En mi blog anterior, comenté con gran tristeza, que al gobierno actual se le está cayendo la estantería de la paz. Y que el costo que esto tiene para el pais es inmenso, más allá del impacto en la imagen de Santos, que a tres meses de salir por la puerta de la cocina, es un punto menor. ¿Qué sigue?. Esta es la pregunta que desvela a mucha gente y que muestra la gran incertidumbre que genera esta realidad.
Para analizar lo que viene, vale la pena hacer visible varías consideraciones que parecerían obvias, pero que en la práctica no lo son. Son temas que pueden ser vitales para entender el posible escenario que enfrentará el próximo gobierno. Veamos
Como lo dije en el blog anterior, Santos entrega su mandato con el peor escenario posible. A la fecha, hay dinámicas en marcha que pueden dejar por el suelo la estantería que se había armado con mucho esfuerzo, para sustentar el sueño de tener un país en paz. Por los inmensos costos de imagen y de diferente índole que esto conlleva, el próximo gobierno tiene la obligación de tratar de parar la estantería, independientemente del color político. Volver a la historia anterior, simplemente no puede ser una opción racional.
A esta realidad tan preocupante, se suma una agenda muy compleja de otros problemas que deben de ser parte fundamental del Plan de Desarrollo de los siguientes gobiernos. Hay retos enormes en el sistema de Justicia, el orden público territorial, la Educacion, las Finanzas Públicas, la Infraestructura, la formación de talento pertinente, el desarrollo empresarial, entre otros.
Pero también, y ya lo he mencionado anteriormente, hay una realidad invisible, pero que va afectar la capacidad institucional de dar respuestas creíbles y sostenibles para cada uno de estos temas. Las soluciones estructurales que se requieren, necesitan de tiempos largos para que se implementen, se puedan sostener, y lograr los cambios que se deben producir.
Dado que ya no hay reelección, todos estos retos deben de ser afrontados por el siguiente gobierno, en un periodo de tiempo que no permite pensar en soluciones realistas. Quien se gane la lotería de llegar a la a Presidencia, va a contar en la practica, con solo dos años y medio para actuar si le va bien.
Hay dos razones que sustentan mi afirmación. Al iniciar el periodo, el nuevo gobierno se enfrenta con una curva de aprendizaje que no es fácil. Si lo hace muy bien, y no barre a todos los que estuvieron con el gobierno anterior en posiciones de dirección, le requerirá un mínimo de seis a doce meses para subirse al potro. Como el Estado normalmente no tiene memoria institucional, le tomará un buen tiempo “descubrir” y entender las dinámicas que heredó de su antecesor. Esta es una realidad que no puede subestimar.
Súmese a lo anterior, la manía de los políticos que llegan al poder, de despreciar lo que sus antecesores han hecho, reinventándose la rueda y volviendo a empezar. Esta es una práctica estúpida, que equivale a hacerle la lobotomía al Estado cada cuatro años, en el cambio de gobierno. En esta transición, se pierde la experiencia y las lecciones aprendidas, lo que vuelve mucho más lento el funcionamiento institucional. Y todo lo anterior, va en acorta aún más el tiempo disponible para ejecutar el Plan.
Y como lo vemos hoy en día, los últimos ocho meses del final de un gobierno, la Administración ya anda con el sol a las espaldas y una capacidad muy mermada de convocatoria y de ejecución. Posiblemente su imagen ande por los suelos, como le pasa a Santos en la actualidad, y en estas condiciones, pierde su poder de convocatoria y de credibilidad.
Pero a todo lo anterior, se le suma otro reto mayor: estamos viviendo un entorno muy polarizado. Y si el que llega, tiene un estilo camorrero y sin mucha gobernabilidad, el desgaste va a ser mucho mayor y el tiempo para actuar bastante menor.
Ahora bien, sin quien llega viene con una agenda muy ambiciosa de cambios, es muy probable que genere mucha resistencia en el entorno polarizado actual. Y dados los resultados electorales de marzo para el Congreso, es muy posible que el nuevo presidente no cuente con las mayorías legislativas, que le den el nivel de gobernabilidad que tuvo Santos durante la mayor parte de su gobierno.
Pero, si la agenda de cambios que requiere Colombia, necesita de tiempo y gobernabilidad, también es fundamental contar con una fuerte capacidad institucional que opere bajo una partitura común. Desafortunadamente, la descordinación que hoy se observa en la implementación de los acuerdos de paz, muestra un panorama muy preocupante. Este proceso es una buena radiografía de la incapacidad institucional del país. Esta realidad, explica la desconfianza actual en las instituciones, lo que se convierte en otro grave obstáculo en el recorrido de la desafiante ruta para el desarrollo de nuestro país.
Volviendo a la pregunta inicial : ¿qué sigue con la caída de la estantería? El escenario que va enfrentar en próximo gobierno va a ser muy complejo. Como se puede observar, más allá de los problemas con el post acuerdo, y una complicada agenda de temas críticos pendientes, los tiempos que necesitan los cambios requeridos no se compaginan con el tiempo efectivo disponible de un gobierno de cuatro años.
Y un tema crítico, cambio significa el ejercicio de liderazgo. La estantería a Santos se le está cayendo porque tuvo un profundo vacío en este campo. Dadas las limitaciones anotadas, el próximo gobierno va a tener que demostrar una inmensa capacidad de liderazgo para superar todos los obstáculos anotados y muchos más. Si no lo hace la situación puede ser aún más compleja y con unos costos muy altos para la sociedad.
Y el tema lo puede agravar aún más la falta de gobernabilidad, y la incapacidad de llegar a acuerdos, en medio de la polarización que ha dejado Santos y la campaña política actual. También la incapacidad institucional, será otro palo en la rueda que va a limitar mucho la posibilidad de cumplir con todas las expectativas que generó quien llegue a gobernar a COLOMBIA. .
Excelente reflexión que nos invita a votar conscientes de lo que estamos haciendo en las próximas elecciones, quiénes son los candidatos, cuál es su capacidad real de liderazgo que permita convocar a los Colombianos a reconstruir juntos 'la estantería'. No necesitamos caudillos, necesitamos líderes de verdad y ciudadanos conscientes de nuestra responsabilidad en las soluciones y futuro del país.
ResponderEliminarEl mayor reto para los líderes del hoy y del mañana es crear y aglutinar un fuerte conciencia colectiva enfocada hacia propósitos y compromisos claros y sencillos, para que con ese apoyo masivo pueda, por ejemplo: poner a funcionar eficientemente y con resultados obvios la justicia transicional (JEP), que hasta ahora y sin arrancar está envuelta en una patética y vergonzosa discusión de poder y dinero; poner en marcha la reforma agraria pactada en la Habana, que históricamente tiene unos reiterados y dolorosos antecedentes fallidos; superar la brida política que el Congreso siempre impone al Presidente de turno, exigiendo las consabidas prebendas; generar una política transparente y verificable por todos los ciudadanos en torno al manejo competente de los dineros públicos; incorporar política y económicamente a la sociedad, generosamente y sin ambages, a los ex combatientes ,y por supuesto perseguir a aquellos que sigan delinquiendo...en fin... Es la primera vez en la historia de Colombia que los partidos desparecen por lo menos formalmente del escenario electoral, lo cual coincide con una fragmentación del liderazgo y por supuesto del pensamiento general o comunitario que se encuentra mas interesado en los discursos emocionales huecos y por ende usualmente de baja índole, antes que en los propósitos de país, tales como implementar la paz ¡...Vaya reto para ese lider "triunfador"!
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