“Eso aquí no va a pasar” pero camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.
Tristemente las dinámicas destructivas que están en marcha en Colombia, no me han permitido publicar mi blog sobre otros temas que ya tenia preparados. Pero lo que está sucediendo con la radicalización de las marchas, no se puede desconocer. La situación es tan grave, que voy a publicar este blog después de otro día de paro nacional, con la expectativa de que sea replicado por quienes compartan mis preocupaciones, y porque confío que sea una llamada a la acción.
La película que hoy se está viendo en Chile, después de más de un mes de destrucción y caos, nos debe poner en alerta roja. Lo que está sucediendo allá, y que se puede observar en la TV de ese país, está siendo replicado en Colombia. La destrucción que se está viendo en Chile tiene altas posibilidades de reproducirse en mayor escala en nuestro país.
Quiero hacer eco a las reflexiones del Sr López y aportar con otras consideraciones mías, porque lo que se necesita en estos momentos, es contar con puntos de vista constructivos, que ayuden a interpretar lo que está sucediendo, que es inédito y es muy grave. También, en estos momentos de mentiras, confusión y caos, es importante disponer de elementos de juicio, que orienten de manera informada a la gente, para que el miedo no nos paralice.
Por las razones anteriores, si queremos evitar que el proceso actual en Colombia se salga de madre, como hoy se ve en Chile, los planteamientos del señor López, y los de mis últimos blogs incluyendo este, son una invitación a pensar seriamente sobre nuestro papel individual que nos motive a actuar, y así evitar un escenario similar en Colombia.
Pero tal vez lo más importante: es una invitación para mejorar la comprensión de las implicaciones de no hacerlo. Y como consecuencia, del inmenso costo que se estaría pagando si no nos despertamos ya. Lo que está sucediendo en Chile hoy, nos obliga a no ser unos testigos pasivos en este momento tan delicado de nuestro país.
También, es un rechazo a que unas minorías violentas y radicales, asuman la vocería de una inmensa mayoría que no ha salido a la calle, a pesar de que posiblemente muchos estemos de acuerdo con una causa que tiene elementos muy válidos de insatisfacción social. El problema, es que son tantos y tan variados los reclamos, que es un calidoscopio que se vuelve muy difícil de abordar de manera seria y ordenada. Pero hay un problema mayor: estas protestas le han quitado maniobrabilidad y aire al gobierno, para realizar reformas urgentes como la tributaria y la pensional, que el país no puede posponer más.
No se puede desconocer que, muchos de los reclamos son temas de una agenda pendiente que tiene mucho impacto en la vida de la gente, y que no han tenido una respuesta satisfactoria por muchos años. Algunos de ellos, por su complejidad, requieren atenderlos sin despertar expectativas que no pueden ser cumplidas instantáneamente, como lo exigen los promotores del paro.
Desafortunadamente, como se ha visto en Chile, esta manifestación de insatisfacción social, está siendo aprovechada por grupos extremistas y vándalos oportunistas, para destruir y no para construir.
A la luz de lo anterior, me parecen muy valiosa la tesis planteada por el señor López, para explicar qué hay detrás de las marchas que continúan en Chile, después de un mes y medio, y que han degenerado en una dinámica de destrucción sin antecedentes en ese país, considerado hasta hace poco por su Presidente, como “el Oasis de America Latina”. Veamos cuáles son las principales consideraciones de su argumentación.
Lo que está sucediendo en varios países de America Latina es el resultado de una estrategia que tiene unos antecedentes históricos muy claros.
Según López, lo que pasa en Chile, obedece a un modelo que fue propuesto por Lenin al inicio del siglo XX que se conoce como “ la revolución molecular anticipada”. Su objetivo, es generar el caos y la violencia a partir de demandas que son válidas, pero que no han sido atendidas por el sistema político imperante. El medio, es el uso de pequeños grupos que aparecen y desaparecen con facilidad, que se mezclan en medio de las marchas, para suscitar la crispación, la desorientación, y la desesperación. El proceso tiene varias etapas.
La primera de ellas es el escalamiento del conflicto que se ha venido dando rápidamente en las últimas semanas. La velocidad con la que se ha propagado el desorden, tiene atónitos a los chilenos y paralizado al país. El propósito es exacerbar los ánimos, propiciar los abusos de la policía y de los vándalos espontáneos, para generar el caos.
La segunda etapa es el copar la capacidad de respuesta y cuestionar el uso de los recursos disuasivos en manos del Estado. El ver en la TV de Chile, a carabineros corriendo para evitar ser arrasados por la muchedumbre, que saqueó un centro comercial en estos días, es una señal patética de cómo las fuerzas del orden están siendo desbordadas por la multiplicidad de puntos de conflicto en todo el país. Esto sucedió también en Cali, donde el alcalde Armitage reconoció que los hechos habían copado la capacidad de la policía, obligándolo a declarar el estado de sitio. Lo mismo aconteció más tarde, en Bogotá.
Y la tercera etapa es la saturación , cuando la gente se rebota y el sistema colapsa y deja de funcionar. Como consecuencia, el ciudadano común ya no puede moverse libremente, los establecimientos comerciales están siendo saqueados sin discriminación de su tamaño, y se ha neutralizado la capacidad de respuesta del poder del estado. Se genera más crispación y enfrentamientos entre los violentos y quienes defienden sus pertenencias. Aumentan las víctimas y se responsabiliza al Estado.
