Si algo ha dejado en claro la pandemia, en estos dos años de desbarajuste en todo el mundo, es una realidad que no podemos ignorar: la interdependencia que se evidencia cuando enfrentamos una situación que tiene la capacidad de repercutir muy rápidamente y de maneará casi que simultanea en muchos países, en diferentes continentes y culturas.
Hoy es el COVID 19 y sus diferentes variantes, pero hoy también estamos comenzando a dimensionar el verdadero impacto del cambio climático, que tampoco discrimina, aunque esté teniendo mayor impacto en ciertas zonas del planeta. Los dos fenómenos son señales muy poderosas que vamos a seguir viendo y viviendo hacia el futuro.
Vivimos una época de grandes cambios, con gran volatilidad e incertidumbre y una complejidad cada vez más exponencial. En este entorno, enfrentamos retos que afectan las vidas de millones de personas. Esta realidad está asociada a la interdependencia que implica la necesidad de coordinar acciones con otros, de colaborar. No es posible que un individuo, organización, o inclusive un país, por poderosos que sean, puedan enfrentarlos solos.
Como un ejemplo negativo de colaboración ante un reto mundial, fue lo sucedido con el acaparamiento de las vacunas para proteger a la población en la pandemia. Los países ricos como Canada, adoptaron la visión egoísta y miope de sálvense el que pueda. Compraron cinco veces más vacunas que el total de su población.
Ante el reto de la pandemia la colaboración brilló por su ausencia. El resultado: dos años después hay países en Africa sin ninguna protección, donde puede surgir la siguiente variante del virus o uno peor, con capacidad de repetir el ciclo de contagios a nivel global.
El problema de las vacunas afortunadamente se ha podido ir manejando, porque en la comunidad científica mundial, si hubo mucho más abertura a la colaboración, con lunares negros como los impuestos por el gobierno de la China a sus investigadores. Pero la colaboración finalmente permitió el desarrollo en tiempo récord de varias alternativas que han ayudado a controlar el impacto del virus.
Pero hay otra realidad. La falta de colaboración es una tremenda barreará para enfrentar el proceso en marcha del calentamiento global. Las instituciones multilaterales como la ONU, no han sido ni suficientes ni efectivas en lograr coordinar esfuerzos colaborativos a nivel mundial. ¿Porque?
Esta pregunta es de fondo, porque no solo pone en evidencia que la institucionalidad internacional, vigente después de la II Guerra es insuficiente, sino que la velocidad de los cambios que estamos experimentando, están desbordando las capacidades de las sociedades a todo nivel. La paradoja es que estamos necesitando más capacidades de colaboración pero es cada vez más difícil lograrlo.
Estas reflexiones me han acompañado desde hace ya algún tiempo, porque estoy envuelto y proyectos como Motores de Esperanza y Dialogos de Futuro (sobre los cuales he escrito en otros blogs). Ambos tienen dos puntos en común: requieren desarrollar la capacidad del ejercicio del liderazgo colectivo y de colaboración. Sin estas dos capacidades, yo veo muy difícil que podamos cambiar nuestra realidad.
Estando en estas disquisiciones, me acordé de un libro que había comprado y no lo había terminado de leer: “Colaborando con el enemigo” de Adama Kahane. Tuve el gusto de conocer al autor en varios ejercicios de escenarios, tema en el cual es un experto reconocido internacionalmente. Y su libro lo escribe precisamente, por su experiencia global con varias culturas y situaciones complejas, donde al final y dados unos futuros posibles , el gran reto es el de colaborar.
Después de años de reflexiones, llegó a una sencilla conclusión. Nuestra concepción de la colaboración tradicional esta equivocada. Desarrolla una nueva versión: la colaboración extendida. que explica el título del libro.
La colaboración tradicional, parte de un supuesto de que es posible, cuando hay un control sobre el equipo que tiene que lograr un objetivo común sobre el cual están de acuerdo, un plan para avanzar y unos indicadores compartidos de medición. En estas condiciones normalmente hay una figura de autoridad que controla y unas consecuencias individuales y colectivas si no lo logran. En ambientes relativamente estables es una opción aceptable.
La colaboración extendida propuesta por Kahane, parte de un supuesto totalmente diferente al de la colaboración tradicional. Se necesita en situaciones altamente complejas, donde convergen personas con opiniones contrarias, no se gustan y desconfían entre todos. El tema que los convoca suele ser también muy incierto. No hay una respuesta pero si hay un solo punto de acuerdo: la necesidad de cambiar la realidad que los afecta a todos. Sobre este grupo no hay figura de autoridad ni tampoco control sobre lo que cada uno hace o deja de hacer.
En condiciones de colaboración tradicional, se suele buscar la armonía para avanzar, hay bastante certidumbre del camino a seguir, y posiblemente hay antecedentes que sirven de guía.
En la colaboración extendida, el conflicto es parte del proceso, es inevitable. No existen antecedentes que puedan servir de referencia. La mentalidad de experimentar, la prueba y el error, son mandatorias. Y además hay que realizarlo en ambientes de profunda desconfianza.
En resumen, las condiciones descritas al inicio de este blog de un entorno cada vez más complejo, la necesidad de sentarse con personas con las cuales no se sentaría uno en otras circunstancias, es cada vez más imperiosa. Ese es inmenso reto poner en la práctica los valores de la diversidad y la inclusión como va a suceder en las iniciativas que estoy trabajando en la actualidad.
El gran reto y problema a la vez, está precisamente en construir relaciones productivas con personas con las que somos muy diferentes. Por lo tanto, en la colaboración extendida, se necesita cambiar la forma como nos relacionamos con quienes no queremos pero tenemos que trabajar, en ambientes conflictivos y muy diversos.
Kahane subraya que en estas condiciones no es posible esperar acuerdos en relación a la definición del problema o su solución. Es necesario si, lograr un acuerdo hacia una dinámica de experimentación vinculando diferentes perspectivas y posibilidades. Tampoco podemos esperar cambiar lo que las otras personas hacen, tenemos que entrar en la acción con la apertura a cambiar personalmente.
Hay otra advertencia que va contra natura. En lugar de apartarse de la complejidad hay que abrazarla lo que es difícil de manejar y para muchos genera miedo.
También Kahane habla de que la colaboración extendida requiere que se acepte la pluralidad, que en mis palabras es la misma diversidad. Si se logra manejar a pesar de los riesgos mencionados, puede ser muy poderosa para superar colectivamente situaciones muy complejas.
Finalmente, advierte el autor del síndrome de volver enemigo a las personas con las que no tenemos confianza, piensan muy diferente y a quien finalmente se le responsabiliza de todos los problemas.
Dada la importancia del tema , en un próximo blog, voy a seguir profundizando en el concepto de la colaboración extendida, de la mano de Kahane. Me parece de singular importancia tener una visión distinta de lo que significa colaborar, dados los momentos tan complejos por los que atravesamos como sociedad en Colombia y los inmensos retos que enfrentamos.
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