercanía con los militares por temas de su familia y sus actividades profesionales.
Como me parecieron muy interesantes sus reflexiones, pude confirmar que la desmoralización y la división internan, no solo son una realidad, sino que también tienen otra perspectiva que vale la compartir con mis lectores. Son unos problemas muy serios que nos pueden afectar a todos los colombianos.
El punto principal, que mi amigo me quiso señalar, es que la desmoralización de las FFAA no es un tema reciente, sino que su origen viene de más atrás. Por esta razón, me invitó a repasar un poco de la historia de las últimas dos décadas para tener una mejor perspectiva.
En 1998, el Presidente Pastrana, inició unas negociaciones con las FARC que fracasaron. Agrupados durante el proceso, en una extensa área cedida por el Gobierno, la convirtieron en un santuario para fortalecerse y seguir cometiendo todo tipo de delitos con total impunidad, ante las narices e impotencia, de los militares que estaban de espectadores afuera de la zona del Caguán.
Para las FFAA, este fue otro duro golpe a la moral, que se sumó a una serie de derrotas militares propiciadas por las FARC como lo sucedido en Patascoy y las Delicias. En estas dos localizaciones, la guerrilla secuestró 78 militares y los hizo ver como unos incompetentes a pesar de haber sido alertado en esa época del eminente peligro.
En diciembre 29 de 1997, en un especial del diario El Tiempo sobre estos desastres se afirmaba lo siguiente: “ Si no sirve para defender al país, y ni siquiera para defenderse a sí mismo, debería licenciarse al ejército. Es preferible acabar con las Fuerzas Armadas antes de que acaben con ellas”. Ese era el lamentable estado al que habían llegado en esa época con unas consecuencias dramáticas para la seguridad del país.
Las negociaciones del Caguán, y la alarmante sensación de debilidad institucional, tuvo un efecto positivo que fue el Plan Colombia, concebido por Pastrana y Luís Alberto Moreno cuando era embajador en Washington. Con la ayuda de los gringos se inició un proceso de reorganización, de inyección de recursos y de fortalecimiento de la inteligencia, que en los siguientes tres lustros sirvieron para cambiar la dinámica del conflicto con las FARC.
Con la llegada de Uribe al poder en el 2002, con su caballito de batalla de la Seguridad Democrática, las FFAA recibieron un apoyo incondicional que les permitió sacarle el mejor partido al proceso iniciado por Pastrana con los recursos americanos. Y desde ese año, hasta la finalización del primer mandato de Santos (Ministro de Defensa de Uribe en su segundo periodo) , los militares fueron los niños consentidos de estos gobiernos, además de contar con el respaldo incondicional de la población.
Fueron los años de oro, la moral estuvo alta, y había un sentido de unidad y de un propósito claro, que sirvieron para asentarle golpes demoledores a las FARC durante estos doce años. Evidentemente se había cambiado la dinámica derrotista de las FFAA y se logró obligar a este grupo guerrillero a pensar seriamente en una salida negociada.
Esta larga luna de miel duró hasta el 2008, cuando se destapó el escándalo de los falsos positivos, que le costaron la vida a más de 3000 civiles no beligerantes, que fueron ejecutados extrajudicialmente por militares, bajo el pretexto de que eran bajas de la guerrilla en combate. Por estos hechos, muchos militares han ido a la cárcel en los últimos diez años.
Este escándalo manchó muchísimo la reputación del Ejército, y tuvo un efecto muy negativo en la moral de muchos militares. Pero la desmoralización se aumentó aún más, en el segundo mandato de Santos, cuando se iban avanzando las negociaciones, y tuvo su punto crítico cuando se hicieron públicos los puntos del acuerdo con las FARC.
Según me lo comentaba mi fuente, la división que se generó al interior de las FFAA, no fue tanto porque hubieran personas a favor de continuar el conflicto, como por la percepción de que las FARC habían arrodillado al Gobierno Santos. Hay la creencia muy profunda en muchos militares activos y retirados, que las condiciones pactadas habían sido muy desfavorables para ellos
Y con una crítica adicional muy fuerte. Según esta versión, en el último periodo de Santos, se había desmantelado la infraestructura de inteligencia y retirado a personas muy valiosas por exigencia de los guerrilleros. Esto produjo un gran resentimiento contra el General Mejia, porque no se había opuesto a esta situación y había dejado solos a muchos militares. Hay que recordar, que este general fue encargado por el Gobierno, para proyectar lo que deberían hacer las FFAA después de firmada la paz con las FARC.