Y aquí hay una observación muy importante que hace López. Cuando se pelea una lucha asimétrica entre pequeños grupos revolucionarios y el Estado, la estrategia para equilibrar las fuerzas es recurrir a “la vía subjetiva”. Esta consiste en poner la luz sobre los excesos en el uso de la fuerza por parte de la policía, y bajarle el volumen al impacto de las acciones de los violentos. Los medios le hacen el juego y el resultado es que les amarran las manos a quienes deben defender al ciudadano. Este comentario no significa que esté apoyando el uso desmedido de la fuerza por parte del Estado, como tampoco, la utilización de los métodos violentos de los encapuchados contra la Policía.
Esta estrategia ya la hemos vivido en Colombia con las FARC y el ELN contra las Fuerzas Armadas para empapelarlas y maniatarlas por abusos de fuerza contra la población. En la actualidad ya hay propuestas para que el cuerpo especial anti motines de la Policía- ESMAD- sea desmantelado. Se habla de la muerte de un joven que estaba en los disturbios, pero nadie menciona las heridas sufridas por más de 300 policías - hombres y mujeres- que han sido atacados violentamente mientras estaban defendiendo a los ciudadanos y la institucionalidad.
A la luz de lo anterior, veamos los hechos y su secuencia. En el caso de Chile, la chispa que detonó el proceso, se produjo por un incremento muy bajo en el valor del tiquete del Metro. Este fue el pretexto que destapó la caja de Pandora y que desnudó una gran insatisfacción existente en un grupo muy importante de la población.
En las ultimas seis semanas, más de 3 millones de personas han salido a las calles a manifestar su descontento. El abanico de temas que generan malestar, se creció, como hoy sucede en Colombia, y dejo atrás el alza del transporte, que fue la razón inicial de la movilización.
Las marchas pacíficas se convirtieron rápidamente en un proceso de destrucción sistemática de la infraestructura pública, como el Metro de Santiago, de Centros Comerciales, tiendas, iglesias, etc, que ha llevado a la parálisis de ese país. Hoy el chileno que no se ha movilizado, es parte de esa mayoría que se encuentra amedrentada e impotente.
Son millones de personas que ven con horror, cómo sus barrios, y ya no solo en la TV, están siendo atacados, y su normalidad ha sido interrumpida por unos grupúsculos encapuchados, los “nuevos terroristas urbanos”, que están capitalizando el momento histórico chileno. Lo hacen para generar el caos, el vandalismo y para romper“el flujo de la normalidad diaria” que ha sido afectada dramáticamente. El impacto en la vida ciudadana es casa vez más serio.
En una sociedad siempre habrá crisis por diferentes motivos. Pero, lo que no es aceptable, es que estas se conviertan en conflictos violentos que amenacen la institucionalidad, y destruyan activos valiosos, de la sociedad. Sin embargo, esto es lo que buscan estos grupos revolucionarios para hacer ver al sistema imperante como un enano incapaz de estar a la altura de las expectativas de la gente.
Pues bien, en Chile lo están logrado. Al gobierno de Piñera y a la institucionalidad actual, lo que ha sucedido, los sorprendió con los pantalones abajo. La incapacidad de respuesta ha sido tan evidente, que hay la sensación de que el poder está en “la calle” porque lo impensable, ya sucedió. Pusieron de rodillas al Ejecutivo, lo hicieron pactar el cambio de una constitución y poner a tambalear la cabeza del presidente actual, que hoy está en serio peligro de caer.
Lamentablemente, no es esperable que una nueva constitución resuelva los múltiples problemas que tiene el país. La realidad, es que para los grupos extremistas que están detrás del caos y la violencia, lo único que les interesa es mantener la presión y agudizar el conflicto. Es el medio que creen que les permitiría establecer su nuevo régimen político: “la dictadura democrática”, como la denominó López en su video. Para esto, cuentan con el apoyo de extranjeros, como se demostró recientemente en Bolivia.
Lo que se busca es una democracia horizontal sin partidos ni oposición, usando una nueva constitución. Es el modelo establecido por Chávez en Venezuela. Para ello buscan el poder presionando para que los sectores de la izquierda moderada, se plieguen.
Qué hacer: la respuesta de López a esta pregunta es, el llamado a la resistencia, yo la comparto, plenamente. Cuando el Estado esta doblegado hay que resistirse a que se impongan los estados de anormalidad. Hay que cuidar el barrio, asistir al trabajo y no dejarse amedrentar. Hay que resistir a los violentos para que no nos impongan por la fuerza su visión y nos impidan vivir la vida normalmente.
Pero sobre todo resistir para que utilicen una nueva constitución para minar el sistema desde adentro, como hizo Chávez, para cooptar la democracia a su favor. Y especialmente, resistir la tentación de dejarse dominar por el miedo, que paraliza, para reemplazarlo por la indignación, que nos mueve a la acción.
Hay que entender que hoy la lucha por el poder no se hace en el monte. Lo que se busca es la hegemonía cultural, lo que supone un lavado de la mente de las masas. Los populistas de izquierda y derecha utilizan los mismos métodos: ofrecer cosas que no se pueden sostener , usar el odio para dividir, la radicalización excluyente, la intolerancia, y las redes sociales para divulgar sus mensajes. Y ojo, estos extremistas no piensan en días sino lo hacen en décadas. Y lo más importante: se organizan para lograrlo. No podemos dormirnos, porque camarón que se duerme, se lo lleva la corriente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Favor colocar aquí sus comentarios