“Estamos cada vez más conectados pero también cada vez más distanciados”
David Brooks es uno de los mejores columnistas del NY Times. Recientemente escribió una columna sobre la desesperanza que hoy se detecta en un segmento de la población joven en los Estados Unidos. Por su pertinencia para nuestro entorno, voy a aprovechar sus reflexiones para escribir este blog. La desesperanza es una de las enfermedades más graves que puede tener el ser humano.
Después de haber entrevistado a estudiantes universitarios, en varias instituciones elite de su país, Brooks encontró una radiografía muy preocupante de la visión de la realidad que tiene hoy esta generación, y de la percepción de impotencia que les está generando la época que están viviendo.
Esta situación tiene entre otros fundamentos muy válidos, los siguientes hechos: la crisis financiera del 2008, la Guerra en Irak, la destrucción de Siria, los ataques terroristas indiscriminados, las masacres en las escuelas, la llegada a la Presidencia de un tipo como Trump, el surgimiento de la post verdad impulsado por las redes sociales. Todos ellos enmarca un entorno de gran incertidumbre y desesperanza.
Esta generación está observando con angustia, la incapacidad institucional del Estado a todos los niveles, para ofrecer “seguridad, competencia y responsabilidad”. Ven que suceden horrendas masacres en las escuelas de su país, políticos como Trump, que irrespetan a las mujeres y agreden a los emigrantes, mienten y manipulan sistemáticamente, y no pasa nada.
Consideran que hay varios desafíos que los van a afectar cada día más: la degradación del medio ambiente, el debilitamiento creciente de la democracia y de los partidos políticos, la iniquidad, y “una crisis espiritual que le de sentido” a la vida.
Es una generación que reconoce abiertamente que no cree ni confía en la clase política por corrupta, ni en su competencia para enfrentar los problemas complejos que enfrenta la sociedad. Les cuesta trabajo identificar una institución que cumpla con su misión y merezca su admiración.
Este escepticismo creciente también se extiende al sector de tecnología, que suscitaba admiración y respeto, pero que hoy está envuelto en los peores escándalos de la “post verdad”, como lo evidencia el caso de Facebook y Google que ha acaparado la atención internacional en estos días. Hay un sentimiento de gran desilusión. Uno de los estudiantes entrevistados por Brooks decía: “No tenemos una verdad común”. Y otro añadía: “Un juego común de hechos”. Hay punto común que une a estos testimonios: un nivel decreciente de expectativas.
En conversaciones que he tenido con estudiantes universitarios en Colombia, parecería que estas nuevas generaciones, están buscando una visión colectiva que les de sentido a su vida, y una razón que les permita tener un propósito superior, una causa, que los inspire y motive.
Otro tema que me llamó la atención de las entrevistas, es la pérdida en el ideal que ha sido una marca del norteamericano y de su sentido de identidad. Sus elementos principales han sido: la tierra de la oportunidad como una herencia de sus antepasados, la gratitud hacia sus ancestros por el legado de una democracia con reglas de juego clara, y el diseño de unas instituciones que las respaldaban.
En nuestro caso, me surge una gran pregunta:¿cual es el ideal histórico que nos da un sentido de identidad colectiva en la sociedad colombiana?. ¿Existe algo parecido a un ideal de este tipo? Y si la respuesta es negativa: ¿sobre que bases estamos basando nuestro sentido nacional que nos integre a todos?
Hoy, el caso norteamericano, se percibe algo totalmente distinto a la gratitud de un legado histórico. Un estudiante decía: “Uno se da cuenta que nuestro país es un lugar muy imperfecto. No me siento orgulloso de decir que soy norteamericano”. En esta generación se percibe un sentimiento negativo porque tienen una historia de “opresión y culpabilidad”. No ven una cultura unificadora que les de sentido de identidad.
El comentario anterior me trae a la mente la importancia de la Historia de una nación como elemento unificador, y la necesidad de mantenerla viva como referente para las nuevas generaciones. Cuando esta deja de enseñarse, de ser material de reflexión y aprendizaje, se pierde el sentido de unidad y de identidad de un pueblo. Esta dinámica no es exclusiva de los gringos. Es una enfermedad aguda que también padecemos en Colombia.