Al general Mejia le tocó bailar con la más fea. Hijo de un general, venía de la jefatura de comando conjunto de operaciones especiales. Santos lo saca de una posición donde su tema era la guerra, para dirigir la transformación y el apoyo del proceso de la paz. Si se oponía a los acuerdos tenía que renunciar, y tal vez por esta razón, tomó la decisión de que en su nueva posición le podía seguir sirviendo mejor al país, a costa de su imagen y trayectoria que era impecable.
Los casos del General Mejia, así como del General Mora son muy tristes. Este último, ya retirado, había sido nombrado como parte del grupo de negociadores en La Habana para representar los puntos de vista de los militares. Ambos son personas muy valiosas que le prestaron grandes servicios al país, pero que fueron colocadas en una situación muy difícil. Por las posiciones que tuvieron que asumir, muchos de sus colegas los acusan de no haber sabido defender mejor las líneas rojas de los no negociables con las FARC.
Esta situación tan delicada fracturó a las FFAA. Se había generado una división profunda a su interior entre quienes defendían a estos oficiales, particularmente a Mejia, y quienes se sentían traicionados por la posición que tuvo mientras era Comandante General de las Fuerzas Militares.
El problema se agrava con la llegada de Duque y Uribe al poder en agosto del 2018, opositores acérrimos de los acuerdos de La Habana. El peor escenario para Santos había sucedido. Uribe, su enemigo personal, había logrado llevar al poder a Duque para que modificara los acuerdos, que sin embargo tenían que implementar porque eran una decisión de Estado.
Y para no dejar duda de la nueva orientación, Duque nombra a una persona que no era competente para el cargo del Ministerio de Defensa. Este señor acaba de renunciar, ante la posibilidad de que votaran una moción de censura en su contra, en el Congreso. Su incapacidad para manejar los problemas de la división interna, más un cúmulo de incidentes graves de orden público que se sucedieron en estos últimos meses, y que culminan con el bombardeo donde mueren unos menores de edad, manchan aún más la imagen de las FFAA y socavan la moral de sus miembros.
Pero como si fuera poco, estallan unos grandes escándalos de corrupción que involucran a miembros de la cúpula militar, lo que envía un pésimo ejemplo para los subalternos, minando aún más la confianza de los colombianos sobre la forma en que se está manejando a las FFAA. Esto sucede, cuando se evidencia que, bajo otro nombre, el conflicto continúa en diferentes zonas del país, donde el Estado no apareció después del retiro de las FARC.
Como se puede observar, al hacer un breve y tal vez incompleto recorrido histórico, la desmoralización de las FFAA, y la división a su interior, son el resultado de un proceso que quedó incompleto, y cuyas fallas, nos pueden empujar de nuevo, a revivir la historia que ilusamente creíamos habíamos superado con la firma de la paz.
Pero lo más grave, es que el renacer de un nuevo conflicto armado con otro ropaje, nos coge con un estamento militar que se siente solo, que está dividido y desmoralizado, porque piensa que pagó el costo más alto, y no se le reconoce por ellos. Pero además, sus cabezas no están a la al altura del momento histórico.
Este blog es una voz de alerta que posiblemente no le guste a algunos. Pero, no nos extrañemos si en los próximos meses, en medio de un panorama cada vez más convulsionado en AL, con una Venezuela desintegrándose, tengamos unas tristes sorpresas por parte de un estamento militar debilitado, y cuando más fuerte y cohesionado lo necesitamos.
Si Duque y su nuevo ministro no son capaces de cambiar esta dinámica, tendrán una responsabilidad que la historia los juzgará muy duro, así como lo hará con Santos por la parte que le corresponde de este despelote y cuyo costo lo pagaremos todos los colombianos
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