De las entrevistas hechas por Brook, es interesante anotar, que los agentes de cambio que merecen el reconocimiento y admiración de estos jóvenes, son personas que trabajan a nivel local en sus comunidades. Son personas que están luchando por los temas básicos que afectan a la gente como alimentos, salud, y educación. Son líderes con las que se pueden identificar. No hay ninguna mención a dirigentes vinculados en la política a nivel nacional.
Sería interesante averiguar en nuestro caso en Colombia, cuáles son las personas que son admiradas por los jóvenes de las nuevas generaciones. Ver cuáles son sus héroes, y las razones por las cuales los admiran y los tienen como modelos de rol. Claramente los dirigentes políticos no creo que califiquen. De hecho, su nivel de desprestigio es aterrador.
Respecto a la forma de cambiar el estado de las cosas, que hoy los tiene desorientados e insatisfechos, se menciona los movimientos espontáneos como los que se han generado contra violencia de genero. Estos tienen en común que no hay una figura central que los lidera. Sobre estos movimientos no hay unanimidad. El que puedan desaparecer muy rápidamente, no les permite tener el impacto político sostenido que se requiere para lograr cambios necesarios.
En Colombia hay una referencia reciente de algo similar. El movimiento generado por jóvenes universitarios después de los resultados del Plebiscito donde ganó el NO. Además de haber sido una reacción tarde, no he vuelto a escuchar que ha sucedido con ellos. Su impacto en el debate político que está en proceso, brilla por su ausencia. ¿Me equivoco? Ojalá que si los esté.
La gran pregunta que surge de las entrevistas de Brooks, tiene que ver con la conveniencia, o no, de buscar el cambio dentro del sistema o por fuera de él. De desarrollar organizaciones comunitarias o saltar de pleno en la arena política. También, surge la inquietud de cómo escalar los ejemplos exitosos que hay a nivel local.
El tema anterior es de una tremenda pertinencia. En un blog de hace unas semanas: “El liderazgo público”, mencionaba la necesidad de identificar, apoyar y visibilizar, a aquellas personas, especialmente jóvenes, que valientemente quieren hacer la diferencia desde los publico.
Independientemente de donde sea su origen y nacionalidad, parecería que estos jóvenes pertenecen a una generación que busca más conexión humana y no tecnológica. “Estamos cada vez más conectados pero también cada vez más distanciados” decía uno de los entrevistados por Brooks. Esta es una de las grandes paradojas de nuestra época.
Pero también: “más empatía y menos sentimiento de recriminación y culpabilidad”. Como lo menciona Brooks, la preocupación fundamental, en estos tiempos para estas nuevas generaciones, está sintetizada, en la pregunta : “¿Cómo podemos construir una relación?”
La pregunta anterior sirve para explicar el énfasis creciente que las organizaciones están poniendo en las llamadas “competencias suaves”, como son la capacidad empática, el trabajo en equipo, la comunicación, la resolución productiva de conflictos, etc. El arte de construir relaciones productivas y duraderas, es el más grande desafío que van a enfrentar estas nuevas generaciones, para poder responder a los inmensos desafíos del siglo XXI.
Después de haber leído a Brooks y sintetizar sus principales mensajes, tengo la sospecha que sus entrevistas reflejarían opiniones muy similares en otras partes del mundo. Me genera una gran curiosidad, y el interés por motivar algo similar, entre estudiantes universitarios en Colombia.
Creo que el tema tratado en este blog es suficientemente importante cuando observamos las encuestas de las preferencias de los jóvenes. Hay personas dentro de esta generación, que ven en Petro una solución para Colombia. ¿Como puede ser esto posible a pesar del historial tan negativo que tuvo como Alcalde de Bogotá? ¿Qué ven estos jóvenes, que personas de otras generaciones no ven? ¿Qué no están viendo y que que puede tener un gran impacto no deseado hacia adelante? ¿Es una medida de la desesperanza que reflejan?
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